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Surfeando la inserción internacional

Surfeando la inserción internacional: escribe Ricardo Peirano
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09 de diciembre de 2023 a las 05:03

Semana pródiga en hechos vinculados a nuestras posibilidades de inserción internacional que son varias pero no están muy claras.

Por de pronto el presidente de Francia, Emmanuel Macron, sentenció desde Dubái que el tratado de Libre Comercio que se viene negociando desde hace más de veinte años entre el Mercosur y la Unión Europea no le sirve a nadie tal como está. Y para que a nadie se le ocurra pensar que su argumento se basa en  intereses proteccionistas afines al lobby agrícola, Macron se aferró a los políticamente correctos argumentos ambientalistas, que difícilmente alguien se anime a rebatir sin chocar con el consenso dominante. Macron fue tajante: “Es un acuerdo que no es bueno para nadie” con lo cual dejó a Brasil y a España, presidentes pro tempore de ambos bloques, casi sin posibilidades de firmarlo antes de fin de año. Y si alguna esperanza quedaba la liquidó Alberto Fernández, en su último patético acto como presidente argentino al decir -dos días antes de finalizar su mandato- que su país no firma el acuerdo. Un gesto como para decir: “eh, no se olviden que soy presidente de Argentina”. Un voto que no sirve para nada porque viene de un presidente que no cree en la necesidad de firmar tratados de libre comercio. Solo un saludo de Fernández a la bandera y a Cristina Fernández de Kirchner. El peronismo no quiere dejar de sustituir importaciones y proteger la industria nacional. Fue una de las banderas de Massa en la campaña electoral. Que sea otro el que baje los aranceles.

Pero sigamos con Macron. “Se trata de un acuerdo completamente contradictorio a lo que está haciendo Brasil y a lo que estamos haciendo nosotros. El acuerdo se negoció hace 20 años y lo hemos intentado remendar, de mala manera, porque no tiene en cuenta ni la biodiversidad ni el clima”. Y agregó que el actual acuerdo “tiene unos párrafos para contentar a Francia”, pero en el fondo se trata de un pacto “a la antigua usanza de desmantelamiento de tarifas” (cosa que a Macron no le gusta, parece). Él prefiere cosas más inteligentes: “Estoy creando en mi país un mercado en vías de descarbonizarse para permitir a la gente de aquí consumir productos de fuera que implican más emisiones. Estamos locos”, resumió el presidente francés. Lo que Macron no reconoce es que, al menos en lo que refiere a Uruguay y Paraguay los productos agrícolas son muchos más carbono neutrales que los suyos, que deben ser descarbonizados.

Pero en fin, sea como sea, el tratado Mercosur-Unión Europea quedó para más adelante. Lula no pierde esperanzas de firmarlo en dos o tres meses. En Argentina, ya empiezan a sonar otras voces que lo harían posible. Será necesario que ocurra lo mismo en Europa, para llegar a buen puerto.

Para Uruguay, no deja de ser importante ese avance, más allá de las ventajas del tratado en sí mismo. Recordemos que Lula le dijo a Lacalle que primero estaba el acuerdo Mercosur-UE y luego vendría el tema de China, que Uruguay planteó a principios de año y que Brasil con suma elegancia, pateó para adelante. Ahora llega ese momento: lo de la UE o se firma o se olvida. La telenovela de veinte años da para una serie de Netflix pero para poco más. Se ve que no hay voluntad, salvo que Alemania tome las riendas y Argentina cambie de postura..

Si lo de Europa no avanza, ¿qué pasará con China? Beijing está dispuesta a un TLC con Uruguay siempre y cuando haya luz verde de los socios mayores o al menos un guiño favorable. Lula ya logró retrasar lo de China. Ahora China recibió con todos los honores de estado al presidente uruguayo y firmó un Acuerdo de Alianza Estratégica. Pero sin Brasil y Argentina no habrás más avances. Y con Paraguay no se puede contar dados sus vínculos con Taiwán. Lacalle se dio el gusto de señalar ante los presidentes que muchos de ellos habían hecho gestiones con China para que no avanzara con Uruguay. O sea, “operación sinceramiento” y clara comprobación de falta de voluntad de mejorar el Mercosur y también de no dejar a sus socios buscar un mejor destino para sus ciudadanos.

Para Uruguay quedan el camino de CPTPP (la Alianza Transpacífica), que es donde mejor caemos y donde más cómodos en términos de valores nos sentimos, y una eventual mejora del Mercosur con el gobierno de Milei.

Pero los plazos son cortos. Uruguay va a elecciones en poco menos de un año. Luego viene la larga transición del estío uruguayo y recién en marzo de 2025 un nuevo gobierno podrá retomar conversaciones.

Lo que Milei hará es una incógnita. Sus ideas liberalizadoras son claras pero el ADN proteccionista de Argentina es muy fuerte y la necesidad de llevarse bien con Brasil también. Por algo lo primero que hizo Diana Mondino, canciller designada por el nuevo presidente, fue viajar a Brasilia con una carta para invitar a Lula a la asunción de Milei.

A diferencia de Alberto Fernández, con Milei es posible pensar en una mejor disposición a mejorar el Mercosur, superando esa “imperfecta zona de libre comercio”, como la definió acertadamente Lacalle en la reunión de presidentes del Mercosur. También Milei podría dar luz verde para que Uruguay pueda negociar por su cuenta como ya ocurrió con México, sosteniendo que la decisión 32 no está vigente. Eso sí, dada la gravísima crisis en que está sumida Argentina, lo del Mercosur no será una prioridad para Milei.

Lo que Uruguay sí puede y debe hacer es continuar las negociaciones con todos los países, especialmente enfocándose en el Acuerdo Transpacífico. Y para ello se debe aprobar de una buena vez el Tratado de Cooperación de Patentes, que es como un certificado que nos van a pedir en cualquier lugar que nos presentemos. Tratado que no solo sirve a esos efectos, sino también para estimular la propia innovación en nuestro país. Por eso cuesta entender por qué se demora tanto la ratificación parlamentaria, siendo un  tratado del que Uruguay fue signatario en 1970, que ha sido ratificado por 157 países, y que entre los que no lo firman se encuentran países poco respetuosos del estado de derecho, como Argentina, Bolivia y Venezuela.

Hay, pues, mucho trabajo para hacer mientras las piezas se acomodan en el tablero. Pero no hay tiempo que perder: se nos va la vida en la inserción internacional.

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