Fernando estaba en su oficina cuando uno de los empleados le avisó que se escuchaban “ruidos raros” en el frente de la
farmacia Atahualpa. Fue hasta el lugar indicado y notó que uno de los avisos luminosos ubicados en el exterior del edificio estaba colgando. Luego de eso, “todo fue un segundo”. Ordenó a los otros tres empleados que salieran del lugar y de inmediato el techo comenzó a desplomarse justo delante de sus ojos. “Después fue imposible hablar”, contó a El Observador Fernando Faccio quien, junto a su hermano Diego, dirige la farmacia de Millán y Reyes, que se derrumbó la noche del pasado domingo.
“Estaba en casa cuando me llamó la encargada para decirme que se había derrumbado la farmacia. Nunca me imaginé esto. Parece que hubieran puesto una bomba”, sostuvo Diego mientras miraba cómo los obreros retiraban ayer los escombros desparramados por la vereda.
“El derrumbe es una gran pena para el patrimonio”, por su “valor contextual, como parte del tejido urbano del barrio”, dijo William Rey
El lugar era un ícono para el barrio. El edificio se construyó en 1850, casi 20 años antes de que Atahualpa fuera fundado como un pueblo y mucho antes de ser barrio, contó Fernando. Más de medio siglo después, la familia Faccio fundó la farmacia que pasó por otros dos locales (ubicados en otras dos de las cuatro esquinas que tiene la intersección de las calles Millán y Reyes) antes de establecerse en la antigua casona, 20 años atrás.
“Cuando se compró esto, a la vista, nadie pensó que tenía posibilidades de sobrevivir”, contó Diego al recordar el momento en que su familia adquirió el edificio y, casi de inmediato, fue declarado patrimonio nacional. Dado la situación, el reciclaje fue inmediato y su mantenimiento una constante. Tanto que, la semana anterior al derrumbe, la familia había estado pintando la fachada para borrar los grafitis.
Al día de ayer, los arquitectos continuaban estudiando los motivos del derrumbe. Para Diego, el hecho es casi inexplicable ya que nunca habían tenido indicios similares. La única parte que salió ilesa fue el museo, que también resguardaba el edificio y la única parte que no cubría el seguro.
Por el momento, la idea es trasladarlo al living de la casa de Fernando, que es casi lindera al edificio en ruinas. Mientras tanto, la farmacia continuará funcionando en un local que está al lado del supermercado de Tienda Inglesa, ubicado sobre Luis Alberto de Herrera. Desde ayer se está atendiendo al público y recepcionando las llamadas, manteniendo el antiguo número telefónico.
Valor contextual
“El derrumbe es una gran pena para el patrimonio”, no porque sea una pieza única pero sí por su “valor contextual, como parte del tejido urbano del barrio”, dijo a El Observador, el expresidente de la Comisión de Patrimonio, William Rey.
El arquitecto dijo que al día de hoy no existe un seguro patrimonial que respalde este tipo de
accidentes, por lo que el futuro del edificio dependerá del informe que realice
Bomberos y un posterior estudio de la situación resultante. “Evidentemente, por el tipo de pieza, corresponde hacer una evaluación económica y ver qué es lógico hacer en este caso”, agregó.