El conflicto en la Franja de Gaza.
Laura García

Laura García

Analista Financiera

Miradas > Por Laura García

La guerra en Israel le costará a la economía global u$s 1 billón si se extiende a Irán

El peor escenario supone un involucramiento de toda la región. El PBI se achicaría un 1% por la guerra en el 2024 y la inflación sería de 6,7%, con un barril de Brent en u$s 150.Informe Especial de Laura García.
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25 de octubre de 2023 a las 12:00

El peor escenario supone un involucramiento de toda la región. El PBI se achicaría un 1% por la guerra en el 2024 y la inflación sería de 6,7%, con un barril de Brent en u$s 150. Pero no todos creen que sea el más probable.  

 

 

Todavía es muy pronto. Todos se cubren. Calibrar el impacto del conflicto en Medio Oriente en la economía global conlleva armar hipótesis y trazar escenarios. Pero el pasado es evidencia de que el enfrentamiento entre Israel y Hamas tiene el potencial de arrastrar a una recesión a este mundo con bajas defensas que viene luchando por aterrizar sin salirse de la pista en esta era de inflación pandémica.

El ejemplo más claro es la guerra árabe-israelí de 1973 que derivó en un embargo de petróleo y años de estanflación en las economías desarrolladas.

Y no fue hace tanto que ocurrió la guerra de Rusia. Apenas el año pasado. Ucrania alteró ese mercado provocando un brote inflacionario contagiado por los precios de la energía. 

El análisis económico de la guerra en Gaza -y los escenarios que se desprenden- parten del supuesto del involucramiento de mayor cantidad de países que provoque no sólo una escalada en la guerra sino que pueda precisamente golpear la economía vía la perturbación del mercado del petróleo.

Es el caso de las milicias de Líbano y Siria, aunque el escenario catastrófico aparece cuando irrumpe Irán. 

Un ejercicio realizado por Bloomberg Economics indica que en esa situación extrema, los precios del Brent treparían hasta u$s 150 el barril y que el conflicto le restaría al crecimiento global un 1%, lo que implica que barrería con u$s 1 billón. 

La economía mundial crecería 1,7% en 2024 y la inflación, para angustia de los banqueros centrales, promediaría 6,7%. 

Sin ir más lejos, los últimos reportes del conflicto hablan del registro de bombardeos en los territorios ocupados de Cisjordania y hasta en dos aeropuertos en Siria. Se detectaron también combates de baja intensidad con el grupo Hezbollah del Líbano.

Durante la guerra en Ucrania, el máximo que alcanzó el crudo fue de casi u$s 120 el barril en junio de 2022.

Un día antes del ataque a Israel, el 6 de octubre, el Brent cotizaba a u$s 85 y hasta ahora llegó a un pico de u$s 96. Sin embargo, está actualmente en el nivel de los u$s 90.

Una lectura política inquietante que circulaba en las reuniones de JPMorgan durante la reunión del FMI/Banco Mundial de otoño en Marruecos es que las elecciones presidenciales en los Estados Unidos el año que viene puede ser un incentivo para prolongar el conflicto ejercer una influencia dado el peso que tiene en el ánimo de los votantes el precio de algo tan cotidiano como la gasolina.  

Pero, para ir al grano: ¿qué tantas probabilidades se le asignan al escenario apocalíptico iraní? El banco Morgan Stanley, por ejemplo, considera que el riesgo de que el abastecimiento de crudo se vea afectado incluso en el corto plazo es bajo.

La entidad no espera que la guerra afecte la demanda global de petróleo en el largo plazo ni la producción de las empresas de las OPEC, en especial las de Medio Oriente.

Morgan Stanley coincide en que el impacto sería mayor si Irán se involucrara pero entiende que es poco probable que entre en combate directo. Claro que ni Estados Unidos ni Israel se confían. De ahí la orden del secretario de Defensa de Estados Unidos de movilizar un portaaviones a la zona en un mensaje disuasivo para Irán y especialmente, Hezbollah. 

 

Riesgo geopolítico: pensar lo imprevisible

 

El escenario más benigno -económicamente hablando- que propone Bloomberg, es que las hostilidades queden confinadas a Gaza. 

Una posibilidad sería que Estados Unidos imponga sanciones a la industria petrolera iraní, que últimamente viene moviéndose con más flexibilidad. 

