El viejo uruguayo vive y lucha

“Mirá la rubia, todo lo que patea va para afuera¨. Tabárez, arrancá para el Promejora que se te agotó el camino”. Lugano, dedicate a hacer publicidades¨, “Aguirre de técnico ya!´. Esas fueron solo algunas de las frases que escuché vociferar en la redacción de El Observador durante el último partido en el que el seleccionado uruguayo de fútbol perdió 4 a 1 con Bolivia en la altura de La Paz. Una semana antes había perdido feo con la Argentina de Lionel Messi y un poco más atrás no había podido superar en Montevideo ni a Venezuela ni a Ecuador. La misma selección que en julio había ganado la Copa América en Argentina y que dos años antes salió cuarta en el Mundial de Sudáfrica e hizo delirar a un país que tiene en su ADN fútbol, piensa muchas veces con cabeza de pelota y, contrariamente a lo que busca inculcar el maestro Oscar Tabárez, sigue creyendo que lo único importante en la vida pasa por ganar como si esta fuera un partido de fútbol.
Tabárez siempre fue un conservador. Lo era cuando dirigió a Peñarol a fines de los 80, y cuando condujo a Milan, Boca y Uruguay en los años 90. No cambió. Siempre fue un avaro del fútbol. Un amarrete. Sus equipos nunca fueron vistosos ni mucho menos. Pero es el hombre que creyó que en Uruguay se podía erigir una estructura seria para trabajar con los seleccionados del deporte más popular del país de manera integral. No solo pensando en la globa y en 90 minutos de jugar al futbol. Creyó que con trabajo serio y planificado se podían dejar atrás décadas de frustraciones y amarguras. Mis hijas de 12 y 6 años vieron una caravana de festejos por la selección de fútbol. Creí que jamás lo vivirían y que yo no volvería a presenciar un partido en el que 11 jugadores con camiseta celeste me hicieran sentir un poco de orgullo de ser nacido en la misma tierra. El gran mérito de Tabárez claramente no ha sido su virtuosismo para las tácticas, sino haber elegido un grupo de veinte y pico de jugadores muy malos, malos, regulares, buenos y brillantes pero con un denominador común: personas de bien, educadas y que sienten orgullo por defender la camiseta de su país, lo que también les sirvió para potenciar sus nombres y cuentas bancarias, lo que no es ningún delito. ¿O acaso alguien piensa que Forlán, Suarez, Cavani y compañía tienen necesidad de arriesgar sus multimillonarios físicos por la camiseta del país que figura en su pasaporte?
Nunca antes en la historia Uruguay tuvo futbolistas de tanta calidad como los actuales seleccionados. Pero eso no es lo más importante. Nunca antes hubo un grupo de jugadores con tanta buena educación, compromiso por el trabajo de grupo y deseo de triunfar como en la actualidad. Sin embargo, unos partidos en los que se dieron dos de los resultados posibles para que el pueblo futbolero empezara a pedir la cabeza del técnico, y la baja de algunas estrellas y a sugerir nombres como los de Recoba y Juan Manuel Olivera Es posible que con Tabárez, Diego Aguirre, Carrasco o Mouriño, Uruguay logre llegar al Mundial de Brasil 2014. O no.
Pero eso es accesorio y depende de la escala de valores personal.
Nunca antes en este país en el que la gente piensa con cabeza de pelota hubo una persona que hiciera notar con una lucidez mental meridiana que lo importante en la vida no solamente es ganar, y menos a prepo como le gusta a los uruguayos. Se puede jugar al fútbol y hablar varios idiomas a la vez. Quedó demostrado que es mentira que para jugar al fútbol en Uruguay se tiene que ser ordinario, medio matón y tener tres testículos, aunque en las últimas semanas el viejo uruguayo haya demostrado que vive y lucha y que no hay lobotomía mental capaz de acabar con tanta uruguayez. Por eso, se alzan las voces que piden por Alvaro Recoba, Juan Manuel Olivera y otras “figuras” del ámbito local como retrotrayendo la memoria a la era de los “repatriados”. ¿Se acuerdan? Este lunes Tabárez dará una conferencia de prensa y terminará con las especulaciones. O no, porque el viejo uruguayo gris todavía vive y lucha.