Cuando el empresario argentino Miguel Dayán desembarcó en San José y Florida, casi que en el patio trasero de dos históricos palacios montevideanos —Estévez y Salvo—, vislumbraba una zona estratégica. Era fines de la década del '70 y sobre Plaza Independencia estaba en obras lo que se suponía sería el Palacio de Justicia. Pero en 1982 quebró la "tablita" y, tras librarse a las reglas de la oferta y demanda del mercado, el precio del dólar se disparó con una brusquedad sin precedentes.
Para quienes habían reservado a crédito su lugar en el edificio se hizo imposible sostener los pagos. Los que ya habían comprado su espacio pasaron a reclamarle resultados, y para el empresario comenzó un círculo vicioso del que nunca logró salir hasta su muerte a mediados de los '90 en Buenos Aires. En 2009 el entonces presidente Tabaré Vázquez mudó su oficina a la flamante Torre Ejecutiva, pero el esqueleto gris de la cuadra de abajo continuó inacabado, hasta hoy.
Dos años atrás la administración del intendente Daniel Martínez resolvió expropiar la estructura abandonada, compensando una deuda que tras 40 años de impago engrosó US$ 27 millones. Con el visto bueno de la Junta Departamental inició el trámite administrativo, a lo que siguió un decreto para la toma urgente de posesión. Según supo El Observador, la Intendencia de Montevideo (IMM) está aguardando a que se levante la feria judicial —prorrogada por la Suprema Corte de Justicia hasta el 14 de mayo— para hacerse de la propiedad.
¿Qué sucederá una vez que los juzgados vuelvan a la actividad? La expropiación de parte de la comuna implica desalojar a los dos ocupantes actuales del edificio. A raíz de la feria judicial se suspendió el plazo para que se retiraran del lugar, que se vencía el 7 de abril. Por tanto, una vez que se levante el período de inactividad, el edificio deberá quedar vacío. Al mismo tiempo la comuna iniciará otro proceso de cara a la escrituración, que puede llegar a tardar varios meses.
Desde la IMM dijeron a El Observador que los ocupantes actuales serán realojados "una vez que esté resuelta su propuesta habitacional", condicionada a los retrasos generados por la pandemia. Una vez que la estructura quede en manos del gobierno departamental, comenzarán los cateos para evaluar sus condiciones.
"Acá era la zona mayorista de antes, lo que es hoy el barrio de La Comercial. Acá estaban todos los exportadores. Había mucho empleo, un bar en cada esquina, y todos funcionaban", recuerda Nilson Cameán, un relojero de oficio que desembarcó en el lugar en 1984, una época en que el esqueleto sin paredes ya acaparaba la esquina y luchaba por volver al ruedo tras la crisis económica.
El pasado mayorista inspiró el nombre de la galería, importado desde la icónica distribuidora santafesina de El Once Mayorista. Incluso en su auge, los vecinos más añosos reconocen que el lugar nunca logró repuntar por lo angosto de los puestos. Hoy la galería semidesierta atraviesa el padrón que discurre como un túnel entre dos edificios. A la izquierda está una estructura habitada con 70 apartamentos y cocheras. A la derecha hay una de iguales características, solo que con siete pisos de construcción inconclusa y ocupaciones irregulares.
Esa es la parte expropiada por la IMM, mientras que la de al lado aún padece las secuelas del vecino proyecto trunco. Una de ellas es el hecho de que hay un solo ascensor para 70 apartamentos. Es que en el pozo del que debería haber sido el segundo elevador, el empresario Dayán dio lugar a las instalaciones eléctricas del segundo edificio a comienzos de los '80.
A pesar de las frustraciones, el comerciante Cameán mantiene buenas memorias del emprendedor argentino. "Miguel era un flaco macanudo, un veterano bien que iba a Buenos Aires y me traía algún whisky o encarguecito. Era siempre muy accesible, si había que arreglar alguna cosa, lo hacía. Iba cada dos meses, estaba un mes acá". La última vez que lo vio fue antes de su vuelta al país de origen, de la que nunca retornó. A las semanas se enteró que había fallecido de un infarto.
La etapa más complicada de la esquina abandonada fue en la década de los 90'. Empezó con una ocupación de lo que ofrecía entonces un refugio para delincuentes. Los vecinos recuerdan las corridas sobre la nochecita y la escondida rápida entre los pisos vacíos del edificio oscuro, luego de haber manoteado alguna cartera en la cuadra o Plaza Independencia. Una memoria indeleble para los más viejos fue la vez que la policía allanó el lugar, y la imagen de las decenas de carteras y documentos de identidad desperdigados en un subsuelo.
"Era una zona medio complicada por la noche, porque eran los dueños de la calle. Además habían gurises que venían y te metían la pesada", relata Cameán. "Había muchas muchachas y muchachos que se drogaban todo el día, se metían con la gente desde el primer piso, le decían cosas. No era agradable", plantea el comerciante, que lleva la cuenta rigurosa de los dieciséis robos que sufrió en esa galería. El parteaguas fue la vez que le hicieron un boquete desde la terraza y le vaciaron el local. A partir de eso mudó al puesto, pasó solo a reparar relojes en vez de venderlos y empezó a trabajar armado.
La situación volvió a complicarse cuando en 2017-2018 se instaló una boca de drogas. Fue en el marco de los operativos Mirador coordinados por Gustavo Leal —entonces director de Convivencia del Ministerio del Interior— que lograron desarticularla junto a otros puntos conflictivos del Centro y la Ciudad Vieja. La inseguridad cesó con la instalación de cámaras de videovigilancia
Hoy el edificio tiene dos ocupas, que según los vecinos "trabajan y no molestan a nadie". El despliegue policial y el prejuicio hacia el lugar, afirma una de ellas, afectó su puesto de comidas montado en la esquina.
El futuro del esqueleto céntrico está en manos del departamento de Cultura de la IMM, encabezado por la periodista María Inés Obaldía. "El objetivo principal es recuperar el bien para integrarlo a la trama urbana a través de un edificio de calidad para revitalizar la zona", contestaron desde dicha repartición. El predio expropiado de 375 m2 y siete pisos de altura ha sido testigo del desarrollo del entorno, primero con la inauguración de Torre Ejecutiva y luego de la moderna sede del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
Es a su vez vecino de un monumento histórico nacional, ubicado a su costado sobre San José, en el que supo vivir la poeta Susana Soca. La casa, hoy venida a menos, también es administrada por la IMM, tras haber pertenecido a la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). "La intendencia cumple en inspeccionarlo y evalúa propuestas acordes a la jerarquía", sostuvieron desde Cultura.
A sus 63 años, Cameán dice estar a ocho meses de jubilarse. "El día que hagan algo, no voy a estar acá. Cuando me jubile, que hagan lo que quieran".
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