Teherán aumentó su producción en 700.000 barriles por día este año, principalmente dirigidos a China. Si desaparecieran, no causarían mayor turbulencia en el precio, especialmente si son compensados por la capacidad ociosa de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. 

Un segundo escenario ya más complicado supondría que la guerra se extienda a países vecinos.

Hezbollah es un jugador poderoso en el Líbano con el apoyo de Irán, que ya tuvo cruces en la frontera con las fuerzas israelíes. Lo mismo ocurre con grupos armados en Siria, lo que en la práctica convierte al enfrentamiento en un proxy de una guerra Israel-Irán. 

La tensión en la región podría ampliarse a Egipto,Tunisia y países en los que las marchas anti-Israel por su respuesta al ataque de Hamas fácilmente pueden canalizar el descontento y devenir protestas contra el gobierno.

Bloomberg arriesga, incluso, que una Primavera Arabe, aquella ola de rebeliones contra el poder en 2010-2012, no es descabellada.  

En lo económico, estaríamos hablando de un salto del 10% en el precio del petróleo, una expansión del PBI del 2,4% en 2024 -que resigna 0,3 puntos porcentuales o el equivalente a u$s 300.000 millones-, el menor crecimiento en tres décadas con la excepción de la crisis del Covid en 2019, y una inflación de casi 6% (los precios de la energía le suman 0,2% y obligan a mantener las tasas altas por más tiempo).

Finalmente, un conflicto Israel-Irán que afecte al tablero de toda la región sería una confrontación en la que Teherán buscaría apelar a toda su red de socios desde Iraq hasta Yemen y Bahrein, mientras que en el último tiempo viene estrechando vínculos con China and Rusia, quienes -según preocupa a Estados Unidos- explotarían la situación para desviar atención y recursos militares de otras partes del mundo. 

El precio del crudo no se cuadruplicaría, como ocurrió en 1973 con el embargo que los estados árabes impusieron en protesta al apoyo noeamericano a Israel en la guerra de ese año pero la magnitud del shock sería equivalente a lo que ocurrió en los noventa cuando Iraq invadió Kuwait.

Llegado el caso, poco podrían hacer Arabia Saudita y los Emiratos si Irán decide cerrar el estratégico estrecho de Ormuz, una arteria fundamental por la que pasa a diario la quinta parte de la producción mundial de petróleo.

 

No conviene sancionar a Irán   

 

Se perdió casi todo el terreno ganado. Y es un rincón del mundo donde los avances son lentos, arduos y volátiles. 

La paz geopolítica alcanzada en marzo con el acuerdo saudita-iraní después de 15 meses de negociaciones vía la mediación de China (reanudaron sus relaciones diplomáticas suspendidas desde 2016) y la aceptación de ambos países de sumarse al grupo extendido de los BRICS en agosto ya volvió a cambiar de signo.

Así de rápido se dan vuelta las cosas en Medio Oriente. Así de precarios son los acercamientos. 

Sin embargo, los expertos en commodities del banco norteamericano JPMorgan remarcan que su principal guía para proyectar el precio del petróleo no es la geopolítica sino el equilibrio de corto plazo entre la oferta y la demanda y el consecuente cambio en los inventarios de crudo.

Su pronóstico es que el Brent terminará el año en u$s 86 y promediará u$s 83 el año que viene. Esto es, una situación muy contenida, aún guerra mediante. 

“En esta coyuntura, nuestro escenario base es que no habrá limitaciones inminentes a los envíos de petróleo iraní a China en la medida en que anticipamos que la administración estadounidense se abstendrá de afectar en forma directa la oferta iraní”, explican. 

Estados Unidos sí continuará, en cambio, bloqueando la búsqueda de otros compradores, con lo que la trayectoria de crecimiento de la oferta de crudo iraní seguirá atada a factores de mercado en China, restringida por la competencia de las exportaciones desde Rusia y Venezuela.  

El mercado puede haberse visto afectado por trascendidos como el que  publicó The Wall Street Journal, según el cual Arabia Saudita habría advertido a la Casa Blanca que estaba dispuesta a aumentar la producción el año que viene si los precios del crudo eran muy altos. 

