Massa no está solo y Milei, tampoco

Pero eso no es verdad.

Detrás del candidato están, más o menos escondidos, más o menos agazapados, y sólo para nombrar a las “figuras” más rutilantes: Cristina Kirchner, Máximo Kirchner, Hugo y Pablo Moyano, Emilio Pérsico y Juan Grabois, Fernando Espinoza y Martín Insaurralde, Julio “Chocolate” Rigau y Facundo Albini, Roldolfo Tailhade y Néstor “Conu” Rodríguez, Roberto Baradel y Axel Kicillof, Gildo Insfrán y Ricardo Quintela.

Pero, además, es ingenuo pensar un eventual futuro gobierno de Massa sin un acuerdo previo con Cristina. Porque, de otra manera, ¿por qué ella habría aceptado al ministro de Economía de casi el 150% de inflación como el “candidato hegemónico” del PJ?

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¿Y de qué tipo de “acuerdo previo” estamos hablando? De un pacto típico entre peronistas. Uno parecido al que hicieron, en 2019, entre Alberto Fernández, la vice y el propio Massa.

Una repartija de ministerios, empresas públicas y cajas. Un loteo de negocios y de poder que terminó como ya sabemos:

·      Con casi el 900 por ciento de inflación acumulada

·      Con el dólar paralelo de 60 pesos a casi mil pesos

·      Con 4 millones de pobres más

·      Con el Tesoro en rojo y el Banco Central con reservas negativas

Y con todas las porquerías de la política habidas y por haber. Desde el vacunatorio y los vacunados VIP hasta las dos jubilaciones de privilegio de Cristina, por las que estaría embolsando 14 millones de pesos.

Desde el "Bandido Gate" hasta la oscura trama de espionaje ilegal por la que está preso Ariel Zanchetta y cuyas terminales llegan a Cristina, Máximo, y otros chicos grandes de La Cámpora.

Las recientes palabras de Graciela Camaño diciendo que, en una de ésas, Sergio nos da la sorpresa y termina barriendo a los ñoquis de La Cámpora suenan muy prometedoras. Pero es mentira.

Porque sus dirigentes volvieron a entrar por la ventana. Los acaban de elegir, entreverados en las listas sábanas para diputados y senadores nacionales. Con Máximo, Wado de Pedro y el jefe del grupo de tareas sucias, Tailhade, entre los más conocidos.

Para que se entienda bien: La Cámpora no se fue de ningún lado. Sus hombres y mujeres siguen entre nosotros. Sus cuadros siguen conchabados en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, con Kicillof. Sus dirigentes también coparon las principales intendencias del conurbano, como La Matanza, Lomas, Quilmes, Hurlingham y Lanús.

Así que, por más que aparezca solo en el escenario, por más que se muestre solo en el debate, Massa viene con el lastre. Un lastre que gobierna la Argentina desde 2003. Una banda de profesionales de la política que sigue vivita y coleando.

¿Y Javier Milei, en caso de que gane, gobernará solo? Tampoco.

Porque ya terminó de acordar, con Mauricio Macri, que el ex presidente le ayudará a armar los equipos, aunque no asumirá ningún cargo público, ni en la Argentina ni en el exterior.

Porque Milei tendrá que arbitrar, cada vez que la cosa se ponga tensa, entre los dirigentes de la primera hora —los que lo llevaron hasta la segunda vuelta— y los nuevos del PRO y de Juntos por el Cambio, los que acompañaron a Patricia Bullrich hasta el domingo 22 de octubre pasado.

Ya lo hizo durante las últimas horas, cuando tuvo que optar entre el equipo de fiscalizadores que le propuso Macri y el que venía manejando La Libertad Avanza. Y se inclinó por la sugerencia del ex mandatario.

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Pero quienes el domingo votaran por Milei, y el propio candidato, no computan a la nueva alianza como una mala noticia. Al contrario: dicen que el apoyo de Macri y de Patricia Bullrich no sólamente les servirá para aumentar su caudal de votos, sino también para neutralizar el miedo a lo desconocido que todavía genera la figura de Milei.

Pero la campaña del miedo no se detiene. Sigue más fuerte que nunca, en las calles, los colegios, el transporte público, los teatros y los bares. Por eso el resultado es tan difícil de prever.

Y todavía faltan 4 días para el momento de la elección. La más crucial desde 1983 hasta ahora.

La más angustiante de la historia reciente de la Argentina.