Pedro Sánchez y Alberto Núñez feijóo, el lunes en el debate presidencial.

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Sánchez o Núñez Feijóo: lo que Argentina y Uruguay pueden esperar del próximo gobierno de España

La periodista y analista política Carmen De Carlos evalúa las perspectivas que la economía del Río de la Plata con el resultado electoral del 23 de julio. El ejemplo de Isabel Díaz Ayuso que ninguno advierte.
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14 de julio de 2023 a las 15:09

En el único debate cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en ningún momento surgió la expresión Latinoamérica, América Latina, Iberoamérica o Hispanoamérica, términos que, depende de quién hable, se utilizan para referirse a la región.

El dato no es menor porque denotaría que ni el actual presidente del gobierno español, ni el aspirante a sucederle en el Palacio de la Moncloa tienen en el periscopio del PSOE (Partido Obrero Español) y del PP (Partido Popular) a los países de la otra orilla del Atlántico.

Resulta llamativo que en sus cálculos electorales ninguno tuviera presente que hay más de 1,6 millones de latinoamericanos con pasaporte español.

Esto es, con doble nacionalidad, y buena parte de estos tienen establecida su residencia en España (también existe el voto por correo). Dicho de otro modo, que van a votar en las elecciones del 23 de julio y podrían inclinar la balanza en un sentido u otro.

Conocido este escenario parece obligado pensar que la levedad de lo latinoamericano en las agendas de Sánchez y de Feijóo es, además de un error de cálculo, una decisión que carece de visión de Estado y de sentido electoral.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que sacó mayoría absoluta en las últimas elecciones, se ocupó de establecer vínculos con la inmigración y el exilio latinoamericano.

La calculadora del recuento de votos le regaló como premio en las urnas esa mayoría absoluta que le permitió soltar lastre de VOX (a la derecha de la derecha del PP) y poder gobernar sola, pero acompañada de sus elegidos.

Es difícil tener certeza de cuánto pesó en esa victoria el voto de esos españoles no nacidos en España, pero que Ayuso los supo valorar y los incorporó hasta en sus mítines merece tenerse en cuenta.

España, desde los años ‘90, se ha mantenido en cabeza de la inversión acumulada en la región por detrás de Estados Unidos.

El desembarco o la reconquista económica, en especial, en el Rio de la Plata trajo consigo una inmigración española de alto nivel adquisitivo. El acento español se oía en los comercios, restaurantes, clubs deportivos, aeropuertos y en las oficinas de los servicios públicos que habían sido privatizados, sobre todo, en Argentina.

Aquellas apuestas o negocios fueron un win-win, en su mayoría, para todos, aunque la sombra de la corrupción empañara algunas de esas licitaciones.

En este siglo XXI la escena, con grandes diferencias en materia económica, es a la inversa.

Esos 1,6 millones de latinoamericanos radicados en España responden, en buena medida, a la necesidad de buscar un horizonte más próspero o un futuro lejos de los vaivenes y sacudidas de gobiernos con regímenes o economías que suelen responder más a impresiones de electrocardiogramas de un paciente con enfermedad crónica que a un país estable, con garantías jurídicas y seguridad democrática e institucional.

Dicho de otro modo, apetecible para apostar con el dinero de su bolsillo. Este sería el caso de Uruguay, (con unos 80.000 nacionalizados) pero no el de Argentina (más de 350.000 españoles) que ahuyenta al dinero, por no hablar del club bolivariano que provoca alergia en el Partido Popular y en ese sector no sanchista del PSOE.

En el plano político lo que sucede aquí se supone que suele replicarse, con matices, allí y viceversa.

Las elecciones en España son inminentes y Núñez Feijóo se perfila, para todas las encuestas, como el seguro ganador.

Al menos en votos, aunque dado el sistema de monarquía parlamentaria en vigor, podría quedarse sin investidura si los resultados son muy ajustados y Sánchez logra una reedición de lo que Alfredo Pérez Rubalca, un histórico del PSOE, bautizó como Frankenstein o espejo de una coalición contra natura. 

En el supuesto de que el líder popular lograra la presidencia habría que pensar que su victoria supondría un espaldarazo para los candidatos de Juntos por el Cambio, la coalición que llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada. 

De resultar realista esta hipótesis y concretarse un gobierno liberal en Argentina, (llámese Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y quién sabe si hasta el peronista Sergio Massa) lo previsible es que las relaciones bilaterales se intensifiquen. La afinidad política une mucho y abre muchas puertas. 

