Tras el oasis que los chacreros tuvieron por las lluvias que hubo hace un mes –que además no beneficiaron por igual a todos–, se instaló nuevamente un escenario de déficit hídrico acumulado, sobre todo en la denominada zona núcleo de la agricultura nacional, ahora con dos semanas prácticamente sin precipitaciones, que ya han generado que muchos productores desistan en esperar la cosecha de soja y cedan las plantas como alimento para los ganados.
Si bien de descarta un resultado “catastrófico”, también se avizora la ausencia de altas productividades en el cultivo más expandido en la agricultura nacional, lo que genera desánimo en el sector, dado que buena parte de los pocos kilos de la oleaginosa que se estima serán cosechados ya están vendidos a valores sensiblemente por debajo de los hoy seductores US$ 500 por tonelada que se están ofreciendo.
Durante 2020, el último ejercicio completo y con base en datos de Uruguay XXI, los ingresos por comercialización de soja al exterior totalizaron US$ 748 millones, con una caída de 25% respecto a 2019, por lo tanto ese producto ha generado ya más de US$ 1.000 millones. El año pasado lideró en ese sentido la carne vacuna con US$ 1.585 millones y segundo quedó el ingreso por celulosa: US$ 1.101 millones.
Hoy el foco de los productores está en cómo sufren las plantas, los pronósticos que no dan lluvias a corto plazo y otro enemigo que está comenzando a incidir y generar gastos para su control: los insectos que se mueven a sus anchas en un ambiente extremadamente seco.
Edgardo Rostán, presidente de la Cámara Uruguaya de Servicios Agropecuarios, contratista, productor en la zona de Ombúes de Lavalle, explicó que en el marco de un déficit hídrico acumulado durante varios meses se logró que las plantas sobrevivan a enero, que siempre es un mes crítico, con un tamaño pequeño, para que la demanda por agua sea la menor posible.
A fines de enero y durante buena parte de febrero hubo lluvias en todo el territorio, de diversa magnitud, pero que en general fueron muy beneficiosas, generando lo que definió como un cambio “espectacular”.
“Recién ahí, como decimos en el campo, arrancaron los cultivos”, mencionó, aludiendo al impacto positivo de esos episodios de precipitaciones tan anhelados. “Fueron unos chaparrones muy lindos”, expresó.
Lamentablemente, ahora volvió la adversidad. “Los campos están incendiados, otra vez el déficit de agua es terrible”, afirmó. Van, en esa zona de Colonia, 12 días sin lluvias. “Apenas hubo alguna nube que descargó algo, poquito, y en cinco o seis kilómetros cuadrados”, informó.
Además de generar contratiempos graves en un momento clave del ciclo productivo, cuando sucede el llenado de granos en las chauchas y la demanda por agua es intensa, apareció otro enemigo: “El tema bichos estaba tranquilo, pero ahora estamos fumigando porque estamos tapados de arañuelas, nos están diezmando los cultivos”, mencionó.
Rostán dijo que las sojas se empezaron a marcar, que llegan las primeras horas de la tarde y las hojas se arrugan, como mecanismo de defensa ante el intenso sol y la elevada temperatura.
Este productor estima que para que la cosecha se active con regularidad faltan unos 45 días, porque dadas las dificultades que hubo desde la siembra todo se atrasó un mes o un mes y medio, lo que hace asomar en el horizonte otra complejidad: quedarán “pegadas” e incluso en algunos sistemas productivos “superpuestas” las labores de cosecha de cultivos de verano con las de siembra de los de invierno.
Nuevamente, los productores claman por lluvias. “Nos queda poca vida en las sojas, para una semana, estamos perdiendo producción y eso se suma a lo que ya se había perdido, ahora hay alguna lluvia anunciada para la otra semana (…), muy al límite”, lamentó.
Rostán estima que en las chacras en las que opera, teniendo en cuenta las sojas de primera y de segunda, tal vez logre un promedio de rendimiento de 1.800 kilos por hectárea, si es que la situación no se agrava.
Sobre el margen del negocio, explicó: “El que venda todo a los US$ 500 por tonelada de ahora precisa 1.200 kilos para cubrir los costos y tendrá una ganancia, pero mucha gente ya ha ido vendiendo, calzando negocios a valores muy menores que eso, yo hice alguna ventas a US$ 320, otras a US$ 410 o US$ 420 y solo un negocio hice a US$ 500 y la duda es si habrá granos para cumplir con todo eso y cuánto quedará para seguir vendiendo”.
Rostán, finalmente, dijo que la situación hacia el sur del litoral es complicada, pero que peor es hacia el norte.
Roberto Verdera, presidente de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos y gerente general de la cooperativa mercedaria Calmer, explicó por qué la situación se complicó en las úitmas semanas. “Esta zona (varias localidades de Soriano, básicamente, la zona núcleo de la agricultura nacional) es donde ha llovido menos”, alertó.
Detalló que cuando a fines de enero e inicios de febrero en varias zonas del territorio hubo precipitaciones acumuladas en el orden de los 300 mm, pero en su zona no superaron los 80 mm.
Hay lugares donde la situación a esta altura de marzo “es tremendamente fea”, por ejemplo, en chacras desde Mercedes al sur de Fray Bentos, pero también hacia Trinidad o hacia San José. La situación no es mala hacia el litoral norte, o hacia Colonia, estimó, aunque en todos los casos instó a “analizar caso por casa, chacra a chacra”.
Por otro lado, ha llovido de un modo muy errático, con mucha variabilidad, dijo Verdera, con casos de chacras donde cayeron 20 mm y a un kilómetro nada.
Esa variabilidad establece que haya casos de productores que ya decidieron no cosechar granos y enfardar la soja para uso como alimento para el ganado o directamente pastorear la soja, otros en los que se espera un poco más a ver si llueve y casos en los que llovió bien y habrá una producción al menos aceptable.
Verdera entiende que, dada la situación acumulada, los pronósticos con pocas lluvias y que marzo es un mes clave en el ciclo productivo, hoy es muy complicado avizorar un posible rendimiento promedio a nivel país, no obstante sí reflexionó que “no vamos a tener un año de productividad alta, pero tampoco será un año de catástrofe, sí será un año con resultados muy dispares según las zonas”.
Sobre el precio, “hoy es bueno, pero los primeros kilos que se tendrán se vendieron baratos, a un precio menor y hay que ver cuánto grano se tendrá para aprovechar los valores mejorados”, indicó.
Mencionó que en su caso vendió en su momento 500 kilos por hectárea con un precio que estaba de US$ 300 a US$ 330 por tonelada, y que luego cerró negocios por otros kilos a algo US$ 370 y otros a algo más de US$ 400, “pero esos US$ 500 capaz nos los puedo agarrar”.
También en ese caso, corresponde señalar que para conocer el resultado final de la zafra no se podrá generalizar, habrá que considerar empresa por empresa.
Sobre el tema plagas, dijo que hay incidencia ya de arañuelas y de trips (insecto), por ahora con poca chinche y lagarta, pero que en ese sentido el monitoreo es constante, dado lo seco del ambiente.
“Hay cultivos que, por el tema climático actual, ya se ven muy temprano en la mañana dados vueltos, algo que se suele ver a esta altura por las tardes”, concluyó.
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