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Por la ventana del tren

Una recorrida en el tren eléctrico de Lima, sistema de transporte de última generación, nos permite apreciar las asimetrías de la capital peruana y reflexionar sobre nuestras propias dificultades.
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27 de septiembre de 2013 a las 00:00

En los últimos años la ciudad de Lima ha experimentado una importante evolución en sus sistemas de transporte. Tal vez uno que está impactando en la ciudad de forma impresionante es el tren eléctrico, que ya atraviesa media Lima y cuyo segundo tramo está en construcción muy avanzada.

Todo este tendido es aéreo, sobre importantes columnas. Se sube a lo alto por escaleras comunes, escaleras mecánicas y ascensores. Los trenes son europeos, de última generación. Sus frecuencias son cada seis minutos. Una vez que el tren se detiene, el pasajero oprime un botón verde para que se abra la puerta, y una vez que inicia la marcha rápidamente llega a los 80 kilómetros por hora de una manera totalmente silenciosa y sin ningún tipo de sacudón al arranque o al detener nuevamente la marcha.

Es un paseo increíble que nos muestra de forma cruel las asimetrías que tiene Lima. Vemos desde el inicio del trayecto hacia abajo y hacia el horizonte las construcciones precarias sobre grandes cerros, a los que suben solo moto-taxis con una pequeña caja cerrada, por pequeñas calles. Allí se te cruza todo tipo de cosas por la cabeza, porque a pesar de la pobreza que vemos en nuestro país, uno lo ve todo corregible, tenemos un territorio increíble mal aprovechado, pero la base está para poder hacer las cosas, es un tema de querer, de una correcta inversión. Por el contrario, uno se pregunta en Lima cómo van a hacer para solucionar todo eso con un territorio complicado, con más de 10 millones de habitantes, en un país de cerca de 40 millones de personas, muchas de las cuales durante años se tuvieron que refugiar en los cinturones de la ciudad producto de los combates de la guerrilla, lo que desbordó toda previsión.

El golpe visual es tan fuerte para nosotros como para quien viene a vivir al barrio Borro, Casavalle o Cerro Norte, habiendo vivido toda la vida en un pequeño pueblito del Uruguay profundo.

Es difícil visualizar tanta gente, visitamos barrios como Gamarra, que tienen un comercio brutal, en todas las direcciones y en todos los niveles, ya que encontramos edificios completos con galerías de varios pisos. Es un hormiguero de gente, de ruido, todo el mundo trabajando, cambiando importantes cifras de moneda en plena calle, vendiendo todo tipo de comida elaborada allí mismo en la vereda.

Sin duda alguna todo representa una experiencia increíble que nos muestra dos caras de la moneda, pero que nos indica que las cosas que no corregimos acá es simplemente porque no se quiere.

Una vez que vean los videos en el canal van a comprender totalmente a qué me refiero.

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