En Uruguay, el presidente, Luis Lacalle Pou, tendría también una comunicación más fluida con el futuro Gobierno “pepero” que con el de Pedro Sánchez y sus socios afines al kirchnerismo.

Hay abismos ideológicos entre uno y otro, aunque Lacalle Pou es hombre de tender puentes y conserva el respeto y admiración por Felipe González, el expresidente que declara que debe gobernar en España el candidato que obtenga más votos.

Dicho de otro modo, que no está de acuerdo con el Frankenstein de independentistas, antiguos terroristas de ETA y “podemitas”, que salió del laboratorio de su compañero de filas y todavía presidente de España.

Pedro Sánchez se ha entendido a las mil maravillas con Alberto Fernández que ha encontrado en La Moncloa un lugar en el difícil mundo en el que vive, donde le han recibido en varias ocasiones con un respeto a su investidura que no logró a lo largo de sus casi cuatro años de gobierno.

La mano tendida la ha tenido siempre cerca, pero Sánchez poco más ha podido hacer por él.

Mencionar Argentina a los grandes inversores es pronunciar casi una mala palabra. La desconfianza es una frontera, hoy por hoy, insalvable para los dueños del dinero y ya se sabe que el bolsillo es la víscera más sensible para los hombres de negocios (para los otros también).

Hay una excepción que favorece a Argentina y se rige por criterios propios cuando hablamos de plata: China, su principal socio comercial y fuente corriente de financiación.

El volumen de intercambio de mercancías entre el gigante asiático y Argentina asciende a 20.000 millones de dólares, equivalente a un 4,1 % del PIB argentino. Otro dato resulta significativo: Argentina ha reemplazado el dólar por el yuan en su comercio bilateral.

La última edición del World Competitiveness Ranking que elabora la escuela de negocios IMD arrojó un dato estremecedor que confirma esta reflexión. En un estudio de competitividad realizado sobre 64 países del mundo, de los 10 últimos, seis son latinoamericanos y los dos en la cola son… Argentina y Venezuela.

Uruguay, naturalmente, está en otro equipo.

Gobierne quien gobierne en España los próximos cuatro años, una vez superada la cita electoral en pleno y tórrido verano, hay asuntos pendientes que interesa resolver y podrían reportar mayores beneficios tanto a la Argentina como a Uruguay, el vecino que tiene vuelo propio y sentido de Estado, esté quien esté en la Presidencia.

El más importante es el eterno acuerdo Unión Europea-Mercosur.

Lacalle Pou lleva tiempo advirtiendo que su país, aunque sea el socio menor del bloque, no está dispuesto a prolongar esta agonía eternamente, ni tolerar un muro de aislamiento que le impida (él si resulta confiable) cerrar otros tratados comerciales, con o sin sus socios.

El Brasil de Lula, con todo su poderío, parecería no tener prisa y juega sus cartas al solitario porque se lo puede permitir, aunque no sea solidario.

Pese a todo, el gigante sudamericano elegido por Telefónica como cuartel general de operaciones regional (su sede está en Sao Paulo), en el 2021 y 2022 fue el gran receptor de inversión extranjera de la región con el 41 % frente al 7 % de Argentina, según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).

Dicho esto, prácticamente la mitad de esas inversiones responden a empresas que ya operaban allí. En este contexto conviene recordar que a Estados Unidos, como principal inversor, le sigue el bloque de la Unión Europea, ese que hoy preside Pedro Sánchez y que organiza la cumbre UE-CELAC.

La UE ya tiene una asociación (parcial) con siete países de la región: Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, pero quiere, de una vez por todas, cerrar su tratado con MERCOSUR y asegurarse un mercado de más de quinientos millones de personas.

Para eso lleva trabajando más de dos décadas y España puede -y debería- ser útil.

Ablandar a Emmanuel Macron, un incordio o sistemático creador de obstáculos en este asunto, no lo ha conseguido Sánchez y pensar que lo logrará el líder del Partido Popular, si puede formar gobierno, es quizás aventurado.

Lo que es seguro es que Núñez Feijóo lo intentaría.

No hay dudas que tanto Sánchez como él están y estarían dispuestos a ejercer sus buenos oficios con tal de hacer realidad la creación/ratificación de un mercado común de posibilidades infinitas.

Ambos sacarían ventajas materiales y reputacionales y eso, le conviene de igual modo al Río de la Plata donde, como en España, no es oro todo lo que reluce.

 

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