Economía y Empresas > Horacio Rey
Jugar un buen papel
Su primer contacto con el mundo de la imprenta fue en la juventud. Es que el director y propietario de Imprimex, Horacio Rey, empezó trabajando como empleado en la papelería de su hermano. Fue así, que constató que “en la calle había una demanda insatisfecha de productos gráficos”.
Un día, mirando el diario vio que una vieja imprenta se vendía y la compró junto a dos socios. Así, Imprimex empezaba a forjarse en un viejo garage del Centro, de 70 metros cuadrados. A los meses, Rey dejó la papelería y se abocó full time a la imprenta.
La empresa -de la que hoy es único dueño - fue creciendo y mudándose de locales, hasta que en 1995 desembarcó en Gral. Flores y Chimborazo, su actual fábrica de 10.000 metros cuadrados cuyo fuerte es el packaging y la folletería, aunque tiene una variada cartera de productos. El empresario cuenta que el momento más difícil fue la crisis del 2002, cuando la empresa fue a concordato y tuvo que empezar de cero. No obstante, reconoció que ese duro golpe forjó la Imprimex de hoy, una empresa que siempre va por más.
¿Cómo fue recuperarse de la crisis económica de 2002?
Fue una locura. Eran 24 años de esfuerzo que se habían ido. Antes de la crisis facturábamos US$ 800.000 por mes y en junio de 2002 pasamos a facturar US$ 250.000. Los clientes se caían como moscas, se fundían y no te pagaban. Decidimos ir a concordato el 9 de agosto de 2002. Fui a cada proveedor y le dije “vamos a pagar, estas son mis condiciones” y recibí un apoyo total. Al día siguiente, Fanapel ya nos estaba dando papel para volver a producir. Nos fuimos recuperando a medida que lo hizo todo el país.
¿Qué fue lo más difícil?
Dar la cara. Tener colgado un cartel que dijera concordato. Porque el concordato es sinónimo de estafa y yo no estafé a nadie.
Actualmente, ¿qué productos ofrece Imprimex?
Todo lo que sea papel, menos recibos y facturas. En cartonaje trabajamos para sectores como farmacéutica, alimentos, chocolates, alfajores, jugos y hasta frigoríficos. En estuchería hacemos para vino y whisky. Somos líderes en el mercado de packaging grande. Tenemos un departamento exclusivo para etiquetas autoadhesivas y fabricamos vasos de papel, algo que estamos tratando de impulsar. Tenemos máquinas muy veloces de hojas de 70 centímetros por un metro. Se imprimen 15.000 pliegos por hora.
¿Exporta?
Muy poco. Este año la meta es exportar US$ 200.000, algo muy pequeño en los US$ 16 millones que facturamos por año. El destino es Paraguay, pero estamos en el primer escalón. Sí hacemos mucha exportación indirecta, es decir, clientes que nos compran estuches que después exportan.
¿Cómo visualiza el negocio de la impresión y el packaging en Uruguay?
El negocio viene consolidándose y el mercado está competitivo, están entrando más jugadores. Hoy la inversión está muy apoyada por el gobierno y hay muchos empresarios comprando maquinaria. Pero Imprimex tiene un nombre y se caracteriza por ofrecer un servicio personalizado con buenos precios a sus clientes.
¿Es una preocupación que ahora todo migre hacia lo digital?
Nos preocupa la folletería. Hoy muchos folletos se dejan de hacer en papel y pasan a ser digitales. Lo digital es una realidad, pero el papel sigue existiendo. Por eso nuestra idea es, cada vez más, dedicarnos a la etiqueta y al estuche. Porque eso está lejos de desaparecer.
