La refinería localizada en la ciudad de Bitterfeld-Wolfen es la primera a gran escala en Europa y podría abastecer la producción de hasta medio millón de baterías al año.

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La industria del litio comienza a tomar forma en Alemania

La extracción y la refinación local del codiciado metal constituyen objetivos estratégicos de Berlín para alimentar su industria automotriz y reducir su dependencia de las importaciones
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03 de febrero de 2024 a las 05:01

La ciudad de Bitterfeld-Wolfen, antaño sinónimo de desastre ecológico, está en camino de convertirse en un lugar clave para la ambiciosa transición energética de Alemania con la implantación de la primera refinería de litio a gran escala del país.

La planta está llamada a desempeñar un papel central en el refinado, uno de los procesos esenciales junto a la extracción, en los planes europeos para obtener las materias primas necesarias para alimentar la producción de vehículos eléctricos.

El litio, que la planta empezará a producir en mayo, es uno de los metales esenciales para producir baterías eléctricas, y Alemania, al igual que otros países europeos, procura reducir su dependencia de las importaciones, especialmente de las provenientes de China.

“El aumento de la demanda de baterías era previsible", explica Stefan Scherer, director de AMG Lithium, una empresa que "se subió a la ola" y lanzó el proyecto para construir la refinería hace más de cuatro años.

Ubicada en el este de Alemania, a unos 140 kilómetros de Berlín, Bitterfeld-Wolfen fue el lugar elegido por su "proximidad a los clientes", los principales actores de la potente industria automovilística alemana, añade Scherer.

La iniciativa, al igual que otras que apuntan a acelerar la transición energética, encontró el inmediato apoyo del gobierno alemán, que considera la dependencia de las importaciones de metales raros como una desventaja creciente en el contexto de las actuales tensiones geopolíticas.

Pese a no ser el mayor productor de litio bruto, China dispone de gran parte de la capacidad mundial de refinación y lidera la producción de baterías, además de haber avanzado con inversiones en el “triángulo del litio”, que comparten Chile, Bolivia y Argentina, área que cuenta con el 56% del total de las reservas mundiales del metal.

Ante este panorama, la Unión Europea (UE) presentó el año pasado varias propuestas para garantizar el suministro y aumentar la extracción y la transformación de materias primas esenciales para la industria del bloque, desde el litio y el cobalto hasta el níquel para las baterías. El objetivo: asegurarse el 40% del refinamiento en su territorio de los materiales esenciales.

La fiebre por el llamado “oro blanco” podría cambiar el destino de Bitterfeld-Wolfen, ciudad de menos de 40.000 habitantes, antiguo bastión de la industria química alemana y durante mucho tiempo una de las ciudades más contaminadas del país.

El director de la fábrica afirma que el primer módulo podrá producir 20.000 toneladas de hidróxido de litio al año, suficiente para fabricar medio millón de baterías de automóvil. A eso se podrán añadir secciones para alcanzar las 100.000 toneladas, lo que significaría cubrir hasta el 20% de la demanda en Europa.

“Para la industria alemana, y especialmente para los fabricantes de automóviles, deslocalizar la producción de litio aumenta la resiliencia en caso de tensiones en la cadena de suministro internacional", explica Yoann Gimbert, especialista en movilidad eléctrica del grupo de reflexión Transporte y Medio Ambiente.

En Zinnwald, un municipio cercano a la frontera checa, un proyecto apoyado por AMG aspira a completar la cadena productiva con la explotación de un prometedor yacimiento de litio. Sin embargo, abastecerse localmente de grandes cantidades de litio resultará difícil, como demuestra el modesto objetivo de extracción del 10% fijado por la UE.

No obstante, proyectos como el de Bitterfeld-Wolfen y Zinnwald podrían ser "piezas esenciales" para consolidar localmente las industrias ecológicas, afirma el director ejecutivo de Zinnwald Lithium, Anton du Plessis, que espera que la mina funcione a pleno rendimiento para finales de la década.

“Aunque la extracción es sólo una solución parcial, la nueva capacidad de transformación prevista en Europa podría satisfacer totalmente la demanda", estima Cornelius Baehr, analista de la consultora IW Consult, con sede en la ciudad alemana de Köln.

Baehr, no obstante, es cauteloso. Al igual que otros analistas señala que “la ejecución de los proyectos actuales sigue siendo incierta”, y que el tiempo de puesta en marcha de los nuevos centros de producción, calculado entre cinco y diez años, “implica que el objetivo de la UE para 2030 no será fácil de alcanzar".

(Con información de AFP)

 

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