Son los que definen cuándo y cómo comienza a funcionar el país. Y cuándo se para. Tienen el poder de cerrar las fronteras por mar y aire paralizando las actividades del Puerto de Montevideo o dejando fuera de servicio los radares aeroportuarios. Si se les viene en gana pueden atentar contra la sanidad animal y humana afectando controles (como ocurrió durante la crisis de la fiebre aftosa del año 2001 y con la gripe porcina en 2009).
En función de sus asuetos se confeccionan almanaques y agendas, se cierran balances e inventarios, se programan licencias, asados, casamientos, cumpleaños de 15, y hasta se eligen momentos de parto.
Tienen el empleo seguro porque no deben rendirle cuentas a un patrón que les exija resultados, y en contadas ocasiones deben competir bajo reglas de mercado. De los 100 mil puestos de trabajo que se perdieron durante la brutal crisis de 2002, una ínfima parte afectó a los empleados del Estado uruguayo, quienes, además, cobraron sus salarios religiosamente a pesar de que las arcas públicas estaban semivacías mientras los trabajadores del sector privado cargaban sobre sus hombros con pérdida de miles de empleos , ingresos y calidad de vida.
Son la casta de privilegiados que conforman el grupo de ciudadanos “de primera”, como los denominó el ex presidente Jorge Batlle, que se pasó denunciando los privilegios de los estatales pero hizo poco y nada concreto para terminar con los mismos.
Defienden con uñas y dientes sus “conquistas”, que paga todo el pueblo, escudándose en la poderosa Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado (COFE), cuyas caras más visibles son Pablo Cabrera (un enfermero de Salud Pública conocido por sus claritos en el pelo) y Joselo López (un “educador” del Inau que es quien más crispa su puño contra el gobierno).
Mientras el resto del país trabajaba, el martes los públicos afiliados a COFE hicieron un paro general, con ocupación de la sede del Ministerio de Economía y Finanzas. Reclaman introducir cambios en la Rendición de Cuentas que, sin embargo, ya se votó en la Cámara de Representantes. COFE quiere incluir en la Rendición de Cuentas incrementos salariales para los públicos, incrementar la cantidad de funcionarios estables y contratación de más personal.
También piden discutir la reformulación del Estatuto del funcionario público, por el cual el gobierno quiere hacer obligatorio el régimen de ocho horas laborales para sus empleados y que asistan a trabajar los días feriados como el resto de los mortales uruguayos.
Según cifras oficiales de la Presidencia de la República a las que accedió El Observador, la cantidad total de funcionarios públicos a diciembre de 2011 ascendía a 276.594, incluyendo becarios, pasantes y contratos bajo la modalidad de arrendamientos de obra. La mayoría de esos empleados, 263.044, son funcionarios públicos propiamente dichos.
El total de funcionarios públicos –buena parte de los cuales ingresó al Estado durante los gobiernos blanco y colorado- no aumentó en forma explosiva, pero tampoco se redujo desde que la izquierda gobierna, aunque los concursos se han extendido como una práctica para ingresar a la administración, según se señala desde filas frenteamplistas
A fin de 2004, en el Estado uruguayo habían trabajando 229.454 funcionarios públicos, es decir, 47.410 menos que en la actualidad. El mayor aumento de la plantilla se produjo a nivel del gobierno central (que incluye los ministerios y la Presidencia de la República), ya que la plantilla aumentó en 28.841puestos.
En las empresas industriales y comerciales del Estado, el personal aumentó de 23.751 a 26.008, mientras que en los bancos estatales y el conjunto de las intendencias prácticamente se mantuvo la cantidad de personal entre 2005 y 2011.
El presidente Mujica tuvo el coraje inédito de meterse con los empleados públicos pero está pagando las consecuencias de haber abrazado tantas culebras, entre ellas los gremios, para llegar al poder
Para protestar, cuando tomaron ilegalmente el martes las instalaciones del Ministerio de Economía, integrantes de la sinfónica del Sodre entonaron el himno nacional. Está bien: no se podía esperar mayor demostración de amor a la patria por parte de los dueños del país.
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