El índice de masa corporal puede no ser tan adecuado como pensamos

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Es posible que no tengas que preocuparte por tu masa corporal después de las fiestas

La medición del índice de masa corporal está cargada de prejuicios científicos e históricos y, de todos modos, quizás no sea tan útil
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28 de diciembre de 2023 a las 11:24

Por Anjana Ahuja, Financial Times

El período después de la temporada navideña suele ser el momento para sopesar las cosas, ya sea para hacer balance de fin de año o para prepararse para el que viene. Para otros, es simplemente un momento para pesarse: subirse a la báscula del baño mientras se reflexiona lúgubremente sobre la cantidad de cenas de pavo, pasteles de picadillo y jereces consumidos.

El fenómeno estacional del remordimiento del comensal bien podría incluir una estimación despavorida del índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso en kilogramos por la altura al cuadrado (altura medida en metros). La noticia tranquilizadora es que algunas de las personas con un IMC superior al rango "saludable" de la Organización Mundial de la Salud (OMS) podrían tener menos de qué preocuparse de lo que se pensaba. Este año, la Asociación Médica Estadounidense (AMA, por sus siglas en inglés) declaró que el índice es una "medida imperfecta" de la salud clínica y "engañosa sobre los efectos de la masa grasa corporal en las tasas de mortalidad". Según los médicos, el IMC tampoco debe servir por sí solo para denegar el reembolso del seguro.

La cada vez menor popularidad del IMC refleja un creciente reconocimiento de que la medida está cargada de prejuicios científicos e históricos, por lo que su reevaluación es una medida sensata. El índice pretende reflejar la adiposidad, o niveles de grasa corporal, lo que en teoría debería traducirse claramente en riesgo de padecer afecciones relacionadas con el peso, como enfermedades cardíacas y diabetes.

Pero el intervalo óptimo de 18.5 a 24.9 no tiene en cuenta la forma del cuerpo de cada persona, ni las diferentes proporciones de músculo, grasa y hueso. Por ejemplo, es engañosamente alto para los atletas musculosos. También ha ignorado históricamente a las poblaciones no blancas y tiene su origen en una preocupación científica por lo que es normal, deseable o ideal, lo que le confiere una turbia asociación con la eugenesia.

"Creo que es hora de dejar de utilizar el IMC por sí solo", dice David Stensel, profesor de metabolismo del ejercicio de la Universidad de Loughborough de Inglaterra y redactor principal de la revista International Journal of Obesity. Algunas de las personas consideradas con sobrepeso (IMC de 25 a 30), me dijo, pueden estar libres de enfermedades durante toda la vida; algunos estudios sugieren incluso una ventaja para la salud. Stensel añade que si se suma la presión arterial o el nivel de colesterol se obtiene una imagen más real de la salud.

Para empeorar las cosas, no todas las poblaciones presentan los mismos riesgos con los mismos pesos. Para las personas de ascendencia sudasiática, entre las cuales que me incluyo, el límite superior saludable es más bajo, de 23, lo que refleja un mayor riesgo de diabetes. Para las mujeres afroestadounidenses, puede estar más cercano a 28. Por estas razones, el llamado Sistema de Estadificación de la Obesidad de Edmonton (EOSS, por sus siglas en inglés), que prioriza la pérdida de peso para las personas con obesidad grave, está ganando adeptos médicos.

Aun así, Stensel no cree que el IMC deba desecharse por completo; su uso en miles de estudios a lo largo de décadas permite realizar comparaciones a gran escala. Y eso resume su valor: el IMC capta razonablemente bien el panorama general del riesgo a nivel de población, pero pierde fuerza cuando se fija a un individuo. "Si tu IMC está en los 40 o 50, tus probabilidades de desarrollar diabetes son mucho mayores que si está en los 20", dice Stensel. "Pero alguien con un IMC de 30 podría no desarrollar nunca diabetes". Se trata de probabilidades, no del destino.

Hoy en día, la circunferencia de la cintura (o relación cintura-cadera) se considera una métrica alternativa o complementaria útil, porque se cree que llevar grasa cerca de los órganos vitales es arriesgado; curiosamente, la barriga del varón de mediana edad podría explicar por qué los hombres son más vulnerables a las enfermedades cardíacas que las mujeres. Otras formas de medir la grasa corporal son el uso de calibradores para medir los pliegues cutáneos; el análisis de impedancia bioeléctrica, que consiste en pasar una corriente a través del cuerpo (más grasa equivale a más resistencia); el pesaje subacuático (la grasa flota más que el hueso o el músculo); la resonancia magnética nuclear (RMN); y la densitometría ósea (DEXA), que escanea el tejido adiposo, la masa magra y la densidad ósea.

No cabe duda de que la ciencia ha evolucionado desde la década de 1830, cuando el polímata belga Adolphe Quetelet empezó a recopilar estadísticas sobre "l'homme moyen", o el hombre promedio. Calculó que el peso y la estatura de los adultos podían relacionarse mediante fórmulas, y sus investigaciones antropométricas atrajeron la atención de Francis Galton, fundador del movimiento eugenésico del siglo XIX. El índice de Quetelet también atrajo a los actuarios del siglo XX, que intentaron cuantificar la relación entre corpulencia y muerte prematura para las compañías de seguros. En la década de 1970, se redescubrió la fórmula y pasó a denominarse IMC; la OMS adoptó directrices al respecto en 1995.

Casi tres décadas después, la sabiduría está cambiando una vez más. Pierde peso no por vanidad o para perseguir una cifra arbitraria, insta Stensel, sino "para comprometerte con la vida y vivir la vida que deseas".

Es un mensaje oportuno de equilibrio, moderación y esperanza... por el que brindaré con mucho gusto.

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