Maestros protestan previo a la rendición de cuentas.

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¿Por qué una muerte que no fue en la escuela derivó en un paro de docentes? Crónica de un divorcio anunciado entre maestros y autoridades

El paro de docentes de Montevideo de este lunes destapó un caldo de cultivo que viene desde hace unos años
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30 de mayo de 2023 a las 11:38

El jueves, unos minutos antes del inicio de la clase, la maestra Ivana entró a la escuela Artigas como la hacía todas las mañanas. Llevaba la túnica en la misma mano que la cartera. Pero se sintió mal. Por eso antes de entrar a su salón fue hasta la dirección y, desde allí, llamaron a la emergencia móvil. La docente tuvo un paro cardíaco, los médicos la reanimaron —siempre por fuera de la mirada de los niños— y la trasladaron (viva) hasta la mutualista. Unas horas después, murió.

La muerte —“lamentable e inevitable”, según tildaron autoridades y docentes— no estuvo en discusión. Pero las decisiones —o falta de las mismas— adoptadas en los minutos posteriores al primer paro cardíaco desencadenaron en un paro sorpresivo del sindicato de maestros de Montevideo. ¿Debieron suspenderse las clases de ese jueves o eso hubiese supuesto un mal mayor? ¿El lunes, tras el parante del viernes por el sepelio, era necesaria una jornada de reflexión? ¿Esa reflexión debía ser de toda la comunidad educativa o solo los docentes? Las autoridades actuaron acorde a la normativa, ¿pero hubo falta de empatía?

Las respuestas a estas preguntas pueden responderse sobre el hecho puntual, o bien pueden entenderse en un contexto que va más allá del fallecimiento de una maestra. Un nuevo capítulo de tensión entre las autoridades de la enseñanza y los docentes que, como acontece en los años de la última Rendición de Cuentas con posibilidad de incrementar el gasto, cada parte eleva la apuesta.

No en vano el sindicato de maestros de Montevideo habló de “violencia institucional”, con la potencia que implican esas dos palabras unidas. Y no por casualidad el presidente del Codicen, Robert Silva, respondió: “Asuman la responsabilidad de dejar a 25 mil niños sin comida”, en referencia las consecuencias del paro sorpresivo (las autoridades habían sido informadas a las 19.30 horas de este domingo).

La pandemia —y sobre todo la postpandemia— dejó a los maestros en la posición del relleno de un sándwich: reciben presión de abajo y de arriba. Por un lado, cargan con la fatiga de algunos padres, la violencia inserta en el tejido social, los problemas de salud mental, las acusaciones de que ellos, los docentes, son los culpables de todos los males de la educación. Por otro, padecen la imposición de las autoridades  que, aunque cuando se analiza el caso puntual no parece “grave”, acaba exacerbándose fruto del cúmulo de sucesos.

  1. El fin de la representación docente en Primaria, Secundaria y UTU

La ley de urgente consideración suprimió los consejos desconcentrados —a los que sustituyó por direcciones generales—, y el cambio implicó la pérdida de la voz directa que tenían los docentes en la toma de decisión. Tanto es así que en la elección de los únicos dos cargos de representación de maestros y profesores que quedaron en el Codicen, se impusieron los grupos más radicales.

  1. Alimentación escolar como terreno de disputa

En una de sus primeras salidas públicas como novel ministro de Educación, Pablo Da Silveira criticó el “fabuloso” gasto en la alimentación escolar. Cuestionaba la cifra de niños que recibían su comida a diario en la escuela, pero que durante la suspensión de las clases presenciales (al comienzo de la emergencia sanitaria) no se habían acercado a buscar su bandeja. A esa discusión le siguió la puja de quién se tenía que encargar de la comida cuando había un paro, si eran necesarias las guardias sindicales, la falta de previsión de Primaria en la comida al fin del curso pasado, la decisión del sindicato de no encargarse más de la alimentación los días de protesta y un largo etcétera.

  1. La falta de consulta para la transformación curricular

Los primeros documentos clave de la reforma educativa fueron elaborados por fuera de la consulta a los docentes (por ejemplo, sin la integración de las ATD dentro de la toma de decisión) y recién fueron considerados con el marco curricular, los planes y las progresiones avanzadas. De hecho, el consejero político Juan Gabito había reconocido que “fue un error” haber convocado a los docentes “tan tarde”, y por eso la dinámica cambió para la aprobación de los programas y ahora para la transformación de los bachilleratos.

  1. La pérdida salarial durante los dos primeros años

El salario real de los maestros decreció en 2020 y 2021. Si bien la caída, en medio de la crisis económica, fue extendida a los funcionarios públicos en general, en la docencia había tenido particular impacto en medio de un intento de transformación curricular. De hecho, la “paz” se sella en la rendición de cuentas pasada cuando se acordó una recuperación salarial y diferencial de maestros y profesores. Ahora se discute una nueva rendición.

  1. El cuestionamiento de los paros

La enseñanza es una de las áreas más feminizadas: nueve de cada diez maestros son mujeres. De ahí que no sea extraño que cada 8 de marzo las docentes paren su actividad. Pero como la fecha conmemorativa coincide con la primera —a lo sumo segunda— semana del año lectivo, las autoridades de la enseñanza suelen criticar la medida. Eso mismo es extensivo a otras medidas de paro en las que se acusa a los maestros de “tomar como rehenes a los niños”.

  1. El cúmulo de tareas extra

La transformación curricular les significó a los docentes una serie de capacitaciones y reuniones por fuera de su tarea habitual. En algunos casos eso fue tomado como una imposición y sobrecarga que no se veía reflejado en un reconocimiento por parte de las autoridades.

  1. El “miedo” como clima de trabajo

Los mayores choques entre docentes y autoridades políticas estuvieron en Secundaria. Pero los maestros no fueron ajenos a la presión. La apertura de una comisión que investigó en el Parlamento las faltas de docentes de liceos, la judicialización de esa causa, la sanción a docentes de San José que se habían manifestado con insignias políticas dentro de un centro educativo, la investigación a inspectores que apoyaron la fórmula del Frente Amplio, los dichos de Da Silveira quien acusó que Fenapes “no es parte de la solución, es parte del problema”, el sumario con separación del cargo y retención salarial del director del IAVA, y ahora el sumario a la maestra de la escuela Brasil en la que un accidente acabó con un niño sin dos de sus falanges forman parte de un paisaje en la que muchos maestros se sienten que no puede hablar, hacer, ser.

En ese sentido, la figura centralista de Robert Silva, la que a muchos docentes asemejan al estilo de conducción de Germán Rama, choca con esa mirada más autónoma que pretenden algunos docentes.

Estos puntos muestran que la tensión entre el sindicato de maestros y las autoridades va más allá del fallecimiento de una maestra. Hay un caldo de cultivo, espeso, que viene desde hace unos años.

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