Te tengo una buena noticia: hoy es viernes. Y espero que hayas llegado triunfante al final de la semana. También te tengo una pregunta: ¿Cuántas veces salís a recorrer tu ciudad?
Estos días de calor desmedido y desubicado me presentaron la oportunidad de transitar Montevideo con más calma, intentando retener la sensación del sol en la cara la mayor cantidad de tiempo posible. Nos lo habían advertido: no iba a durar mucho.
Caminar por la ciudad, observar su forma y su movimiento es una de mis actividades favoritas. Recorrer calles y avenidas, mirar sus edificios y los cambios en el paisaje, adentrarme en librerías, viveros, cafés y ferias. Perderme un rato en la cotidianeidad de esta ciudad que próximamente cumplirá 300 años.
Pero lo que pasa con las ciudades (o, mejor dicho, una de las tantas cosas que pasan en las ciudades) es que están atravesadas por vidas, experiencias y memorias emotivas que le imprimen significados intransferibles. Esa sensación melancólica de volver a la calle de la infancia, a la esquina de un primer beso o la vereda de una separación.
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