Cuatro habilidades (y cinco libros) para liderar en tiempos inciertos

En la obra publicada en 2022, Kissinger aclara que “el liderazgo es aún más esencial en las transiciones”. Y efectivamente hoy estamos viviendo un momento de profunda transición, entre un mundo analógico y otro digital, entre un mundo que concebía al trabajo como su principal ordenador y otro que no, entre un mundo de la segunda revolución industrial y otro de la cuarta.

En este mundo en que vivimos, la incertidumbre parecería ser la norma. El problema es que estamos tan acostumbrados a buscar la certeza y la estabilidad, que hoy nos cuesta asumir que esos tiempos probablemente nunca más vuelvan. Nos es dificil pensar en un contexto en el que todo cambia demasiado rápido. Y, sin embargo, es imprescindible empezar a pensar en términos de la incertidumbre y la inestabilidad constante como la regla.

Según el Foro Económico Mundial, en su informe sobre futuro del trabajo publicado en abril del 2023, de aquí a 2027 el 44% de las habilidades esenciales que se requieren para liderar se transformarán. Esto quiere decir que si tuvieramos un set de 10 habilidades que consideramos fundamentales para tomar mejores decisiones en nuestros trabajos, al menos 4 de ellas dejarán de ser relevantes, y tendremos que reemplazarlas por otras. En tan sólo cuatro años. El reloj corre.

Cuatro habilidades para 2027

Ya sabemos que vamos a tener que incorporar - al menos - cuatro habilidades de aquí a 2027, por lo que hoy me gustaría compartirte algunas de las que creo que son esenciales para los tiempos que corren. Pero además, quisiera recomendarte cuatro libros para profundizar un poco más en cada una de ellas.

La primera de ellas es la adaptabilidad. Cuentan que durante casi seis décadas la Cocacola en botella de vidrio costó cinco centavos de dólar. En el medio pasó la Primera Guerra Mundial, el crack del 29’, la gran depresión, y toda una serie de transformaciones a nivel político, económico y social. Pero aparentemente, actualizar el valor del producto iba a significar cambiar todas las máquinas expendedoras que sólo aceptaban monedas de cinco centavos de dólar. Fue así que, después de la Segunda Guerra Mundial, la FED recibió el pedido de acuñar - y estuvo a punto de hacerlo - una moneda de siete centavos y medio.

La historia suena ridícula, pero en realidad no es otra cosa que lo que hacemos los humanos todo el tiempo: intentar que el entorno se adapte a nosotros, en lugar de adaptarnos nosotros al entorno. En un contexto tan cambiante, esta actitud puede ser la clave para dejarnos afuera del sistema. El pensador libanés Nassim Taleb describe este fenómeno de una forma exquisita en su libro Antifragil.

La segunda habilidad es la amplitud. Durante años nos han dicho que si queríamos ser buenos en algo, teníamos que especializarnos y estudiarlo o practicarlo al punto de casi no hacer otra cosa que eso. Recientes estudios han demostrado que la amplitud de disciplinas y conocimientos permite generar profesionales más innovadores y destacados. Ya que la combinación entre distintas experiencias es lo que nos permite salir de la caja e innovar. 

David Epstein publicó en 2019 su libro Range, en el que busca desmitificar la idea de que este es un mundo para especialistas, y no para generalistas.

Y hablando de Roma, justamente la tercera de las habilidades que quiero destacar hoy es la innovación. Para muchos, un cliché del siglo XXI, y en parte puede que así sea. Innovar forma parte de ese universo de mandatos y palabras que de tanto repetirse terminan por quedar vacías y perder sentido. Frans Johansson, un investigador hijo de un matrimonio entre un sueco y una afroamericana, dedicó su vida a entender este fenómeno y llegó a la conclusión de que la innovación sucede en “las intersecciones”. Es decir, en aquellos espacios donde se combinan saberes, culturas, discipilas o experiencias de una forma más o menos horizontal. Conocimiento que plasmó en profundidad en su libro El Efecto Medici, que hace referencia justamente a la familia de banqueros que gobernó Florencia en pleno auge renacentista, transformándola en una ciudad altamente innovadora gracias a que combinaba el saber de distintos especialistas en artes, filosofía, literatura, o política de toda la península itálica. 

La cuarta y última habilidad es quizás la más contraintuitiva de todas: desaprender. Muchos del otro lado se horrorizarán por esto que estoy diciendo, pero en el siglo XXI desaprender es casi tan importante como aprender. Y, de hecho, una no puede realizarse sin la otra. En un mundo donde todo cambia tan rápidamente, no solamente tenemos que aprender cosas nuevas, sino también dejar atrás formas antiguas o obsoletas de hacer las cosas que en algún momento tomábamos por buenas. El famoso esto siempre se hizo así, es un mantra que se repite cada vez más cuando se trata de incorporar innovación a las organizaciones, ya sea públicas, privadas o del tercer sector. Una especie de falacia conservacionista que dificulta la incorporación de nuevas tecnologías o procesos por la incapacidad de desaprender.

El libro de referencia para conocer mejor por qué desaprender puede - incluso - salvarnos la vida, es Think Again del profesor de la Universidad de Pennsylvania, Adam Grant.

Es la capacidad de desaprender.
Y es que, toda crisis es, en el fondo, una crisis de liderazgo.