Puerta de un refugio para personas en situación de calle

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Se duplicó en cinco años la cantidad de gente que acudió al Mides para no dormir en la calle

El gobierno reivindica que se diversificó la respuesta a una población vulnerable y sostiene que antes del 2020 había "subregistro", aunque reconocen un aumento sostenido en las personas que precisan asistencia
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24 de diciembre de 2022 a las 05:00

A falta de un censo propio, a la espera del que haga el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2023, el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) tuvo este último año un termómetro certero en la calle. Cuando la aguja del reloj marquen las seis de la tarde, en varios puntos de Montevideo –en especial en las noches más crudas del invierno– las personas sin techo van a llegar a la puerta de sus refugios. Las mujeres con hijos van a buscar cobijo en sus hoteles y centros especializados, algunos –en mucho menor medida– pasarán en centros 24 horas, las viviendas con apoyo o casas de cuidados. 

El termómetro le marca que 6.689 personas necesitaron su mano tendida en al menos una oportunidad en el tramo más duro de este año para no dormir en la calle o tener que revolverse por un techo más precario. Ese número, extraído de la cantidad de cédulas de identidad que entraron al sistema entre el 15 de mayo y el 31 de octubre –y al que accedió El Observador mediante un pedido de acceso a la información pública–, muestra un aumento sostenido en los últimos años. Hasta ahí la lectura inobjetable de un fenómeno social que obliga a robustecer cada vez más los programas de calle, y que el propio gobierno reconoce. 

Pero ese mismo registro, al compararlo con los números de 2018, también permite decir que la cantidad de usuarios atendidos en los dispositivos de calle aumentó a más del doble. Esa lectura sí admite algunos matices que no pasan desapercibidos ni para el gobierno ni para la academia. 

“Entre 2019 y 2020 hubo dos hechos muy importantes: la pandemia que exigió adaptaciones rápidas, y un cambio de gobierno que tuvo una fuerte decisión de trabajar los temas de la calle. Pero entre 2021 y 2022 esos dos efectos ya están un poco incorporados en el salto”, plantea a El Observador el doctor en Sociología e investigador en la materia, Sebastián Aguiar. “Del último censo del Mides en 2021 ya sabíamos que había un aumento de personas en refugios (un 20% más que el año anterior). Con esto vemos un gran incremento en las personas que buscan los dispositivos, aunque sea una noche, como una solución”, indica el experto. 

Para el Mides hay “un primer elemento de honestidad intelectual que consiste en que hasta el 2020 había un nivel de subregistro enorme”, declara en tanto el director del Programa Calle, Gabriel Cunha. Desde la cartera aseguran que antes de asumir el nuevo gobierno faltaba sistematizar ingresos en los centros del interior, al tiempo que solo se contabilizaban las plazas ocupadas, pudiendo quedar por fuera aquellos que no conseguían un cupo. El alcance de esos números, justamente, no está medido, por lo que Cunha admite que “sería necio decir que el subregistro explica todo este salto”

El gobierno defiende que se diversificó la atención, que a partir del plan de invierno de 2021 ninguna persona que solicitó acceso debió quedar a la intemperie, y que por tanto los números abultados se explican en esencia por “estar atendiendo gente que antes no era atendida”, pese a que necesitaba el servicio.

El Mides registra un aumento sostenido en las personas que atiende el programa Calle

Sebastián Aguiar, el sociólogo que ha investigado el tema y que meses atrás colaboró en un relevamiento del Municipio B, lo relativiza: “Esto habla de una política que mejora para captar a más personas, pero también de una situación que empeora”.

La calle

Ángel Maza (29) no imaginó que a los tres meses de dejar el norte argentino para “probar suerte” en una empresa uruguaya perdería su trabajo y sus “vicios” le apurarían el camino hacia la calle.

Aguantó tres noches a la intemperie. “Estar en la calle me llevó a perder el celular. Me robaron, me golpearon”, cuenta en un receso de “la parada” de autos –es cuidacoches–, que al menos le deja dos billetes de $ 20 entre los dedos y varias monedas en el bolsillo. Ya terminaba el invierno cuando Maza sumó uno más a los miles que en este período de contingencia quedaron ingresados en el Sistema de Monitoreo, Administración y Resolución de Trámites (Smart) del Mides.

Fueron 1.443 los que, como él, figuraron por primera vez en la plataforma del Programa Calle. Esto es uno de cada cinco novatos entre los que precisaron el cobijo del Estado. Ese triste debut le tocó el año pasado a otras 1.336 personas. Ya en ese momento suponía un aumento del 72% respecto a los 776 debutantes de 2019, y las autoridades lo atribuían al efecto de la pandemia.

