El regreso de los gobiernos electos de izquierda en América Latina le dio a una muy aislada Venezuela ponerse de nuevo en diálogo y alianzas, especialmente con interlocutores de Estados Unidos. Cuando ya comenzaban los diálogos con empresas petroleras de Houston, además de francesas y españolas, Nicolás Maduro se encontró con algo que le dio un camino más firme para que sus aliados no sean solo La Habana, Moscú y Teherán. En efecto, el triunfo de Gustavo Petro en Colombia significó para Caracas un oxígeno muy especial.
A su vez, el gobierno bolivariano está expectante de que Lula, favorito en las encuestas, llegue al poder tras la segunda vuelta del 30 de octubre. Venezuela y Brasil tienen una frontera considerable y posibilidad de ampliar su comercio así como de encarar emprendimientos petroleros conjuntos, algo que con Jair Bolsonaro en el gobierno es impensable para Nicolás Maduro.
Caracas se anotó dos puntos importantes para recuperar terreno. El primero es que Petro eligiera Caracas como sede para las negociaciones con el ELN, la última guerrilla activa en Colombia. El segundo fue el canje de prisioneros con Estados Unidos. En efecto, los dos sobrinos de la esposa de Maduro, Cilia Flores, detenidos en el país del norte, fueron liberados a cambio de cinco ejecutivos estadounidenses de la petrolera Citgo detenidos en Venezuela.
Maduro logra este diálogo con Bogotá y Washington sin participación de la oposición al chavismo, hasta hace poco única interlocutora de los ex presidentes Iván Duque y Donald Trump. Mientras tanto, en el frente interno, Maduro continúa en su camino de abrir puertas a la inversión privada y también de abrir el diálogo con opositores venezolanos
El puntapié inicial fue la presión de la petrolera Chevron a Washington para obtener la licencia que le permita expandir sus operaciones en Venezuela, tras la invasión rusa a Ucrania. Caracas, para avanzar en su plan de desarrollo, con una economía golpeada y una inflación que todavía no para, necesita incrementar su producción petrolera.
Tanto Chevron como la italiana Eni, la española Repsol y la francesa Maurel & Prom, le permitirían a Caracas aumentar de los actuales 700 mil barriles diarios a un millón. “En el aspecto técnico, los acuerdos para ampliar las licencias de Chevron parecen listos”, comenta el economista y analista energético Orlando Ochoa en redes sociales.
Para Maduro, estos cambios le permiten aspirar a no perder el poder si la oposición continúa dividida de cara a las elecciones previstas para 2024.
Mientras tanto, 19 miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) plantearon un proyecto de resolución para dejar sin efecto el puesto que ocupa Juan Guaidó como “presidente designado” ante el organismo. Si bien ese proyecto aún no salió adelante es indicativo de las alianzas y consensos logrados por Maduro, quien se retiró de la OEA en 2017.
El propio presidente bolivariano quiere retomar el diálogo con la oposición en Ciudad de México, anunciadas hace un año y todavía en espera de ser concretadas.
La diplomacia de Caracas se siente amparada con el diálogo logrado con el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, así como por los triunfos de Gabriel Boric y Gustavo Petro en Chile y Colombia respectivamente.
Nada es lineal porque, así como ganaron candidatos de izquierda, las derechas y ultraderechas tanto en el norte de América como en el sur muestran músculo y no tienen simpatías en absoluto con el gobierno chavista. Las denuncias de violaciones a los derechos humanos llegaron a pronunciamientos de peso como el de la alta comisionada de las Naciones Unidas en el tema, Michelle Bachelet, ex presidente socialista de Chile.
En Colombia, si bien Petro todavía no manifestó interés por una reunión directa con Maduro, el ex presidente liberal Ernesto Samper, que manifestó su apoyo al nuevo presidente, se pronunció por mejorar las relaciones con Venezuela.
“Tenemos dos millones de venezolanos viviendo en Colombia, dos millones de colombianos viviendo en Venezuela, inversiones que quedaron estancadas, problemas comunes en las fronteras” dijo Samper a medios colombianos y agregó que “es increíble que hubiéramos sostenido esta tensión durante tantos años. De alguna manera, América Latina se puede sentir orgullosa de ser una región de paz en el mundo porque no tenemos conflictos territoriales entre los países, conflictos limítrofes. Y el de Venezuela estuvo cerca de ser la Ucrania de América Latina. Tenemos dificultades sociales, tenemos problemas, pero no hay una guerra planteada. Yo creo que con el proceso de paz que ha relanzado el presidente Petro podemos ser relativamente optimistas de que la región pueda seguir siendo considerada como un oasis de paz en el mundo”.
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