Mañana tenés un examen clave. Estudiaste poco —al menos eso es lo que creés—, estás nervioso por si van preguntas de la bolilla ocho que te rifaste y decidís quedarte toda la noche repasando. Pero no es una buena idea. Un nuevo estudio uruguayo comprobó que la duración y calidad del sueño previo a una prueba se ve reflejado en el resultado.
La cronobiología —esa disciplina que estudia los ritmos biológicos de los seres vivos— insiste desde hace décadas que “somos lo que dormimos”. Con esa premisa, el biólogo Ignacio Estevan estudió a cientos de universitarios de Ciencias y Psicología que tenían una prueba —de las convencionales en sus carreras— y les realizó un seguimiento sobre sus horas de sueño y la relación con los desempeños académicos.
Su primer hallazgo no lo sorprendió: más de la mitad de los universitarios estudiados (56,7%) habían reportado menos horas de sueño de las recomendadas para su edad. Habían dormido la noche anterior al examen menos de siete horas, cuando deberían hacerlo entre siete y nueve.
Pero entre esos que no alcanzaron las horas necesarias de sueño, hubo un porcentaje (13% en Ciencias y 15% en Psicología) que habían seguido la errónea estrategia de quedarse estudiando toda la noche. ¿El resultado? La mayoría de esos alumnos perdieron.
Estevan aclara que la relación no es lineal: “si alguien no estudia, tampoco va a aprobar… así como si alguien estudia solo la última noche porque trabaja muchas horas y tiene una familia que mantener, es probable que su propia dinámica sea la que le complica para el rendimiento más que las horas de sueño”.
Pero dormir bien, importa. Entre los estudiantes que durmieron más de ocho horas antes de la prueba, casi la mayoría alcanzó calificaciones de exoneración directa. “En el caso de los estudiantes de Facultad de Ciencias, una hora más de sueño se asoció con un 15% de incremento de la proporción de respuestas correctas en el examen”, dijo Estevan en su reciente tesis doctoral. Entre los alumnos de Psicología, una hora más de sueño elevó en casi un 4% la cantidad de respuestas acertadas.
“El sueño es fundamental para el buen desempeño durante la vigilia, lo que incluye el rendimiento en distintos proceso cognitivos como la atención, las funciones ejecutivas y la memoria”, explicó el investigador. Y ese impacto no es solo el que percibimos por estar cansados, o no, sino por los procesos que suceden en el cerebro mientras estamos dormidos. “Durante el sueño se limpian algunas conexiones neuronales, el conocimiento se transforma en memoria…”.
El control de esa cantidad de horas de sueño, dice Estevan, cobra especial relevancia en un país en que los adolescentes y jóvenes suelen dormirse tarde (recién a las 22 horas en promedio cenan).
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