El encuentro cordial entre el presidente electo de Argentina, Javier Milei, y el expresidente Jair Bolsonaro, junto con su séquito, en Buenos Aires este viernes, ha suscitado cierto malestar entre los miembros del gobierno brasileño.
La agenda ha sido interpretada por la cancillería brasileña y destacados miembros de la administración de Luiz Inácio Lula da Silva como una "señal negativa" de la ultraderecha, indicando que Milei no manifiesta interés en construir una relación de asociación con el gobierno actual.
Un ministro de Lula comentó en privado, de manera jocosa, que "Milei ha definido sus amistades y preferencias".
Durante el encuentro con Bolsonaro, Milei expresó su "orgullo" por la visita del expresidente brasileño, a quien manifestó admirar profundamente por su lucha contra la izquierda internacional, la cual busca interferir dividiendo al país y al mundo en su resistencia por la libertad.
La reunión completa con la delegación tuvo lugar en el búnker de campaña después de que Milei sostuviera un encuentro con Bolsonaro, Valdemar Costa Neto y algunos asesores en el hotel Libertador. La delegación incluyó al diputado Eduardo Bolsonaro y a parlamentarios afines al expresidente, como la diputada Bia Kicis, todos críticos vehementes de Lula.
En respuesta a esta situación, Lula decidió enviar al canciller Mauro Vieira a la toma de posesión de Milei este domingo, según informó O Globo. La decisión de no enviar ni siquiera a su vicepresidente al evento, al estilo de lo hecho por Bolsonaro con Alberto Fernández en el pasado, se interpreta como un gesto deliberado para expresar el descontento de Lula con el próximo ocupante de la Casa Rosada.
Durante la campaña electoral, Milei catalogó a Lula como "corrupto" y "comunista", acusándolo de intentar interferir en las elecciones en favor de su oponente, Sergio Massa.
La interpretación de diplomáticos y asistentes del presidente Lula para Asuntos Exteriores, según O Globo, es que al enviar solo al canciller al evento, excluyendo al vicepresidente Geraldo Alckmin del séquito, Lula estableció una suerte de degradación en comparación con la postura de Jair Bolsonaro, quien también tuvo que lidiar con un "distanciamiento" del gobierno del país vecino, en este caso, el peronista moderado Alberto Fernández, aliado de Lula. En una ocasión similar, Bolsonaro optó por enviar al entonces vicepresidente general Hamilton Mourão a la toma de posesión de Fernández, después de deliberaciones.
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