“¿Porqué se ríe y saca la lengua cuando festeja papá”? me preguntó mi hija Flor después del gol que a inicio de junio Antonio Pacheco le convirtió a Cerro Largo. Para mi pequeña era la primera vez en el estadio y para el 8 aurinegro la primera conquista después de una fractura que lo alejó siete meses de las canchas y bien pudo dejarlo fuera para siempre teniendo en cuenta su edad y la gravedad de la lesión . “Porque es feliz, es un jugador de dibujitos animados” le respondí sin mucha vuelta y haciendo mía la caracterización que un joven comentarista radial realizó del ídolo aurinegro una tarde de mediado de los años 90 cuando el crack mirasol empezaba a enronquecer gargantas jugando en primera al lado de otro ídolo del club del cual aprendió muchísimo, Pablo Javier Bengoechea Dutra.
Pacheco, el que hizo tres goles no en una práctica sino en una final y le dio al equipo de sus amores una vuelta olímpica después
de tres años y se convirtió en uno de los máximos goleadores históricos del club de las once estrellas .Ese que es feliz por el solo hecho de jugar
profesionalmente al fútbol y de hacerlo en el equipo del cual es hincha y al que llegó cuando era imberbe. Por eso cuando terminó el partido con Defensor un rival lo fue abrazar y felicitar a pesar de la amargura de la derrota. Es que el jugador es admirado no solo porlo que es dentro sino fuera de una cancha de fútbol, lo que también importa en este tiempo de fugaces héroes con pie de barro y de valore$ esfímeros. El mismo al que a diario esperan legiones de fanáticos en Los Aromos para conseguir un autógrafo, los que firma sin reparar si son niños jóvenes o abuelos y que tiene entres sus amigos y socios al ídolo del tradicional rival Alvaro Recoba porque entiende que la rivalidad termina dentro de la cancha de juego y la vida va mas allá de la pelota. A quien esto firma es el último jugador que le arrancó una sonrisa de una cancha de fútbol tal vez porque comparto que la vida no se termina dentro de las líneas de cal y que el es un juego donde hay tres resultados posibles
Seguro que, como Roberto Fontanarrosa, si pudiera elegir un cielo el de Pacheco tendría muchas canchitas de fútbol.
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