Candelaria Schamun, autora de Ese que fui
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Entrevista a Candelaria Schamun

Confundieron su sexo al nacer, fue mutilada por médicos y cuenta su historia en un libro conmovedor disponible en Uruguay

La periodista argentina Candelaria Schamun relata su historia en el libro "Ese que fui", donde derriba secretos familiares y critica el accionar de los médicos
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15 de septiembre de 2023 a las 05:04

En la historia de Candelaria Schamun hay distintas identidades: al nacer, los médicos determinan que es un varón. Es bautizado como Esteban por sus padres, así se emite su partida de nacimiento y su primer documento de identidad. Días después, su salud se deteriora rápidamente.

La situación es crítica y al diagnóstico de una hiperplasia suprarrenal congénita perdedora de sal —que significará que el bebé debe tomar medicación de por vida—, le sigue otro descubrimiento. Esteban es, en realidad, una niña.

Los padres y el resto de la familia se lo toman con una naturalidad bastante sorprendente para la década de 1980. Se mueven para que se genere una nueva partida de nacimiento, vuelven a bautizarla en la iglesia, cambian su documento. Esteban deja de existir. María Candelaria Schamun pasa 17 años de su vida sin conocer ese episodio.

Hasta que un día, de casualidad, encuentra una carpeta en el cuarto de sus padres. En la carpeta está la revelación. El sacudón. El trauma. El secreto. Con casi 40 años, Candelaria se convierte en Vera para narrar su historia y la forma en la que llegó a amigarse con su pasado y su biografía. Con su identidad.

Después se da cuenta que no tiene que hacerlo bajo seudónimo. Entonces Vera desaparece y Candelaria Schamun –argentina, periodista– publica con su nombre y apellido su testimonio bajo el título Ese que fui. Un libro que en Uruguay se consigue por ahora solamente en formato electrónico a través de la web de la editorial Penguin Random House.

Un libro que tiene distintos libros dentro, a pesar de su brevedad. Es una autobiografía, por supuesto; pero es también una reconstrucción a ritmo de policial de esa historia, un musculo ejercitado por su autora durante buena parte de su trayectoria en los medios de su país. También es una crítica al sistema médico que consideró que sus genitales eran una malformación, una anomalía, y la sometieron a cuatro operaciones a lo largo de sus primeros años de vida para “normalizarla”, como le pasó a tantas otras personas intersexuales a lo largo del tiempo.

Y es también un testimonio emotivo de una lucha contra el silencio y el secreto que sus padres, para protegerla, tendieron sobre el caso.

Un libro poderoso y emotivo, la autora conversó con El Observador sobre su experiencia y sobre el proceso detrás de este texto lleno de fantasmas y dolores, pero también de momentos de ternura y de valentía.

¿Cómo fue tu proceso una vez que se publicó el libro? Porque una cosa es escribirlo y otra cosa es que circule por el mundo, me imagino.

Al principio, en el proceso de escritura, tenía mucho miedo de que la historia fuera masiva, a perder el control de ese silencio, o de mi intimidad. La semana previa a la salida del libro me salió un herpes arriba del labio de los nervios, tenía mucha ansiedad, no podía dormir. Y al día siguiente que se publicó, sentí como un alivio, un alivio corporal, y también siento que alivié a mi familia al escribir este libro. Eso yo no lo tenía en cuenta, creía que era casi como poner en palabras todo este tiempo, todo este silencio, pero también me reencontré con un montón de amigos que hacía tiempo no veía, pude charlar un montón de cosas que no podía en ese momento, reuniones con mis primas mucho más seguido, para hablar del libro y de las historias familiares que no se contaban. Es una conclusión o un principio mucho más lindo, soy esta persona, que pasé por estas situaciones, y no tengo más silencios adentro.

¿En qué momento sentiste el click de “esto tiene que ser un libro”?

Creo que siempre tuve la necesidad de escribirlo. Hace un montón de tiempo que vengo con esto y cada vez que hacía un taller de literatura o de crónica, una expresión artística, siempre salía la idea de escribir un libro. Pero el quiebre fue con el psicoanálisis, que me ayudó muchísimo a entender que esto debería ser una historia para poder iluminar a otras personas que han pasado por situaciones. En 2019, cuando pude hablar por primera vez delante de un montón de personas en el encuentro nacional de mujeres que se hace en Argentina, creo que fue cuando tomé la decisión de hacer el libro, en primera persona, sin seudónimo, sin esconderme atrás de una novela. Poner la cara, poner el cuerpo y contar la historia.

Candelaria Schamun

¿Siempre lo escribiste pensando en publicarlo?

No, pensé en escribirlo para poder leerlo. El libro es el resultado de muchos bocetos, escrito en tercera persona, con el seudónimo de Vera, como novela. Fueron muchísimas versiones. Y esto de salir a la luz fue un trabajo de muchos años, de decir “asumo mi propia historia y lo que me sucedió”. Creo que era la forma, no había otra forma si no era en primera persona.

Confrontar tu propia historia, de alguna forma.

