Anna vive con sus padres en el norte de Londres y tiene un hermano mellizo, a quien llama “un chico de verdad”.

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El largo proceso de transición de género para una mujer británica

Después de seis años de lucha, Anna Drew pudo ser quien es: una persona que decidió afirmar su identidad como mujer transgénero
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09 de enero de 2024 a las 05:03

Fueron seis largos y conflictivos años, donde tuvo que sufrir una infinidad de ataques tanto verbales como físicos. Pero ahora, Anna, una británica de 22 años que inició por entonces el camino de la transición para afirmar su identidad de mujer transgénero, dice a la agencia de noticias AFP una frase tan sencilla como verdadera: “Simplemente no era yo”.

Sonriente, dice “mi nombre al nacer fue Andrew. Ahora me llano Anna Drew. Conozco a mucha gente que cambió de género que dice que la antigua persona que era está muerta. Pero para mí, Andrew todavía está ahí, muy dentro mío, pero no soy yo”.

El estudio publicado en enero de 2023 de la Oficina Nacional de Estadísticas británica (ONS, por sus siglas en inglés) señala que “alrededor del 1% de los jóvenes de entre 16 y 24 años en Inglaterra y Gales afirmaron sentir que su género es diferente al que les asignaron al nacer”.

Y ese es el caso de Anna, que vive con sus padres en el norte de Londres y tiene un hermano mellizo, a quien llama “un chico de verdad”.

Por las mañanas, Anna trabaja en una peluquería de su barrio; dos noches por semana, actúa como bailarina en clubes nocturnos del centro. Cuenta su historia y posa para las fotografías para, como dice orgullosa, “facilitar las cosas a las personas que tuvieron que afrontar mi misma experiencia”.

“Hay muchísimas personas completamente normales que son transgénero. Podría ser tu profesor favorito, tu peluquero, el muchacho que trabaja en el comercio de la esquina”, dice, señalando la cotidianidad de la cuestión del cambio de género que suele estar en el centro de acaloradas disputas tanto en Reino Unido como en otros lugares del mundo.

Por ejemplo, en Escocia, donde el Parlamento adoptó a finales de 2022 una ley que facilita el reconocimiento legal de la reasignación de género, pero fue bloqueada por el gobierno conservador británico.

A los 14 años, cuando todavía era Andrew, asistía a una escuela judía “bastante conservadora” y para las fiestas se disfrazaba de drag queen. Una noche, cuando llegó a su casa y estaba quitándose la peluca y el maquillaje, comprendió que debía comenzar a transitar el camino de su cambio de género. El primer y fundamental paso fue anunciarles a sus padres que era gay.

“En el espejo ya no me reconocía”, dice. Y cuenta que su segunda decisión fue a los 16 años, cuando pidió, primero a sus amigos y después a sus padres, que la llamaran Anna. “Entonces, de repente, me sentí yo misma”, sonríe.

Aunque sus padres aceptaron su transición, nunca fueron a verla bailar en los clubes trans, donde aparecía en el escenario frente a un público casi exclusivamente masculino.

Los comentarios transfóbicos que debe escuchar por la calle casi todos los días, no variaron. Entonces sonríe y desarma a los críticos. “Nunca voy a dejar que me arruinen el día”, señala.

A pesar de eso, tuvo que lidiar con varios. Una noche de principios de 2023, un hombre le arrancó la peluca, la golpeó y la escupió en la cara. “Quedé con un ojo en compota y el ego herido”. Pero no hizo la denuncia en la Policía. “Comprendí que molesto a esta gente simplemente porque existo”, dice.

Anna comenzó a tomar hormonas hace tres años, a los 19. Y a aplicarse un gel en el cuerpo todos los días. “Es casi como una segunda pubertad a los 22 años. Mis rasgos faciales se suavizaron, las caderas se ensancharon y la grasa se distribuye de manera diferente. De modo que, poco a poco, me voy convirtiendo en la mujer que quiero ser”, señala, y agrega que está ahorrando dinero para colocarse implantes mamarios.

El tratamiento hormonal de Anna es recetado y financiado por una organización benéfica privada, ya que hace varios años, escribió solicitándolo al sistema de salud pública (NHS) y jamás obtuvo respuesta.

Aún queda que Anna inicie el burocrático camino de los expedientes administrativos para cambiar su estado civil. “Para eso hace falta mucho tiempo –dice–. Todo arranca con la idea de un documento y en medio te das cuenta de que hay siete pasos antes de poder obtenerlo”.

De todos modos, vuelve a sonreír: “Socialmente, mi transición ya está hecha. Todo el mundo habla de mí como mujer, por lo que a veces me olvido de la importancia del aspecto legal”. Por eso, no le importa que su pasaporte todavía lleve su antiguo nombre. Sabe que, cuando debe viajar, volverá a llamarse Andrew apenas por un ratito. El escaso tiempo que le lleve a Anna subirse al avión.

 

(Con información de AFP)

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