Carlos Sánchez vive su vida entre la música y el fútbol

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Ganó la Copa con Peñarol, convive con una tragedia, se reconstruyó, lee a Nietzsche y toca la guitarra de los Rolling Stones: la vida del Tío Sánchez

Fue campeón de la Libertadores de 1987 con los aurinegros y jugó la última vez que la selección uruguaya le ganó a Brasil de visitante, hace ya 32 años
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09 de marzo de 2024 a las 05:03

Él no quiere ser ejemplo de nada, pero lo es. Campeón del perfil bajo, enemigo de las notas, adalid de la resiliencia. Tiene amigos “de fierro” como se dice en el idioma popular, y también cosas de qué arrepentirse, porque no se afilia a la idea de los que piensan lo contrario.

Carlos Sánchez es más conocido como el “Tío” Sánchez en el ambiente futbolístico. Ese fútbol que tanto lo apasionó y lo sigue apasionando, aunque ahora, con más horas dedicadas a la familia.

Carlos Sánchez, con la camiseta del Indio Solari de Los Redondos, junto a su hija María Emilia y su esposa Andrea

La misma que forma con Andrea, su esposa, con la que acaba de cumplir 30 años de casado, y su hija María Emilia, de 22 años y que “es licenciada en Negocios Internacionales”, dice a Referí lleno de orgullo.

Nació en el hospital de Pando, a unos 7 km de su ciudad, Empalme Olmos. “Vivía cerca de la cancha de Ferrocarrilero y jugábamos todo el día a la pelota. Y de octubre a marzo, jugábamos a tirarnos a una cantera profunda en el arroyo. Así, a la fuerza, aprendí a nadar. Si no aprendías ahí, te ahogabas”, explica.

De niño, en la chacra de Óscar, su papá, y Blanca, su madre, ayudó en todo lo que pudo mientras con su barra de niños hacían gritar a las vecinas cuando no las dejaban dormir las siestas debido a los partidos de fútbol que se armaban.

Carlos Sánchez está por cumplir los 60 años

“Jugué en Santa Rita, que no hace tantos años se fusionó con El Trébol y se llama Unión. Ahí jugó Matías Viña. Edison Machín -quien fue técnico interino en la primera de Peñarol en 2010- era mi compañero”, recuerda.

Cuando dejó el baby, con solo 15 años empezó a jugar en un equipo de mayores de su pueblo y con mayores. “Ya era fútbol de 11 jugadores y defendí a Ferrocarrilero. Empecé a jugar de lateral derecho y jugábamos en la Liga de Pando. En aquellos tiempos te mataban a patadas y aprendíamos a los golpes. El tercer tiempo se hacía en un bar, porque había gente que ponía plata para ayudar, pero a mí no me dejaban ir mis viejos porque era menor”.

Blanca y Óscar tenían un almacén y bar en Empalme Olmos en el mejor momento de la fábrica de azulejos que eran distribuidos por todo el país y enviados, a su vez, al exterior.

El Tío Sánchez con Carlos Núñez cuando firmó con Peñarol y se hizo la revisión médica

“Mi madre trabajaba en el almacén y mi padre en el bar. Tenían como una fonda y venía gente a trabajar en la fábrica de azulejos que tenía 1.600 personas trabajando. Mi viejo me levantaba a las 7 de la mañana para que ayudara en distintas cosas: cargar la heladera, barrer los 400 puchos que habían quedado en el piso. En aquella época, se chicaba tabaco y los que lo hacían, escupían al piso. Fue de los trabajos más desagradables que tuve (se ríe). Mi viejo me daba unos mangos e íbamos a bailar con mis amigos en el pueblo”, cuenta.

Pero recuerda también que su papá Óscar, lo hacia trabajar de mozo “con una bandeja y todo”.

En esa época, estudió y se recibió de técnico electricista y bobinador de motores, “pero nunca ejercí”.