Pero aunque Arabia sacó pecho, los entendidos desestiman el gesto.

Incluso antes de los ataques, aclara el banco, las condiciones de mercado no estaban dadas para que la OPEC+ (grupo extendido formado en 2016 integrado por 23 países exportadores que concentran el 60% de la producción de crudo) y sus aliados dieran marcha atrás con sus recortes de producción este año y el próximo. 

Acá viene el dato clave: del aumento en la demanda global de 1,9 mdb (millones de barriles diarios) de este año se pasará a un incremento del consumo global de 1,4 mbd en 2024 en la medida en que la demanda china (y mundial) empiezan a alinearse con la economía, que se enfriará de 5% a 4,4% en el caso de China y de 2,5% a 2% globalmente el año que viene.

Calzando su oferta con el crecimiento de la demanda global, la producción fuera de la OPEC+ se espera que sea de 1,3 mdb en 2024, De ahí que la OPEC+ deberá mantener la mayoría de sus recortes voluntarios si es que desea equilibrar el mercado y sostener los precios arriba de u$s 80.

En la suba del 30% del petróleo desde mediados de año, JPMorgan estima que una parte importante responde justamente a esta expansión más vigorosa de lo esperado de la demanda con una oferta negativa, debido a los recortes pronunciados de la OPEC+ como fuente principal de presión. 

Pero la demanda ahora se está restringiendo por la escalada del precio. “Por eso, incluso si el conflicto se esparce más allá de Israel y los territorios palestinos, creemos improbable que resulte en una suba prolongada del petróleo”, predicen. 

 

El gas, tangible para el consumidor

 

Precios elevados del crudo, amplificados por el encarecimiento del costo de endeudarse y la depreciación de las monedas emergentes, erosionan el consumo de combustible, mucho más tangible y cercano al ciudadano y un buen signo de su “umbral de dolor”. La destrucción de la demanda ya comenzó, apunta el banco.  

En relación al gas, el economista jefe del banco israelí Leumi, Gil Bufman, aporta detalles específicos sobre cómo las instalaciones se están viendo afectadas y cómo la infraestructura podría complicar las cosas aún más en un futuro. 

El flujo de gas proveniente de la reserva Tamar, la segunda más grande de Israel, se interrumpió debido a su cercanía a la costa de Gaza, que la hacía blanco fácil para los ataques. El mayor accionista es el gigante norteamericano de la energía Chevron. 

Bufman explica que Tamar detuvo en forma proactiva el funcionamiento de la reserva, frenando la llegada de gas a Egipto. Eso va a afectar las exportaciones de gas natural del país a Europa y otros países pero no se trata de un gran jugador de este mercado. 

Ahora, si las tensiones geopolíticas afectan a países del Golfo como Qatar, en este caso sí un gran exportador de gas, entonces estaríamos frente a implicancias mucho más severas para los precios globales del commodity. 

 

Cuánto gastamos en casa

 

El costo de la guerra sería de al menos u$s 6.800 millones hasta el momento, según las estimaciones iniciales del israelí Bank Hapoalim.

El cálculo toma en consideración la masiva movilización de 300.000 soldados en reserva que debieron abandonar sus empleos -la mayor desde los 400.000 de 1973- la reconstrucción de infraestructura, viviendas y armamento, la expectativa de una campaña prolongada, costos multianuales para la rehabilitación de soldados y el acompañamiento de las familias de los caídos. 

El jefe de estrategia del banco, Modi Shafrir, explica que “por el momento, se puede asumir en una estimación muy gruesa que los costos equivaldrían al menos al 1,5% del PBI, lo que significa un aumento en déficit presupuestario de 1,5% del PBI el año que viene”. 

En otras experiencias, el impacto de la guerra en la economía se focaliza sobre todo en el consumo privado y en el turismo pero la gran movilización de fuerzas de reserva y la evaluación de que este conflicto se va a extender por varias semanas inclinan a esperar un daño más directo en la economía local que en operaciones de combate anteriores, reconoce. 

Los escenarios, con sus supuestos y sus estimaciones, permiten barajar posibles costos económicos según el curso que tome la guerra. No hace falta decir que el costo de la desesperación, la devastación y el desamparo que inflige semejante violencia no puede medirse. La tragedia es siempre pura desmesura.

 

 

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