Hemos compartido ya varias notas de este blog. Agradecido, leí con gusto algunos comentarios de lectores. Sé que los muy jóvenes piensan que esto de hablar de modales es una restricción a la libertad. Hay muchas maneras de convivir y, para mí, es lindo compartir. Tengo el convencimiento firme y afirmo que seguirá siendo elegante no masticar con la boca abierta, no inclinarse excesivamente sobre el plato al comer, considerar que los cubiertos en la mesa no son lápices, que la servilleta no es algo superfluo y que cuando estamos reunidos, lo hacemos con deseos de compartir unos momentos muy entrañables.
Los tratamientos están presentes en la vida cotidiana. Me llama la atención la silenciosa invasión que sufrimos por medio de algunos programas televisivos de la otra orilla del Plata. Así me lo confirmó una madre de familia. Ella, por ejemplo, había ido a un restorán junto con su marido. El mozo los saludó cordialmente y preguntó después qué iban a comer. Siguiendo las siempre vigentes normas del buen gusto, el esposo trasmitió la elección hecha por su mujer. De inmediato escuchó un: "Y, usted, caballero, ¿qué se va a servir?" Es algo que no es nuestro. Un "señor" no ha pasado de moda.
Los usos sociales son muy variados entre nosotros. Por eso me adelanto a algunos tratamientos que usamos. A los médicos nos dirigimos de "doctora" o "doctor" y no se nos ocurre decirles señora doctora o señor doctor. En cambio, para una embajadora o un embajador nos parece bien decirles "señora embajadora" o "señor embajador". A ellos les debemos aplicar el mismo tratamiento que damos a los profesionales. Diremos entonces "el Embajador Cava asistió a la conferencia en EL OBSERVADOR". En la recepción de un hotel, en un restorán, en el trato, son siempre "embajadora" o "embajador".
Mantuve durante varios años un programa radiofónico y recibía las más variadas inquietudes. Aunque no soy antediluviano existen normas de comportamiento que no cambian. Una oyente hizo llegar una pregunta. Deseaba saber cómo proceder cuando en un cóctel o en una reunión hay un grupo de señoras y señores conversando, sentados en sillones y se presentan unos caballeros. En principio, las damas no se levantan. De todas maneras, el sentido común vendrá en ayuda y dirá si es conveniente hacerlo. Puede suceder que el recién llegado sea mayor, ocupe algún cargo en la vida cultural o política del país, etc. En cambio, los caballeros nos pondremos siempre de pie.
Hay un tema muy simpático que viene de lejos. Lo hemos aprendido de muy pequeños y distinguimos la derecha de la izquierda. Fui testigo de un pequeño accidente sucedido en una clínica. Un chiquito se había dado un buen golpe. Una revisión oportuna desechó la gravedad y el padre para entretenerlo, jugó un buen rato con el hijo haciéndolo caminar por la derecha y por la izquierda. En el comportamiento, la derecha viene a nuestro encuentro. ¿Por qué estrechamos la mano derecha cuando saludamos? Procedemos así en recuerdo de los tiempos cuando se llevaban armas. Nosotros, como no vamos armados, ofrecemos la mano derecha despojada para saludar.
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