Huracán Buceo en 1986: arriba, Mario Menchaca, Jorge Da Silva, Ruben Silva, Carlos Sánchez, Néstor Goncalves y Juan Peña y abajo, Mario López, Miguel Pedrozo, Gastón Machado, Miguel Tzitzios y Luis Jaime.

Cuenta que iba a estudiar en una Honda 125 que le había comprado su padre. “Yo quería una moto y tenía 15 años. Teníamos una chancha preñada y dio 12 chanchitos. Mi viejo me dijo: ‘Crialos y si lo hacés bien, te compro la moto’. Les daba berro que juntaba en las cunetas, semitín y lo que sobraba en la fonda, y cuando los vendí, pesaban 280 kilos cada uno. Así me compró la moto con cambios”.

Como todos en el pueblo, “mi ídolo era (Fernando) Morena y tuve la suerte de trabajar cinco años con él cuando estuve de gerente deportivo en Peñarol. Aparte, es un tipo bárbaro, cariñoso. Eso fue de las cosas más lindas de laburar en Peñarol”.

Cuando algunos amigos cumplieron 18 años fue a la fábrica de azulejos y a Inlasa en Pando a buscar trabajo, pero no quedó porque tenía 17 y era menor y además, enseguida lo llamaron para que fuera a probarse en Peñarol.

El Tío Sánchez junto a Fernando Morena, con quien disfrutó mucho en Peñarol, y Fernando Curutchet

¿Cómo llegó a Peñarol? Con 17 años jugaba en la selección de Canelones del Este, “lo hacía de stopper con Óscar Paglia de técnico. Me vieron de Peñarol y les llamó la atención que, con solo esa edad, jugaba en la selección. Me fui a prueba, dejé la bandeja y le dije al viejo: ‘No vengo más’ y no volví más por suerte (se ríe)”.

Llegó a la Cuarta división a prueba en Las Acacias, el mismo día con el arquero Robert Siboldi. El técnico era Juan Duarte.

Así recuerda aquella época: “Me tenía que tomar tres ómnibus: de Empalme Olmos a Pando, de Pando a la Curva (de Maroñas) y de allí a Las Acacias, el 195. Mi viejo era hincha de Peñarol a muerte y me lo pagaba. En el bar tenía en el bar un cuadro de Peñarol con Joya, Spencer, Rocha, el equipo campeón de 1966. Me probaron de ‘5’ y Duarte me dio el visto bueno. El lateral derecho era el Pepe Herrera, que ya era un crack. En el plantel estaban Héctor Correa, Gerardo Pilas y Javier Cabrera, quien después, con el tiempo, se fue a Nacional”.

Sánchez en uno de sus pasajes por Peñarol

Debutó en 1984 en un clásico que le ganaron 2-1 a Nacional con goles de Pepe Herrera y el Pollo Vidal. “Jugué medio tiempo porque el Vasco (Óscar) Aguirregaray me quebró el dedo gordo con una plancha y estuve tres meses sin jugar. (Roque) Máspoli se hacía querer, era un tipo adorable, un buen técnico, siempre te hablaba bien. Y si hacía dos cambios, te ganaba el partido. Tenía una visión futbolística bárbara. Conocí al Cotorra Míguez, y el Pepe Sasía era ayudante de Máspoli, otro fenómeno”, dice.

En 1986, Peñarol contrató a varios jugadores y Carlos no tenía mucho lugar, por lo que se fue a préstamo a Huracán Buceo. Pedro Cubilla era el técnico. “Vinieron Jair y Miguel Falero, Néstor Goncalves, Cuchillo Quevedo. Le ganamos a Nacional en la última fecha del Uruguayo y eso permitió que Peñarol jugara la final del que ganó por penales el Día de Reyes de 1987”.

Peñarol en 1992: arriba Óscar Ferro, Euler Correa, William Castro, Carlos Sánchez, Diego Dorta y Gonzalo Díaz. abajo, César Silvera, Sergio Recoba, Andrés Martínez, Diego Aguirre y Gustavo Dalto

Y cuenta cómo vivía aquel momento: “Me había hecho la idea de que no volvía a Peñarol, porque iba a ser difícil con los jugadores que había. Pero volví. Me presenté el primer día de entrenamiento en Los Aromos y estaba ya el Maestro Tabárez como entrenador”.

La Copa Libertadores de 1987 y cómo surgió el apodo de Tío

Su regreso a Peñarol lo hizo feliz. Volvía al lugar en el que se encontraba más cómodo, con amigos y nuevos compañeros. Uno de los que volvió fue Daniel “Coquito” Rodríguez, quien había estado en Palamós de España.

Carlos Sánchez aparece festejando el título de la Copa Libertadores de Peñarol en 1987 en el vestuario, al lado de Trasante

Carlos cuenta que “en el pueblo me conocían por Chocho, porque tenía un tío abuelo que le decían así. Cuando volví a Peñarol, estaba Coquito Rodríguez, y traía modismos en su forma de hablar por haber estado en España. Venía diciendo, ‘Oye, tío’ y yo le decía ‘Tío’ a él. Con el tiempo, todos me decían ‘Tío Carlos’ y al final, me quedó Tío hasta el día de hoy”.

Peñarol fue pasando etapas en la Copa Libertadores de América y el Tío Sánchez estuvo casi siempre en el plantel, pero ocupando un lugar en el banco de suplentes.

El plantel entero de Peñarol en la finaliísima ante América de Cali, en Santiago; Carlos Sánchez aparece parado entre el profe Herrera y Óscar Ferro

“Hubo jugadores que no tuvimos minutos: el Gallego Ferro, Miguel Santos y yo. Estuve en varios partidos en el banco, mismo en la final de Chile cuando fuimos campeones”, explica.

Y cuenta una anécdota con una sonrisa: “Jugaba de volante central o de ‘8’. En la final de Santiago, se lesionó el Chueco (Perdomo) en el primer tiempo, un esguince de tobillo y el Maestro entró a mirar a ver a quién ponía. (Gustavo) Matosas ya estaba lesionado y no jugaba. El Maestro siguió mirando y me entró un cagazo y las pulsaciones a mil por la adrenalina. Era Tito (Goncalves) o yo. De repente dijo ‘Goncalves’ y ahí hice ‘Ufff’, se me fue la adrenalina. Entrar de cero en una final así, te lo regalo. ¡Ni loco!”.

Diego Aguirre abraza al Tío Sánchez y a su lado aparece Trasante con el champán en pleno festejo de Peñarol en el vestuario de Santiago, luego de haber ganado la Copa Libertadores 1987

Y, ¿cómo vivió desde el banco de suplentes el gol de Diego Aguirre en la hora del alargue ante América de Cali? “Fue una locura. Todos pensábamos que el partido estaba liquidado. De repente hizo el gol y fue algo increíble. Inolvidable. (Roberto) Cabañas se había peleado con casi todos y le pegó una piña a Tito (Goncalves) que le rompió la boca. Si no hacía el gol Diego, ¡se armaba un lío que seguía hasta hoy!”, dice a las risas.

Recuerda que el viaje de vuelta a Montevideo en plena madrugada, “fue uno de los viajes más horribles que recuerdo, porque hubo gente que pegó la cabeza contra el techo, ya que el avión se movía mucho por las turbulencias. Llegamos al aeropuerto de madrugada, me tomé el ómnibus en el Palacio y me fui para Empalme Olmos”.

El poster de la revista argentina Solo Fútbol, con Peñarol campeón de América 1987; el Tío Sánchez aparece segundo desde la izquierda en el medio, entre Jorge Cabrera y el Zurdo Viera

Cuenta que a veces, cuando iba a Las Acacias y en broma, “Tito Goncalves padre, con aquel vozarrón, me decía: ‘¿No te da vergüenza haberte puesto la camiseta número 5 de Peñarol?’. Y yo le contestaba: ‘Sí, solamente cuando te veo a vos, a (Miguel) Bossio y al Chueco Perdomo. A los demás, no’”. (Se ríe).

Menotti y el lío con la cadenita de Dely Valdés

Carlos jugó y ganó el clásico ante Nacional conocido como el de los 100 años de Peñarol, en 1991, por el Uruguayo. Fue titular en el 1-0 con gol de Sergio Martínez, a quien todavía no le decían Manteca, porque faltaba para que se fuera a jugar a Boca Juniors.

El Tío Sánchez también estuvo en Peñarol cuando lo dirigió César Luis Menotti y tiene el mejor de los recuerdos.

“El Flaco hacía jugar a una piedra, era un crack. Fue mi mejor momento en Peñarol. Jugaba de ‘5’. Un día me dijo: ‘Usted va a jugar en la selección’ y tuvo razón. Luis Cubilla me citó en 1992 y jugué tres amistosos. Estuve en el último triunfo que consiguió Uruguay hasta ahora en Brasil que se dio en 1992”, recuerda.

Aquí se pueden ver las principales incidencias del último triunfo de Uruguay en Brasil, en el que jugó el Tío Sánchez:

El 14 de junio de 1992, Peñarol enfrentaba a Nacional por el Campeonato Uruguayo. El técnico aurinegro era el yugoslavo Ljubo Petrovic.

Así lo cuenta: “Petrovic me puso a marcar a Dely, (Marcelo) Asteggiano sobrando y el Topo Rosa sobre Vidal González, con línea de tres. ‘¡Yo no lo puedo marcar!’, le dije antes del partido. ‘Es más alto, más rápido, salta más que yo, juega más que yo, yo soy ‘5’ ¡y me pone de zaguero!’. Me respondió algo que obviamente no le entendí, como diciendo, ‘hacé lo tuyo’”.

Entonces habla del famoso episodio de la cadenita del panameño Julio César Dely Valdés.

Un partido a beneficio de la Mutual que juntó a los campeones de la Libertadores con Peñarol 1987: Eduardo Pereira, Obdulio Trasante, Marcelo Rotti, José Batlle Perdomo, Miguel Santos, Jorge Goncalves, José Herrera, Héctor Tuja y Fernando Morena (invitado); abajo, Jorge Cabrera, Diego Aguirre, Carlos "Tío" Sánchez, Ricardo Viera y Jorge Villar

“Lo de la cadenita fue un accidente, porque saltamos y él quedó atrás mío. Cerré los ojos y dije para mí: ‘Cuando caiga, seguro escucho ¡goool!’. Pero no. Me repuse, quedé frente a él, lo agarré de la camiseta y le hice penal, pero no lo cobraron. Y se le cayó la cadenita en mis manos”, comienza explicando.

Y sigue: “Le dije: ‘Mirá lo que tengo acá’. ‘Dámela’, me contestó. Y yo insistí: ‘No, si me hacés un gol, ¡no la ves más!’. Después, al rato, le comenté: ‘Cuando termine el partido te la doy’. Se la di a un dirigente en el túnel y fue y la devolvió. A Dely lo echaron faltando pocos minutos. Entonces, los dirigentes de Nacional lo llevaron vestido de jugador con los zapatos de fútbol puestos, a hacer la denuncia en la Seccional Novena, debajo de la Tribuna Colombes. Al otro día, fuimos todos al juzgado y me procesaron sin prisión cuatro meses”.

Aquí se puede ver el video del final de aquel clásico con incidentes:

Carlos fue procesado por “hurgo sagaz” y en aquel entonces le comentó a El Observador: “Hubiera preferido estar tres meses en prisión por agresión y no excarcelado por hurto. Hubo momentos en mi vida que no tenía para darle de comer a mi familia y no robé. ¿Voy a hacerlo ahora? La verdad es que cometí una bobada. Me arrepiento de no haber devuelto la cadena apenas finalizó el partido”.

En 1993, al otro año, pasó a River Plate y estaba Sergio Markarian como técnico y Jorge Fossati como ayudante. El primero se fue a dirigir al exterior y se quedó Fossati, que allí comenzó a dirigir en mayores. “Teníamos un buen equipo con Petete Correa, Alejandro Márquez, Robert Púa, Osvaldo Canobbio, Raúl Omar Otero y el Memo López con 18 años”.

Carlos Sánchez en Alvarado de Mar del Plata junto a Obdulio Trasante; arriba aparecen ambos uruguayos y abajo, en el medio, Juan Barbas, campeón del mundo juvenil en 1979 con Argentina

De allí, recomendado por Menotti, se fue a jugar a Alvarado de Mar del Plata con Juan Barbas -quien había sido campeón del Mundial juvenil de Japón en 1979 luego de eliminar a Uruguay en semifinales y había jugado el Mundial de España 82 con los mayores-, en el equipo. “Conmigo fueron el Loco Trasante y Fernando Silvera. Cayetano Rodríguez, quien en su momento fue ayudante de Menotti, era el técnico”.

Un equipo de Central Español de 1994 con el Tío Sánchez: arriba, Juan Quefán, Enzo Azambuja, Carlos Sánchez, Washington Fagúnez, Gustavo Da Silva y Andrés Silva y abajo, Pablo Fortes, Luis Chabat, Oscar Quagliata, Maximiliano Castro y Diego Demarco.

Defendió luego a Central Español que tenía “al Indio Olivera de técnico y después a Gualberto Díaz. Se estaba yendo a la B e hicimos una campaña espectacular y el equipo se salvó. Recuerdo que estaban Andrés Silva, el Canica Da Silva, Luis Chabat y Quagliata, entre otros”.

Carlos Sánchez cuando jugó en 1995 en Basáñez; arriba, Jorge Goncálves, Euler Correa, Carlos Sánchez, José Batlle Perdomo, Hugo Quevedo y Gabriel Candia, abajo, José González, Leonardo Fernández, Claudio Arturi, Carlos Rivas y Washington Méndez

También jugó en Basáñez junto al Chueco Perdomo, Jorge “Tito” Goncalves, Gustavo Matosas, Fito Barán, el Cuchillo Quevedo, y Walter Pandiani y Serafín García quienes estaban empezando en Primera. Los dirigía Manuel Keosseian.

Volvió a jugar al exterior. En 1995 se fue junto a Diego Aguirre y Jorge Moncecchi a jugar en FAS de El Salvador, equipo que dirigía Saúl Rivero.

20240308 Carlos Sánchez junto a Diego Aguirre y Jorge Mocecchi en FAS de El Salvador en 1995: arriba, Jorge Moncecchi, Óscar Ulloa, René Alas, Jaime Murillo, Carlos Sánchez y Saúl Romano y abajo, Hugo Pérez, Leonel Bolsonello, Rolando Ramos, Diego Aguirre y Jorge Abrego

“Había terminado unos años antes la guerra civil y hubo una apertura en 1995 que todos los países ayudaron económicamente a El Salvador. Me fue muy bien, fuimos campeones. Recuerdo que jugué con diarrea la final por una comida en mal estado y perdí cuatro kilos”.

En ese entonces, jugó con uno de los mejores jugadores del mundo, venerado por Diego Maradona, nada menos: el Mágico González.

“Era un crack, pero había que pasar por la casa y despertarlo, porque entrenábamos muy temprano por el calor. El ómnibus pasaba por la casa, se detenía y bajaban a despertarlo”, recuerda a las risas.

El técnico de entonces de Peñarol, Jorge Goncalves, con Carlos Sánchez, compáñero suyo en el Peñarol campeón de América de 1987, y también en Basáñez, y el dirigente Fernando Errico

Cerro le abrió posteriormente las puertas. Nelson Marcenaro era el técnico. “Estaban Quique Saravia, Marito Regueiro, el Bola González era el ‘9’, OJ Morales que era un gurí”.

Y pasó un buen tiempo sin cobrar. “Estuvimos 10 meses sin cobrar en Basáñez y en Cerro también. En aquel momento, yo era dueño de tres taxis y podía vivir, y pude ayudar a algún compañero económicamente”.

Admite, cuando es consultado acerca de quién fue el jugador más difícil que marcó que “hubo clásicos muy difíciles. Edinson Suárez jugaba muy bien y Marcelo Saralegui tenía una velocidad mental muy buena. Era muy difícil marcarlos. Cuando me ponían de zaguero, Dely me complicaba mucho físicamente porque era mucho mejor que yo en todo”.

Un golpe doble al corazón

Carlos cuenta que se casó “con 19 años y a los 25 quedé viudo por un accidente. Estuve tres o cuatro meses mirando el techo y haciendo cualquier cosa, y un día me levanté, y me miré al espejo y me dijo; ‘Vamo’ arriba’. Y yo lo seguí mirando al espejo y me contesté: ‘Si vas a vivir, vas a vivir con dignidad, si no, no vivas’. Y ahí hice un clic, cambié para mejor. No quería nada. Mi hija tenía ocho meses y fue terrible (se emociona). Hubo cuatro o cinco amigos del pueblo que estuvieron las 24 horas conmigo, uno incluso puso una cama al lado de la mía”.

Ese clic fue fundamental en su vida para comenzar a vivir, de alguna forma, nuevamente.

El papel de la música en su vida

La música siempre ha jugado un papel muy importante en la vida del Tío Sánchez.

No duda en decir, medio en broma, medio en serio, que “la primera satisfacción que tuve en la cancha, fue cuando fui a ver a los Rolling Stones al Monumental de River en Buenos Aires”.

Sostiene que “la música es mi primer amor. Tengo cinco guitarras, las dos Fender, una stratocaster que es la que toca Ron Wood y otra telecaster que es la que toca Keith Richards (ambos de los Rolling Stones). También iba a ver a Los Redondos y a U2. Si tuviera que elegir a mis favoritos, antes, los Rolling Stones y ahora, me gustan los Red Hot Chili Peppers que tienen al mejor guitarrista de los últimos 30 años: John Frusciante. El más grande era Jimmy Hendrix”.

¿Cómo nació este amor por la guitarra? Así lo explica: “Tenía 15 años y un domingo de lluvia estaba en la casa de Álvaro Cabrera, un amigo, en Empalme Olmos, y había un programa que se llamaba American Top 40 con Casey Kasem, y de repente escuché una guitarra que me erizó. ‘¿Quiénes son?’, pregunté. Y me contestó: ‘Los Rolling Stones’. Con el tiempo, los fui a ver cuatro veces”.

El Tío toca la guitarra con la zurda

Dice que toca “todos los días la guitarra. Tengo un cajón peruano y una armónica. Desde los 18 años que toco la guitarra”. Y lo hace con la zurda.

Va “todos los días al gimnasio, porque me gusta y me limpia la cabeza. Diego (Aguirre) me dice que soy el que le dije de ir al gimnasio y no paró más”.

Una de sus frases de cabecera es “somos lo que comemos” y la aplica casi a rajatabla.

El Tío Sánchez jugó y ganó el clásico de los 100 años de Peñarol en 1991, 1-0 con gol de Sergio Martínez; este fue el equipo: arriba, Jorge Goncalves, Fernando Álvez, Sergio Panzardo, Diego Dorta, Andrés Martínez y Alfonso Domínguez; abajo, Sergio Martínez, Carlos Sánchez, Paulinho, Gabriel Cedrés y Paolo Montero

“Debe hacer 15 años que no como panchos. A veces, como dos bizcochos un domingo. No me alimento con harina, ni grasas”, dice.

Estudió inglés y portugués, además de hacer el curso de técnico y de gerente deportivo y lee de todo. En la actualidad, se metió con un difícil: Friedrich Nietzsche.

“Hay gente que tiene un pensamiento que va más allá de lo chiquito, de cómo está el mundo. Hay una frase que dice ‘Si no estás enojado, es porque no estás prestando atención’. Por eso no miro tele, ni escucho radio, ni programas deportivos. ¿Para qué vas a poner el informativo? ¿Para ver asesinatos o que los políticos se peleen? Dejame vivir en la más grande de las ignorancias de todo lo que pase a mi alrededor”, explica.

