Las olimpíadas de Tokio ya pertenecen a la memoria. Quienes las disfrutamos, las recordaremos con nostalgia. A los que tanto les dio las mantendrán lacradas en la indiferencia, como tantas otras cosas que pasan sin pena ni gloria por esta vida. En la capital japonesa hubo sobredosis de gloria. Yo me quedo con dos momentos que permanecerán en el recuerdo hasta el fin de mis días. Primero, el triunfo del atleta noruego Karsten Warholm en los 400 metros valla, batiendo un récord mundial que parecía imposible de superar, y estableciendo una nueva marca que seguramente permanecerá poco, pues Warholm es una bestia con alas en las piernas, por lo tanto, es posible que vuelva a bajarla. Nadie en la historia de la humanidad había corrido esa prueba en menos de 46 segundos. Lo imposible dejó de serlo.
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