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Resistir presiones de desorden fiscal
Es necesario que el presidente Tabaré Vázquez y su ministro de Economía, Danilo Astori, aunque no les sea fácil, resistan las poderosas presiones de más de la mitad del Frente Amplio contra sus anuncios de una modesta austeridad fiscal. Son compartibles muchas de las metas reclamadas en forma conjunta por el MPP del expresidente José Mujica, el sector del vicepresidente Raúl Sendic, el Partido Comunista y otros grupos de la alianza de izquierda. Nadie puede objetar que se recupere el ferrocarril, que se mejore la caminería rural, que la fibra óptica y la electrificación lleguen a todo el país, que haya mejor educación y se atienda con más eficacia la salud de la población.
Pero las exigencias que ese bloque quiere ver contempladas en el Presupuesto quedan en formulación de buenas intenciones de improbable cumplimiento si no van acompañadas de fórmulas viables de financiamiento. El agrupamiento de la mayoría de las bancadas oficialistas de senadores y diputados se ha limitado a pedir mayor presencia del Estado en planes de inversión. Es una posición que cierra los ojos a la realidad. El gobierno, enfrentado a un crecimiento económico más lento y consecuente restricción recaudatoria, carece de los recursos genuinos que se requieren para las cuantiosas inversiones públicas que exigiría cumplir los objetivos que se le han planteado. Esta escasez de fondos públicos determina que una ampliación de la inversión pública solo pueda hacerse por vías igualmente peligrosas.
Una es, como han propuesto algunos dirigentes, utilizar parte de las reservas del Banco Central. Otra es aumentar el endeudamiento público. También se puede recurrir a la mayor emisión de moneda nacional, que, al menos por ahora, afortunadamente nadie ni menciona aunque a alguno pueda rondarle la cabeza. Todos estos caminos son el preámbulo al colapso de una economía, como lo confirman países que los tomaron, como Argentina o Grecia. Asignar reservas a proyectos de inversión o gastos corrientes va a contramano de principios elementales de buena administración, ya que esos fondos son parte del blindaje sobre el que se asienta la solidez y la seriedad de la estructura institucional. Endeudarse más significa aumentar el déficit. Aun recurrir a fondos disponibles de las AFAP, de unos US$ 4.000 millones, supone más deuda pública si se vuelcan a la compra de títulos públicos para dar aire presupuestal. Y empezar a imprimir billetes como si fueran figuritas desploma el valor de la moneda y catapulta la inflación.
La austeridad anunciada por Vázquez y Astori es de alcances muy reducidos, ya que el 80% del Presupuesto representa salarios y otros rubros que el gobierno considera prácticamente rígidos. Del restante 20% el gobierno intenta recortar sus propias inversiones, en vez de aumentarlas, como reclama el bloque liderado por Mujica. Al revés de lo que pide este agrupamiento, le queda el camino idóneo de atraer inversión privada externa, poniendo en marcha el mecanismo de la PPP, asociación público privada que sigue sin arrancar por errores de fabricación. El gobierno ha prometido corregirlos para asegurar fuentes genuinas de financiamiento, reduciendo trámites burocráticos y exigencias que ahuyentaron a potenciales inversores en los últimos años. En este curso debe empeñarse, en vez de tomar el camino fácil de ceder a los embates de su propio partido contra los anunciados atisbos de cierto orden fiscal.