El director del Programa Calle sostiene que la repartición que él conduce viene creciendo desde períodos anteriores.

“Se ve mucha más gente”, dice Cleber Márquez (49). Él lo ve desde adentro, en el refugio de Ciudad Vieja, en el que pasa las noches, y también en las calles a las que se aboca sin alternativa entre las 8 de la mañana y la apertura de las puertas del refugio por la noche.

Su compañero, Mario Fernández (46), guarda sus cosas en los huecos de la silla de ruedas, a minutos de cruzar la calle Uruguay para tocar el timbre en el refugio sobre Yi. “Ahora es verano y hay poca gente. Pero el que es de la calle es de la calle. Y conozco pibes que, así estén en refugios, son de la calle. Hay muchos ex presos. Muchos. Salen de la cárcel y la familia no los acoge”, cuenta.

Uno de cada diez pasó solo una noche en los dispositivos del Mides

Los dos son parte de ese tercio del total que acumuló más de 90 noches en los centros del programa Calle. Son más de la mitad los que en el global de ese período de cinco meses estuvieron por encima de las 30 noches bajo los techos del Mides. Uno de cada diez solo pasó una jornada.

El último relevamiento de la cartera graficó –con la imagen congelada que brinda el censo en una noche específica de invierno– que uno de cada cuatro se quedó durmiendo a la intemperie. El sociólogo Sebastián Aguiar sostiene que esos números son “un insumo” –aunque no aún un “dato firme”– para “pensar que la situación de calle aumentó bastante, agregándose una proporción variable del 24% que se queda en la calle”, y por lo tanto pasa por debajo de los crecientes registros del Mides.

Si no fuera por el frío y fuera solo por su voluntad, Luis Miranda (43) hubiera quedado fuera del radar. Ahora que es verano elige dormir en la intemperie, pero calcula que el invierno pasado lo habrá conducido unas diez noches hacia el refugio del Centro. “Yo quisiera estar en un lugar permanente. Quiero estar bien, no me gusta estar así”.

La discusión

En su respuesta oficial a El Observador, el Mides sostuvo que antes de hacer la comparación con años anteriores debe tenerse en cuenta que los ingresos al Smart abarcan desde las entradas de emergencia a los refugios nocturnos hasta programas de mediana estadía, centros de atención en salud mental, acompañamiento a exreclusos y otros dispositivos que complejizan la cuenta. “Con la diversificación de alternativas de acogida, se observa un aumento de la demanda por parte de personas en situación de calle que previamente no hacían uso de los centros de atención”, indica el informe firmado por la directora nacional de Protección Social, Fernanda Auersperg. 

“Hay una discusión que venimos dando en la interna, y es que hay personas que ya no se pueden considerar solamente como ‘en situación de calle’. Hay quienes están en las viviendas con apoyo (autogestionadas) desde hace dos años, y esa persona ya no se siente en situación de calle. Es distinto a quien solicita entrar a un refugio”, declara el director del Programa Calle. “Es una población vulnerable, sí, pero desde otro lugar. No olvidemos que tenemos casi 300 personas en ese programa, y cerca de otras 300 en los centros de 24 horas”, justifica el jerarca. 

El Mides aguarda al censo del INE del 2023

“Hasta tendríamos que considerar el cambio de nombre del programa, porque ya es mucho más que situación de calle”, sostiene Cunha como adelanto al censo del INE del 2023, que una vez más va a brindar una cifra cerrada respecto a la población en calle. El gobierno pone sus fichas en “tener éxito” sobre “el núcleo duro” de las personas que duermen a la intemperie y prefieren no acercarse.

Afuera y adentro persisten las dificultades. Mario Fernández y Cleber Márquez guardan sus pertenencias, las mismas con las que van a fumar pasta base al día siguiente. Luis Miranda tuvo una recaída hace cinco meses, y desde entonces volvió a enfrentarse a la calle, como las circunstancias ya lo habían obligado por primera vez en 2001. “Tengo propuestas de trabajo y quiero dejar. No quiero estar así”, confiesa. 

Fernández quiere dejar su adicción para tener una vivienda con ayuda. “Es mi meta en el Mides. No quiero que toda la vida me den una vianda y una cama para dormir. Quiero salir del sistema. Es un gasto para el país y un atraso para mí. Y convivir con 20 personas no está nada bueno. Nada bueno". 

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