José Alberto Mujica Cordano, el ex guerrillero que pasó 12 años de su vida preso , el floricultor chacarero que intentó sin éxito cambiar el mundo con un fierro en la mano, se insertó en la vida política hasta convertir a su sector, el MPP, en el más votado y catapultar a la izquierda uruguaya al gobierno nacional por primera vez en la historia en 2005 y acceder a la presidencia en 2010 a fuerza de una popularidad aplanadora, decidió por estos días sacarse el traje de bolichero y filósofo de escala planetaria para gobernar como lo mandató la población a través de los votos.
La decisión de autorizar a la planta de celulosa de UPM a aumentar su producción a cambio de incrementar aún más los controles ambientales (temperatura y nivel de fósforo del agua que vierte al río Uruguay, entre otras) que ya son de los más exigentes del mundo importa no solo por los 6 mil puestos de trabajo que se podían perder sino por la futuras inversiones de la propia empresa o de otras de similar porte. Es decir: trabajo para los uruguayos.
Se puede decir, como dijo un periodista en la redacción del diario, que un año antes de terminar su mandato Mujica asumió la Presidencia; o si le gusta más, se sacó el traje de Pepe y se calzó el de presidente al tomar una decisión jugada que crispó a la patota kirchnerista que gobierna del otro lado del Plata
La decisión no logrará tapar la negligencia del actual gobierno en asuntos caros al ciudadano de a pie como la seguridad o la educación, pero haber negado la autorización habría significado una mancha negra para el sector forestal que ha sido uno de los pocos en los que las políticas de Estado se mantuvieron en los últimos 25 años sin importar el color político del gobierno de turno.
Posiblemente el asunto genere problemas con la patria peronista cuya presidenta Cristina Fernández, ahora convaleciente, está en campaña electoral –por eso amenazó con denunciar a Uruguay otra vez en la Corte internacional de La Haya- y los piqueteros de Galeguaychú vuelvan a cortar los puentes afectando el turismo. Tal vez el asunto hasta sea mérito de cánticos de los hinchas futboleros que concurran al partido mundialista Uruguay- Argentina del 15 de octubre. Tal vez.
Pero al finalizar esta semana el mandatario fue consecuente con su latiguillo de “como te digo una cosa te digo la otra”, se volvió a poner el traje de Pepe y amenazó con aplicar detracciones (impuestos a las exportaciones) a los empresarios del sector agropecuario.
El jefe de Estado arremetió contra los grandes productores que son pocos, unos 2.000 pero que tienen poder y se niegan a aportar para financiar la caminería rural del Uruguay profundo. “Las puertas se van cerrando y por la ceguera de los productores se irá hacia detracciones”, disparó.
La amenaza de Pepe como forma de lograr cosas no es nueva. Al inicio del gobierno de Tabaré Vázquez en 2005, siendo ministro de Ganadería, Mujica reunió en su chacra de Rincón del Cerro a un grupo reducido de industriales frigoríficos y, vino y parrillada mediante, logró que accedieran a vender a los carniceros un corte de asado con abundante en grasa y hueso que pronto se popularizó como el asado del Pepe. Antes les hizo notar que podían perder la millonaria devolución de impuestos a las exportaciones.
Pepe tal cual es, para bien o para mal, no ha cambiado.
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