Los periodistas siempre contamos la historia de los otros, ese mecanismo, esa herramienta nos sale, es lo que hacemos. Y escribir en primera persona siendo periodista es complicado. Escribir la propia historia y bucear en esos pliegues que conforman cada identidad es todavía más complicado. Porque me pasaba con lo que escribía que decía “¿esto a quién le va a interesar?”. Pero creo que el ejercicio de ser periodista y de haber contado tantas historias de diferentes dolores, me hicieron contar la mía con esos artilugios que te da el periodismo. Y contar la propia identidad es un ejercicio que salga publicado o no, develar esos secretos que nos acompañan está buenísimo. De la manera que podamos.

Contar lo que hicieron los médicos en tu caso, como un llamado de atención a ciertas violencias también institucionales, ¿fue algo que quisiste hacer desde un principio?

Lo quise hacer. Yo no me siento y no quiero ser enemiga de los médicos. Creo que son situaciones que hay que resolverlas sentados en la misma mesa y tratando de complejizar algo que de raíz ya es complejo. Pero estas situaciones en los cuerpos de niños y niñas que nacen con características intersexuales se siguen dando, y es una forma de tomar consciencia, poner sobre la mesa estas situaciones, y ponernos a pensar en que mi cuerpo, el de una bebé, fue tratado sin pensar en que en el futuro iba a ser una mujer, una persona adulta. Creo que el libro es un relato en primera persona de un cuerpo mutilado, y estas cirugías no tienen perspectiva de futuro. Todos tenemos derecho a gozar, a tener un orgasmo, o a tener esa morosidad con el cuerpo, esa comprensión del cuerpo, y amar esas diversidades. Amar como somos. Las intervenciones cosméticas son para satisfacer la mirada de otro, y causan mucho daño en la psiquis, en los cuerpos, en la pérdida del goce, en situaciones derivadas de estas cirugías como infecciones, incontinencia. Creo que es un llamado de atención a la medicina y a la psicología, porque hay que pensar a ese niño en su totalidad, y sin perder de vista que va a ser un adulto.

Me imagino que después de la publicación del libro te han llegado algunas historias. ¿Cómo ha sido la recepción por ese lado?

Me han llegado muchísimas historias. Una persona, por ejemplo, que había pasado por algo similar y se encontraba por primera vez con un testimonio de alguien que le había pasado algo parecido. Somos personas que guardamos un secreto y somos muchas, y ese secreto lo guardamos para tranquilidad del otro, y llegó la hora de poder hablar, de poder contar. Y exponiéndome, y exponiéndonos como colectivo intersex, podemos llamar a otros a salir de ese silencio, de esa oscuridad. Cuando encontrás que no estás solo, te sentís mucho más amparado. Y lo que me pasó, al develar este secreto, fue recibir puro amor. Entonces esa monstruosidad que creía que tenía guardada, la corté y fue precioso. Y es un llamado a esas personas que guardan secretos tan pesados, de lo bien que hace hablar, poder comunicarse y aliviar ese dolor.

Uno de los hilos conductores del libro es ganarle al silencio, al secreto que se impone.

Sí, creo que de la forma en que estas situaciones se mantienen en el tiempo es a costa del silencio y el sufrimiento de un montón de personas, incluso de mi familia. Mis padres hicieron todo lo que les dijeron los médicos y sus vidas quedaron suspendidas. Eran personas de clase media, profesionales, pero que en su vida se hubiesen imaginado pasar por algo así. Y no es justo que una familia vea su vida interrumpida por algo que es pura cosmética. ¿Hasta donde tiene que padecer un cuerpo para encajar en una sociedad cada vez más individualista, cada vez más inquisidora? Es el momento de aceptar los cuerpos diversos y abrazarnos. Ya sufrimos mucho como sociedad para seguir dividiéndonos en ese sentido.

¿Cómo cambió tu vínculo con tus padres después del libro?

Pude amarlos, con sus limitaciones, y entendiendo que hicieron todo lo que los médicos les dijeron, como tantos padres. Este libro es un agradecimiento a ellos y es poner en palabras lo que los padres llegan a hacer por sus hijos para que sean felices. Y en mi caso lo lograron, yo soy una persona muy feliz y tuve una infancia muy feliz gracias a ellos, más allá de todas las situaciones que relato en el libro. Porque su vida quedó suspendida y la de mis hermanos también, quedaron suspendidas para que yo tuviese la mejor calidad de vida posible.

¿Cómo fue el ejercicio de reconstruir memorias, tanto propias como de otros?

Pienso mucho en escenas, y las reconstruyo. Miro por ejemplo las fotos y entrevisto a quienes están ahí para poder recrear esas situaciones. Entrevisté a muchos familiares, es muy loco, porque hablás con tu familia para que te cuenten tu propia vida. Entonces al final no es solo mi historia, es la historia de toda mi familia, poniéndola en contexto –yo nací en dictadura, algo que en Argentina es muy fuerte– y reconstruyendo la memoria. Es un libro colectivo, es de toda la familia, fue un rompecabezas armado con los retazos que daba cada uno, y se sacaban el silencio de encima, era muy liberador, hubo mucha felicidad no solo porque el libro se publicara, sino por lo que fue contar la historia

¿Cuál fue el mayor cambio en tu vida después de escribir el libro?

Mucha aceptación de mi cuerpo, mucha más confianza en mí. También en el día a día, tener un vínculo más fuerte con amigos, con mi pareja, con mi familia. Cambió la manera que tengo de verme a mí misma, y es muy hermoso. Siento mucha paz.

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