Desde el inicio de la guerra en Ucrania, un tercio de los 130 proyectos del espacio multilateral están en suspenso.

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Rusia abandonará el consejo de cooperación que integran los países del Ártico

Con el anuncio, responsabilizó de la situación a la decisión de los demás integrantes de no entregarle la presidencia rotativa del foro y de suspender los proyectos que compartían con Moscú
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18 de septiembre de 2023 a las 17:00

Rusia anunció que decidió abandonar el Consejo Euroártico de Barents (BEAC, por sus siglas en inglés), en el que participaba desde su creación en 1993 para asuntos de desarrollo sostenible en la región del extremo norte de Europa.

“Por culpa de los miembros occidentales, las actividades están prácticamente paralizadas desde marzo de 2022”, señaló el Ministerio de Exteriores ruso en un comunicado en el que responsabiliza de la situación a Dinamarca, Islandia, Noruega, Finlandia, Suecia y la Unión Europea.

Según Moscú, la presidencia rotatoria finlandesa no confirmó su disposición a pasar la presidencia del BEAC a Rusia en octubre de 2023, lo que viola el principio de rotación e interrumpe los preparativos necesarios.

“En las condiciones actuales, nos vemos obligados a anunciar la retirada de la Federación de Rusia del BEAC”, agregó la nota en la que Moscú asegura que la responsabilidad del “colapso de la arquitectura de la cooperación en la región” recae plenamente en los países occidentales.

“Rusia seguirá implementando sus objetivos nacionales en el Norte y seguirá abierta a la interacción con todos aquellos que muestren enfoque constructivo y disposición a un diálogo igualitario y mutuamente beneficioso”, señaló la nota difundida por la cancillería de Rusia.

Desde su constitución mediante la Declaración de Ottawa, que siguió a la firma de la Estrategia para la Protección del Medioambiente Ártico, el Consejo Euroártico funcionó como un foro capaz de proveer un medio para fomentar la cooperación, coordinación e interacción entre los países árticos.

Sin embargo, la guerra entre Kiev y Moscú y el recrudecimiento de las tensiones geopolíticas a nivel global cambiaron drásticamente el panorama. Hoy, la competencia y la desconfianza ganaron terreno.

Cuando su creación, la principal preocupación de los gobiernos eran el impacto de la “contaminación global y las consiguientes amenazas medioambientales” que estaban ya afectando al ecosistema.

Por entonces, se comprendía poco la magnitud y las implicancias del deshielo del casquete polar, comprensión que se amplió con las investigaciones científicas y, en especial, con el Cuarto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en 2007.

En esos años, las competencias del Consejo Euroártico se extendieron para incluir investigaciones sobre el cambio climático y el desarrollo de la región. Más recientemente, en la reunión ministerial de 2021 celebrada en Islandia, Rusia asumió la presidencia rotatoria bienal.

Sin embargo, el 3 de marzo de 2022, una semana después de la invasión rusa de Ucrania, los demás miembros del foro comenzaron a boicotear las reuniones en protesta por la participación de Moscú.

En junio del año pasado, Canadá, Noruega, Dinamarca, Islandia, Estados Unidos, Suecia y Finlandia acordaron “llevar a cabo una reanudación limitada” de sus actividades “en proyectos que no impliquen la participación de Rusia”.

Se calcula que la región contiene el 22% del petróleo y el gas natural sin descubrir del mundo. Si bien la extracción de hidrocarburos sigue siendo muy costosa, mucho más lucrativa es la extracción de tierras raras, como el neodimio para condensadores y motores eléctricos, y el terbio usado para imanes y láseres.

El valor de estos recursos, que se extienden desde el yacimiento de Kvanefjeld en Groenlandia hasta los de la península rusa de Kola pasando por los existentes en el Escudo Canadiense, se estima en al menos US$ 1 billón.

Según los especialistas, un Consejo Euroártico ineficaz podría tener graves consecuencias no sólo para el medio ambiente, sino también para sus 4 millones de habitantes, que se enfrentan a los efectos del derretimiento del hielo marino y al interés de los países árticos y no árticos por los recursos.

Con el final de la cooperación, alrededor de un tercio de los 130 proyectos del foro están en suspenso, los nuevos no podrán iniciarse y los existentes no podrán renovarse. Los científicos occidentales y rusos ya no comparten sus hallazgos. Además, la cooperación en materia de misiones de búsqueda y rescate, como así también ante derrames de petróleo, se detuvo por completo.

Dado que más de la mitad del Ártico está formado por aguas internacionales y las plataformas continentales de los ocho países miembros del foro, su regulación se rige en gran medida por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM).

De allí que los Estados tienen derecho a crear una “zona económica exclusiva” dentro de las 200 millas náuticas desde sus costas. Justamente el área donde se encuentran muchos de los recursos.

En consecuencia, la explotación del Ártico es principalmente competencia de los países que integran el foro y queda en buena medida fuera del control de la ONU, más allá que la CNUDM limita la soberanía de los Estados al declarar los fondos marinos como “patrimonio común” de la humanidad y determinar que su exploración y explotación “se realizarán en beneficio de toda la humanidad, cualquiera sea la situación geográfica de los Estados”.

Rusia, por lo pronto, dejó en claro que considerará ilegítimas las decisiones del Consejo Euroártico que se tomen sin su participación.

“Violan el principio del consenso previsto en sus estatutos”, dijo tiempo atrás el embajador ruso en Estados Unidos, Anatoli Antonov, luego del anuncio de la reanudación de las actividades de la organización. El funcionario subrayó que sería imposible garantizar de un modo efectivo soluciones a los problemas sin la participación de Rusia.

“El motivo es evidente. En la zona polar rusa, que ocupa cerca del 60% de toda la región, vive más de la mitad de la población autóctona y más del 70% de todas las actividades económicas polares se lleva a cabo en territorio ruso”, argumentó Antanov, luego que los otros siete países anunciaran la reanudación “limitada” de la actividad en proyectos que no involucren la participación de Moscú.

Por ahora, nada hace prever que los vientos de la Nueva Guerra Fría que arrecian en el Círculo Polar Ártico dejen de soplar. Todo lo contrario. El recalentamiento de las relaciones entre las principales potencias alimenta el derretimiento del hielo marino y, a medida que esto sucede, las aguas polares se abren al transporte marítimo y a otras industrias ansiosas por explotar la abundancia de los recursos naturales.

 

(Con información de agencias, ONU y CNUDM)

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