Carlos Gardel es uno de los más grandes referentes de la música. Su voz lo llevó a Europa donde popularizó el tango y también se convirtió en el rostro de un producto nacional: la gomina. Su pelo brillante, bien fijo y peinado con raya al costado fue uno de los íconos del famoso look "a la gomina", pero no muchos saben que en realidad se trata de una marca registrada.
A diferencia de las melenas largas de los 60 e incluso los peinados actuales, más naturales, a principios del siglo XX la moda indicaba que los hombres debían llevar su cabello firme. Era común ver por doquier una parva de cabelleras brillantes y duras. Esto se lograba con diversos productos, desde vaselina hasta aceite de maíz. Sin embargo, un joven farmacéutico tuvo una idea que revolucionó este segmento.
El argentino José Antonio Brancato integró la primera camada de estudiantes que se anotaron para cursar la carrera de Veterinaria en el Instituto Superior de Agronomía y Veterinaria de Buenos Aires, en 1904. Si bien no completó sus estudios, el joven continuó ligado al negocio con su propia farmacia sobre la calle bonaerense Florida, que contaba con un pequeño laboratorio donde realizaba algunas pruebas.
En 1914 Brancato mezcló goma arábiga, goma tragacanto de Persia y diferentes esencias para perfumar. El resultado fue una gelatina pastosa que servía como fijador para el pelo. La bautizó Gomina y empezó a comercializarla en su negocio. Rápidamente el producto se volvió muy popular y la marca se transformó en un sinónimo para los fijadores.
Una década más tarde, el porteño Carlos Arce la introdujo en París. La Gomina fue ganando adeptos en el viejo continente principalmente por la popularidad de Gardel, uno de los exponentes del peinado "a la gomina".
El arraigo cultural de la marca también se ve en su inclusión en varias letras de tango de la época. "Te acordás hermano, qué tiempos aquellos. Eran otros hombres, más hombres los nuestros. No se conocía coca ni morfina; los muchachos de antes no usaban gomina", dice Tiempos Viejos, de Manuel Romero y Francisco Canaro. Esa frase, a su vez, se convirtió en el título de una película en 1932, que luego tuvo su remake en 1969.
"¡Note qué diferencia! Cualquier cosa no sirve. Tiene que ser: Gomina", aseguraba un cartel publicitario de Farmacia Brancato. La compañía vendía el producto en tarros de vidrio, aunque también se comercializaba en formato pomo.
Pero la moda a la hora de peinarse cambió. Los peinados brillantes perdieron contra el pelo más natural y poco a poco los fijadores cedieron terreno. Tras la muerte de su fundador, la compañía pasó a manos de sus herederos, quienes la cerraron en 1965 tras un incendio que consumió su laboratorio principal.
Según el archivo del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, la sociedad Marcol SCA consiguió el registro de la marca Gomina Brancato en 1985 (con vencimiento en 1995). En 2003 un laboratorio cordobés presentó la solicitud para registrar la marca Gomina y lanzó una línea de fijadores con ese nombre, sin embargo el registro fue declarado nulo. Volvió a presentarlo en 2007, pero le fue denegado.
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