Aunque el género campea hace décadas, en los últimos años la fiebre de las series y películas biográficas sobre bandas o músicos se consolidó como una forma útil de capitalizar las “marcas” de estos artistas, tanto de parte de ellos mismos como de una industria siempre ávida de billetes. Y aunque en la región se habían dado algunos coqueteos, como la película de Gilda que protagonizó Natalia Oreiro, hasta ahora ha sido un fenómeno más anglosajón. Este miércoles 26, sin embargo, Netflix estrenó El amor después del amor, la anticipada serie biográfica sobre Fito Páez que trae este esquema narrativo al Río de la Plata, con sus cosas buenas y sus cosas malas.
Y es que la serie no se despega para nada del molde tradicional de este ¿género?, al punto que empieza con el manido recurso del artista, ya consagrado, saliendo a escena para un show histórico (en Bohemian Rhapsody, por ejemplo, era el Live Aid, aquí es la presentación del disco que da nombre a la serie en el estadio de Vélez), y cortando a un flashback antes de que el artista empiece a cantar. Y termina con el texto sobreimpreso que nos cuenta en unas pocas edificantes frases algunos de los hitos vitales y profesionales del artista en cuestión.
En el medio de esos dos extremos hay ocho episodios de entre 35 y 45 minutos que resumen a vuelo de pájaro los primeros treinta años de vida y trayectoria de Páez, dando la sensación de que esto podría haber sido una película y funcionar igual.
Ese ritmo de página de Wikipedia actuada le da un ritmo ágil y entretenido a una serie que además tiene muy buenos valores de producción, momentos altos en el guion, y actuaciones que aunque como suele pasar en estos casos tienen algo de imitación, son certeras.
Con sus inicios profesionales en la escena rockera de Rosario durante los años de la dictadura militar como punto de partida, y la grabación y publicación de El amor después del amor como meta, la narración avanza durante esos doce años con la velocidad de una canción punk, saltando de forma recurrente a la infancia de Fito Páez para ilustrar cómo eventos de sus primeros años repercutieron en su vida adulta: desde el trauma de la pérdida de su madre cuando era un bebé, hasta la relación con un padre severo y acartonado –encarnado por Martín “Campi” Campilongo– que sin embargo impulsaba el gusto y el variado paladar musical de su único hijo.
Esas transiciones temporales son los separadores del relato principal, que tiene la clara estampa de una “historia oficial” de Páez. Tan oficial es, que el responsable de la serie es Juan Pablo Kolodziej, productor audiovisual, mánager del músico, y cuñado del artista.
Como tal, es un relato bastante protocolar, donde se muestra la versión del músico y lo que él deja que se cuente, sin rarezas, excentricidades ni giros peculiares. Aunque la serie tiene sus méritos narrativos, no rompe esquemas ni se mete en el mundo más personal de Páez. No transmite en su narración cómo funciona la mente del rosarino, ni traslada el universo de su obra a la recreación histórica, como hacen algunas de las series o películas biográficas más interesantes (I’m not there, sobre Bob Dylan, por poner apenas un ejemplo).
Eso es una lástima, porque se deslizan en el guion algunos momentos más atrevidos, como una alucinación de Páez durante una noche de desvelo en su casa donde imagina una bola brillante sobre su piano, pero al final gana lo más racional. Al punto que en algunos tramos, la serie se convierte en un batiburrillo de grabaciones, shows en vivo, noches de desbunde y reuniones en oficinas de discográficas salpicadas por apariciones del niño Fito teniendo un momento tierno con su padre o su abuela.
Más allá de lo impersonal que la serie es en algunos momentos, suma muchísimos puntos cuando se enfoca en los vínculos que marcaron el primer tramo de la vida de su protagonista. Es allí donde están los elementos más atractivos y que más sustancia dan a El amor después del amor, al punto que de alguna forma el mensaje que termina quedando es el rol que tuvieron esas figuras en hacer de Páez quien es hoy.
Por un lado, las relaciones familiares, sobre todo su relación sobria pero tierna con su padre, por otro, sus amistades con íconos como Juan Carlos Baglietto, Charly García (es imposible no pensar que su vida amerita una serie propia desde el primer momento que aparece) o Luis Alberto Spinetta, y sus romances con Fabiana Cantilo, primero, y con Cecilia Roth, después (del amor).
Hasta que la inteligencia artificial permita poner las caras de las figuras reales encima de los cuerpos de actores y recrear escenas de sus vidas, seguiremos dependiendo de actores de verdad. Auxiliados por el maquillaje y el peinado, que incrementan lógicamente los parecidos, el trabajo del elenco, y sobre todo de Andy Chango como García, Daryna Butryk como Roth y Micaela Riera como Cantilo, además del de Iván Hochman como Páez, trascienden la burda imitación o la noción de que estamos viendo a alguien “disfrazado de”.
Además de un gran trabajo corporal para captar gestos y movimientos de las figuras que interpretan, sus trabajos logran dar peso a las interacciones, sobre todo a aquellas más íntimas y personales donde la serie logra ser encantadora, a la vez que más contundente.
Es con lo personal que la ficción de Netflix también logra bajar a lo más oscuro de la biografía de Páez, con una sucesión de tragedias familiares –que no vale la pena revelar en caso de que no se conozca de antemano– sumen al artista en una depresión y una bola de trauma y decadencia, en un proceso que desemboca en la sanación del disco que da título a esta obra.
El gran problema de esta serie es que por fuera del relato de esos eventos, los más personales y únicos de la vida de Páez, que permiten dar una trayectoria de ascenso, caída y renacimiento maravillosa para un relato de ficción, el resto se sume en el esquema tradicional de este tipo de historias de artistas famosos y exitosos sin dar el salto que la separe del resto.
Aunque le falta el último golpe para dar el nocaut, esto no quiere decir que El amor después del amor no sea eficaz, entretenida y que no valga la pena. Logra cumplir con todo eso, y contar una historia muy sólida, bañada además de buena parte de los hits de Páez, sin ser solamente para el público más fanático o empapado de conocimiento fitológico. Es un viaje por un camino que ya recorrimos mil veces, pero es un viaje agradable y confortable.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá