Hechos pelota

En el ambiente deportivo se leyeron las declaraciones de los jerarcas del gobierno como una presión para que la Justicia ordinaria actuara amén de las sanciones disciplinarias que reclamó que cada club dispusiera para sus empleados implicados. De hecho la promovió en forma indirecta al presentar mediante el jefe del operativo policial que depende del Ministerio del Interior el formulario que redactó el juez del partido, Martín Vázquez, en el que marca que hubo una riña generalizada. Si Interior no elevaba los antecedentes el Ministerio de Deportes tenía decidido hacerlo. Además, el subsecretario de Interior, Jorge Vázquez opinó antes del pronunciamiento judicial que “alguien tiene que poner límite a esto”

Finalmente, a pedido del fiscal Gustavo Zubía, la jueza penal Blanca Riero procesó sin prisión a 9 jugadores de Nacional y Peñarol que además no podrán asistir a espectáculos públicos deportivos en Uruguay por dos meses. ¿Importa quién ganó en la lista de procesados? Como sobran tarados fueron 4 de Nacional y 5 de Peñarol. El fiscal también solicitó que sean citados a declarar en calidad de testigos los presidentes de ambos clubes, Juan Pedro Damiani (Peñarol) y Eduardo Ache (Nacional)

La escena del último clásico veraniego se pareció bastante a la que protagonizaron otros futbolistas de Nacional y Peñarol en el año 2000, cuando se trenzaron en una pelea en medio del Centenario. Aquella vez, el juez penal Pablo Eguren actuó de oficio y procesó con prisión a nueve futbolistas (6 de Peñarol y 3 de Nacional) y al entonces entrenador aurinegro, Julio Ribas. Aquella fue una lección no solo para el pueblo futbolero sino para la sociedad que debe entender que el fútbol es un deporte y como tal forma parte de otras muchas actividades que se desarrollan en el marco de un país democrático en el que rige el estado de derecho y que no puede haber normas especiales para el fútbol solo porque forme parte del ADN idiosincrático de la sociedad charrúa.

Pero cabría preguntarse por qué la Justicia no actuó igual en episodios recientes que excedieron los terrenos deportivos. ¿O ya nos olvidamos de lo que pasó en julio de 2007 cuando se produjo una riña entre el herrerista Luis Lacalle Pou y legisladores del MPP, en el marco de un debate promovido por el colorado Daniel García Pintos sobre las revelaciones del ex tupamaro Jorge Zabalza en el libro Cero a la izquierda, donde cuenta acciones hasta ahora desconocidas del ex grupo guerrillero en tiempos democráticos?

En aquella oportunidad los diputados del MPP Juan José Domínguez y Julio Arambillete y el nacionalista Luis Lacalle Pou se trenzaron a golpes de puño, riña que terminó con dos de ellos atendidos por el servicio médico del Palacio Legislativo.

Hubo casos similares más atrás en el tiempo. El 11 de julio de 1996 los legisladores blancos Jorge Machiñena y Jaime Trobo se tomaron a golpes de puño en el ambulatorio del Parlamento por denuncias de supuestas irregularidades en el gobierno de Luis Alberto Lacalle. Machiñena y Trobo se lanzaron acusaciones cruzadas y hasta el senador herrerista Luis Alberto Heber participó de la pelea.

En otra instancia el ex legislador Leonardo Nicolini y el senador colorado Isaac Alfie también protagonizaron una pelea en el Parlamento. “Para hablar tenés que saber, gil”, dijo Nicolini y ahí se armó la pelea. El legislador colorado se levantó de su banca y le dio dos golpes de puño a Nicolini, quien respondió de la misma manera. Claro que en ninguno de los casos citados intervino la justicia porque los legisladores gozan de esa especie de chaleco antibalas que se llama fueros parlamentarios.

Tampoco en el ambiente futbolero las cosas se miden con la misma vara. En marzo pasado un hincha increpó al presidente de Peñarol, Juan Pedro Damiani, cuando salía del palco tras la derrota de los aurinegros ante Danubio y el titular aurinegro le propinó un golpe de puño. Luego reconoció que se equivocó pero dijo “son cosas del fútbol”.

Son postales de un país que piensa con cabeza de pelota. Y si no, recordemos el affaire del delantero uruguayo Luis Suárez en Inglaterra.

En octubre de 2011 el salteño profirió insultos racistas a su colega franco-marroquí del Manchester Patrice Evra, lo que le causó una dura pena deportiva y económica. Lejos de condenar el hecho, el pueblo futbolero lo avaló e incluso el presidente de la República José Mujica apañó al jugador por tratarse, dijo, de un pibe maravilloso, hijo de la pobreza al tiempo que le adjudicó al asunto un cariz de causa nacional.

Mientras la sociedad toda no entienda que el fútbol es un juego, un deporte, que no puede tener leyes ajenas a las que rigen para el resto de la sociedad, seguiremos siendo un país hecho pelota