"Estamos olvidados acá. No hay vigilancia de ningún tipo. Seguridad cero", dice Pablo López. Vive en Paso de las Arena, casi Rincón del Cerro, alejado de la zona más urbanizada. Es vecino y amigo "de toda la vida" de Álvaro, el comerciante que fue baleado en su almacén el pasado lunes 24.
Álvaro estaba en el local –un contenedor verde claro, con ventanas, un pizarrón de tiza y una bandera de Vinos Faisán– en el momento del asalto, pero en realidad lo atienden su esposa y sus hijos. Además de ser dueño de El Chiringuito, tiene un estacionamiento para camiones al otro lado de Camino Sosa. Es un espacio de tierra con estructuras de chapa donde se quedan camioneros paraguayos.
El propio López tenía un negocio como el de Álvaro, pero tuvo que cerrarlo y quedarse con unos pocos clientes, por los constantes robos a los camioneros.
Por camino Sosa, de noche, no se ve casi nada. "Hace tres meses reclamamos los focos de luz. La intendencia no los cambia", asegura López. Cerca un club de fútbol tiene un complejo de inferiores. "A los gurises que juegan en la cancha los pasan robando. De tarde, de noche. Les roban los celulares. A más de uno lo han revolcado por el piso", dice en diálogo con El Observador.
Según López, la intendencia no solo no ilumina la calle, sino que además, "quiere cerrar los estacionamientos de camiones".
"La única garantía que tenemos acá son los camioneros, porque la seguridad son ellos", sostiene.
La noche del asalto a El Chiringuito, cuando Álvaro recibió un disparo en el pecho, unos diez camioneros echaron a pedradas a los delincuentes.
Álvaro, cuya familia llegó a Paso de la Arena hace más de cien años desde Italia, tiene una buena relación con los camioneros paraguayos. Algunos se quedan en su estacionamiento desde hace una década. Edgar Peña, en cambio, lo conoció hace dos o tres años cuando dejó de manejar hasta Brasil, para hacerlo hasta Uruguay. La primera vez que tuvo que pasar una noche en el país, se quedó en el estacionamiento de Álvaro y ahora no se lo cuestiona.
"Es como si fuera un familiar. Todos los que venimos siempre venimos acá, no nos cambiamos de estacionamiento", afirma a El Observador.
Allí llegan camioneros y camioneras después de dejar su contenedor en el puerto. Pasan días hasta que reciben otra carga y vuelven a partir hacia Paraguay. La empresa para la que trabajan les da un viático y ellos lo usan con Álvaro. "¿Qué vas a hacer por las calles, wey? Por las calles es peor".
"Nos da más o menos la comodidad que se pueda, nos atiende. Es una buena persona", asegura Peña respecto al dueño. Cuando ellos necesitan repuestos, él se los va a buscar. El precio por quedarse en el estacionamiento "es simbólico", añade el camionero.
Además, "el señor creo que es agricultor o maneja tractores, pero tiene el negocio para nosotros", dice Peña. Aunque los domingos, cuando llega mucha gente a la zona por las canchas de fútbol, casi en el cruce con Manuel Flores, El Chiringuito también vende.
Sin embargo, entre semana, hay poca gente y poca luz y los robos son comunes.
"Siempre vienen algunos vizcacheros que quieren llevarse la cubierta o tu herramienta o vienen a manguear o vienen borrachos y empiezan a hacer quilombo", cuenta el paraguayo. De todas formas, los camioneros muchas veces los agarran: "Los cagamos a patadas y si no llamamos a la policía".
En la tarde del lunes 24 Álvaro volvió a su casa, donde también está el local. después de hacer "su laburo en el tractor", narró Peña. La hija del hombre iba a salir y la mitad de los camioneros, cruzaron la calle, y ayudaron a arreglar las luces del auto que no prendían.
Dos hombres pasaron una y otra vez, "en una moto... ¿cómo le dicen acá?... Yumbo". "Ya era medio oscuro. Creo que eran las seis, siete (de la tarde)", recuerda Peña. El camionero pensó: "algo se están tramando".
"Cuando terminamos de joder con el vehículo, volvimos la pandilla al otro lado", continúa. A los "cinco, diez minutos, empezó el atraco".
Volvió la moto, uno de los hombres se bajó y corrió hacia el local, donde ya habían entrado clientes de siempre y el propio Álvaro.
"Nos dimos cuenta que eran los mismos, wey".
Los camioneros, al otro lado de la calle, entre los camiones y las chapas, le gritaron al que se había quedado con la moto. "Éramos como diez tipos, si no más. Lo empezamos a cagar a piedrazos”
Desenvainó y le tiró a ellos "un par de tiros". Pero según Peña los delincuentes tenían pistolas apenas de calibre 22. Pero ese no fue el caso para Álvaro.
"El señor tiene un arma grande: un 38 o una 9mm". Peña piensa que quizás el delincuente que entró al local comenzó a disparar una vez que Álvaro "sacó el cañón". Adentro hubo un intercambio de tiros, que el camionero no pudo ver.
Luego, el ladrón salió corriendo del local. Según fuentes policiales, se llevó una cartera y el revólver del comerciante.
Disparó varias veces al almacén para que Álvaro no pudiera salir. "Para intimidarle más", explica el camionero.
Pero el delincuente, al salir, se encontró con que su compañero había tirado la moto porque los paraguayos lo habían reducido a pedradas. Tomó el vehículo y escapó corriendo con el otro.
"Si no iba a quedar la moto y la íbamos a partir en diez pedazos, wey... O se iba a saber de quién era por la matrícula", lamenta.
Después de que el comerciante fuera baleado, llegó la Policía y lo llevó a un centro de salud. Allí fue operado por una herida de bala en el pecho y luego fue internado en cuidados intensivos. Sin embargo, según supo El Observador, este viernes se esperaba que ya lo pasaran a cuidados intermedios.
La Policía trabaja en el caso, pero por el momento los dos hombres no fueron detenidos.
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