Y habla de la lectura que forma parte de su vida.

El Tío fue campeón de la Copa Libertadores 1987 con Peñarol

Así lo cuenta: “Me gusta leer todos los días. Cometí un error: me metí con  Nietzsche, y no lo entiendo al tipo y me calienta. Entiendo su pensamiento, pero no el libro que leo, que se llama Así habló Zaratustra. Pero leo de todo”.

También recuerda que ha leído ”El arte de la guerra” de Sun Tzu”. Y explica: “Lo tendría que leer todo el mundo, porque el tipo domina todo lo que es el pensamiento humano, las tácticas de guerra. Dice: ‘Si tu enemigo es más fuerte que vos, ¿para qué vas a pelear?’”.

Su primera experiencia como ayudante técnico fue con Diego Aguirre en Peñarol en 2003 y fueron campeones uruguayos.

Carlos Sánchez como ayudante técnico de Diego Aguirre en Peñarol

“Diego fue quien me dijo para hacer el curso de técnico. Salimos campeones con (José Luis) Chilavert. Tenía una personalidad tremenda. Un día, ganamos un clásico y estábamos en el vestuario y entró él. Yo estaba al lado del profesor y dijo: ‘Por favor si pueden hacer silencio un momento. Estoy muy orgulloso de estar en este club por tener los compañeros que tengo’, y se me llenaron los ojos de lágrimas de emoción. Y miré al profe pensando que yo exageraba y también estaba llorando”, explica.

Y agrega: “Cuando lo vimos llegar a Los Aromos, pensábamos que era imposible hacerle un gol. La verdad, un crack y como persona también”.

El técnico de entonces de Peñarol, Jorge Goncalves, con Carlos Sánchez, compáñero suyo en el Peñarol campeón de América de 1987, y también en Basáñez, y el dirigente Fernando Errico

Carlos admite que “una de las mejores personas que conocí, fue Walter Ferreira (el kinesiólogo que en un mes preparó a Luis Suárez para que llegara al Mundial de Brasil 2024). Es una de las cosas que extraño, ir a las comidas de su casa. Íbamos con Paolo Montero, el Negro (Gustavo) Méndez, el Chengue Morales, Ricardo Canals. Walter fue un fenómeno”.

Y enseguida dice: “Y a Juan Carrasco lo quiero pila. Nos sentamos a comer dos por tres con él. No me quiero olvidar de él porque si no, va a protestar porque no lo nombré” (se ríe).

El Tío Sánchez cuando era gerente deportivo de Peñarol, junto a Alejandro Lembo, cuando era el gerente deportivo de Nacional

¿Y qué queda en retrospectiva de aquel gurí que se tiraba peligrosamente al agua en las canteras de Empalme Olmos? ¿Cómo sobrellevó la vida?

Sánchez con Diego López como técnico de Peñarol, en Los Aromos

Así lo resume: “He tenido una vida muy linda, pero hay un par de derrotas que mi corazón no las acepta, aunque estoy conforme. A punto de cumplir 60 años, me arrepiento de muchas. Hay cosas que me arrepiento que hice y cosas que me arrepiento de no haber hecho. No estoy con eso de no me arrepiento de nada. ¡Cómo no te vas a arrepentir! Pero también me he cruzado con personas maravillosas, la gente del pueblo, Diego (Aguirre), (Gerardo) Rabajda, una cantidad de gente que uno quiere, que me ha ayudado. Y mucha más gente que no entraría en la nota”.

El Tío con tres de sus cinco guitarras: atrás aparecen las dos Fender

El Tío Sánchez disfruta de su familia, de la música, sus libros y por supuesto, siempre sigue al fútbol. Su fortaleza física -que mostraba en la cancha cuando jugaba-, se transformó en fortaleza mental con el paso de los años, y eso lo ayudó a rehacerse como ser humano.

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