Desde hace unas semanas, cada jueves, cuando Manuela da Silveira se levanta, su cuerpo, su corazón y su cabeza tienen –al menos– una certeza. Los jueves son días de función. Así que da Silveira –exigente, consciente, responsable– se prepara para eso. Llega entre dos y tres horas antes a la sala y hace lo que, para ella, ya es habitual en estos casos: entra en calor, se prepara, deja que el tiempo y la ansiedad pasen. En resumidas cuentas, pone la casa en orden, lo que hace cualquier persona a la que le gusta invitar amigos a cenar y recibirlos con todo pronto, con el hogar lindo. Para ella toda esta preparación es un rito. Rito: costumbre o ceremonia. De todas formas no le pone carga sagrada. Así lo explica: “Luego de la función voy bajando. Trato de moderar las emociones. Ni muy muy ni tan tan. Y es dar servicio. Sin quedarse ahí. Nada de lo que sucede está relacionado con mi valía personal. Ni la euforia ni el silencio de una función más complicada. Yo doy lo que tengo para dar esa noche, basada en el proceso que hice. Sé que puede gustar y puede no gustar. Intento no enroscarme por demás en los resultados posteriores. Ese es mi trabajo personal más rico”.
Da Silveira trabaja (sí, así en presente) mucho para llegar hasta acá y acá es Crecer o reventar, su nuevo y último espectáculo, su regreso a estar arriba del escenario en solitario después de probarse en un elenco con Le Prénom. Y pese a que el músculo está bien ejercitado –son 10 años de escenarios– el esfuerzo se percibe. Da Silveira no es un comediante ni una actriz de velocidad crucero.
Con Crecer o reventar vuelve al Undermovie que es, entre otras cosas, algo así como el espacio que la vio nacer en 2010 cuando hizo, junto a Verónica Perrotta, Angie Oña y Emilia Díaz, Mucha cháchara. Y allí, en la sala pequeña del Movie de Montevideo Shopping, el crecimiento actoral de da Silveira es incuestionable.
Entre los tantos méritos del trabajo artístico de Manuela da Silveira está su capacidad de lograr la empatía con la masa muy heterogénea de espectadores que van a verla. Entonces se ríe la señora de más de 50 que va porque la vio en la tele; el pibe de veintipocos que la sigue en las redes y le resulta simpática pero jamás la fue a ver al teatro; la mujer de treinta y largos que entiende todos sus chistes y también entiende que el humor también sirve para exorcizar; y así. Crecer o reventar –debería alcanzar con el título para entender de qué va el asunto– es un espectáculo visceral. De humor que sale de las entrañas y de los golpes y, por qué no, de las victorias. Después de todo la madurez también es un triunfo. Y a da Silveira la adultez le queda bien. Aunque todo siempre venga con un conflicto, una crisis.
Este nuevo espectáculo nació, entonces, a principios de 2018, en verano, tal vez cuando alguna tormenta la golpeaba. Una noche, frente a su computadora, abrió un archivo Word y tipeó: Crecer o reventar. De allí nació este monólogo que irá hasta finales de marzo y cuenta con la dirección acertada de Victoria Césperes (actriz, dupla de Juana Viale en la imponente La sangre de los árboles).
“Me di cuenta de que mi metabolismo y mi forma de crear me estaban dando el concepto para empezar un nuevo monólogo. Siempre que tuve alguna crisis me dieron ganas de llevarla a escena. Minimizar el drama a través del humor. Ese es mi propósito. Entonces busco ahondar en ese drama antes. Para transformar algo más sólido”, dice da Silveira sobre la génesis del espectáculo.
Así que entre sus apreciaciones –hilarantes y sabias– sobre la cotidianidad, Xuxa, el yoga, los vínculos ansiosos y adictivos con las tecnologías, las dificultades de emprender, las relaciones entre amigas mujeres, los millennials, la vida por fuera de la televisión, un rap y otro reguetón, hay algunos fragmentos de su vida personal. Da Silveira no le huye a la exposición, pero elige cómo hablar de lo que le pasa o lo que le pasó. “Me encanta compartir la fragilidad. Cuando puedo compartirla y hacerme cargo. Si siento que estoy pronta para exponer algunos detalles que pueden ser compartidos los pongo en escena. Es una forma de conectar y sentirnos menos solos”, dice.
Cuando da Silveira salió por primera vez al escenario tenía 27, 28 años. En el medio pasaron programas de televisión, épocas de muchas horas al aire, temporadas agotadoras de funciones todos los fines de semana, giras por el interior, shows empresariales, viajes de formación actoral en Buenos Aires, un profesorado de yoga, un emprendimiento familiar. El resultado del tiempo, las vivencias y los golpes está a la vista. No fue una década más, no fueron años en vano.
“Lo que cambió fue la conciencia. De chica era más inconsciente a la hora de pisar el escenario. Ahora intento estar completamente presente y hacerme cargo de todo lo que sucede. También soy más gentil conmigo misma. Me preparo más, soy más exigente con el encuentro que se da con el público a la hora de generar lo previo, pero también soy más gentil conmigo y con lo que allí se genera. Me he aprendido a tratar con mayor dulzura. Y eso me da otra confianza a la hora de decir y sostener. Soy más paciente y puedo respirar más cada momento, independientemente de la reacción que haya. Habito los silencios con más calma. Lo que sigue intacto es el nerviosismo previo. Me acompaña todas las noches desde hace 10 años”, cuenta.
Crecer o reventar es un monólogo de humor, claro, pero también es un espectáculo de una artista honesta y del camino que construyó y aun construye cada vez que va a subirse al escenario. No es la misma que cuando lo hizo por primera vez, pero mantiene esa empatía y frescura muy únicas en la escena humorística nacional. No es casualidad que la gente la quiera tanto.
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