Eduardo Espina

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Rusia, ahí, tan cerquita

El país vuelve a soñar en celeste y esta vez la película triunfal no necesita subtítulos
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09 de octubre de 2017 a las 17:00

La tarde del jueves 8 de octubre de 2015, invitado por la gran editora Marisol Vera, estaba participando en la Primavera del Libro, la excelente feria que los editores chilenos organizan cada año en Santiago durante este mes, clave en el sur del mundo para despedir a los últimos días fríos del invierno, cuando de pronto Juan Manuel Silva Barandica, intelectual y poeta de primera línea, editor en Planeta Chile, me sorprendió con el tono de su pregunta: "¿Viste lo que pasó?" "No", fue lo único que atiné a responder ante la incertidumbre generada por la situación. "Uruguay le ganó a Bolivia en La Paz".

La noticia sirvió para vivir en la cima del entusiasmo por unos días, al menos hasta el martes siguiente, cuando la ilusión de conseguir el objetivo triunfal de punta a punta tuvo su primera interrupción tras la derrota ante Ecuador en Quito.

Otra vez, como siempre, volvíamos a vivir la clasificatoria mundialista en una montaña rusa, con subidas de gloria y descensos decepcionantes, por lo menos dos muy notorios, las derrotas en Santiago contra Chile y en Lima contra Perú, tras comenzar ganando y controlando ambos partidos.

Mañana, ese largo viaje que tres millones y pico de uruguayos hicieron con admirable solidaridad por dos años agobiantes y gozosos (en fútbol somos como Dr. Jekyll and Mr. Hide, yendo de un estado de ánimo a otro en corto lapso), culmina, jugando contra la misma selección con la que iniciamos.

No voy a caer en el manido lugar común y decir que estos 24 meses se han ido volando, porque no; ninguna experiencia con altibajos grandes se va rápido. Por el contrario, se sufre, se hace interminable, tal como se hizo. Sin embargo, desde la llegada de Óscar Washington Tabárez, nos hemos acostumbrado a todo, incluso a renacer cuando, como Ícaro en picada, parecía que íbamos a terminar escrachados contra el piso.

Nos hemos acostumbrado a superar con elegante y estoica paciencia, sin injustos reproches hacia nadie en particular, las adversidades cuando surgían de la nada en mitad del camino, sabiendo que de una forma o de otra, con buen fútbol o solo "fibra íntima", con o sin repechaje, el objetivo trazado iba a quedar cumplido, tal como mañana debe quedar. Falta tan poco.

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