La Semana del Cima que comenzó en Nueva York y durará hasta el 25 de este mes vuelve a reunir a miles de participantes y especialistas en un sinnúmero de actividades que se realiza en coincidencia con la Asamblea General de Naciones Unidas.
Pero las intensas luces que dan a la "ciudad que nunca duerme" su icónico brillo sigue siendo una fuente de frustración y crítica del encuentro. Ahora además las ven en contradicción con la asamblea mundial, uno de cuyos temas es el cambio climático.
"Nos queda un largo camino por recorrer hasta que una ciudad brillantemente iluminada sea vista como lo que es: un atroz desperdicio de energía y algo que está teniendo un impacto directo en el mundo natural", declaró Ruskin Hartley, director del Centro Internacional Dark-Sky Association (IDA).
Según cifras del Departamento de Energía estadounidense, la iluminación exterior en Estados Unidos consume anualmente suficiente energía para alimentar 35 millones de hogares. Sólo el 1% de la luz artificial llega a los ojos humanos, afirma la dependencia.
Las estimaciones de energía de toda la ciudad son difíciles de conseguir, pero las imágenes satelitales dejan claro que Nueva York se encuentra entre los peores infractores de Estados Unidos, que como país derrocha mucha más energía que Europa, según los estudios.
Según Hartley, la reducción de la contaminación lumínica debería formar parte de los debates de la Semana del Clima de Nueva York, que celebra su 15ª edición, y en la que se tratarán temas como la financiación de la lucha contra el cambio climático, la reducción de la huella de carbono de los sistemas alimentarios o el papel del arte en el activismo.
Este año, las actividades se inauguraron el domingo 17 de septiembre con una marcha que llenó las calles de Nueva York. Miles de personas salieron para hacer un llamado a las Naciones Unidas en busca de acciones para frenar el cambio climático.
"La gente busca formas de marcar una diferencia significativa en el corto plazo, dada la magnitud de la crisis a la que nos enfrentamos. Y una de las cosas más sencillas que podemos hacer es mirar a nuestro alrededor y averiguar dónde podemos reducir los desperdicios del sistema", argumentó.
A escala mundial, se estima que la iluminación exterior que se escapa al espacio es responsable del 1% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero.
Otras pérdidas
Pero no se trata sólo de un problema energético. La ciudad de Nueva York se encuentra en una vía migratoria de aves conocida como la ruta de vuelo del Atlántico, por la que cada año pasan millones de pájaros, explicó Dustin Partridge, director de conservación y ciencia de la organización Audubon de Nueva York.
La luz artificial atrae a las aves a la ciudad que durante el día chocan contra los edificios porque ven los reflejos de una atractiva vegetación en la jungla de vidrio y cemento. Por la noche, vuelan hacia las ventanas iluminadas.
"En Nueva York, cada año mueren alrededor de un cuarto de millón de aves por colisión", explicó Partridge, y la Semana del Clima se produce en plena migración del otoño boreal.
Otra investigación ha descubierto impactos potenciales en la salud humana, como el aumento de la incidencia de ciertos tipos de cáncer, que podría estar relacionado con la alteración de los ritmos circadianos.
La luz artificial también trae más mosquitos e insectos que generan enfermedades asociadas.
Tibias correcciones
Nueva York aprobó en 2021 una legislación que obliga a todos los edificios de propiedad municipal a apagar las luces no esenciales de 23H00 a 06H00 durante la migración de primavera y otoño.
Pero esto representa una pequeña fracción de todas las construcciones, y sigue pendiente un proyecto de ley presentado en mayo que extendería reglas similares a los edificios industriales y de propiedad privada.
Los críticos argumentan que el horizonte nocturno de Nueva York es una parte esencial de la identidad de la ciudad: un lugar lleno de energía donde la gente va a soñar y lograr grandes cosas.
Pero los activistas ponen como ejemplo ciudades europeas que ya han comenzado a bajar el interruptor cuando la mayoría duerme, incluida París, la llamada "Ciudad Luz".
A las 11 de la noche, la Torre Eiffel, emblema parisino, apaga las luces de los contornos y sólo deja encendidas las balizas anticolisión.
Idénticas medidas de austeridad energética se implementaron en Alemania a partir de la guerra en Ucrania y la supresión de los envíos de gas ruso, que obligaron a poner en oscuridad a los edificios públicos y monumentos, además de limitar la calefacción domiciliaria.
(Con información de AFP)
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