Denis Dutra
El séptimo día > política
Tan desilustrados como cobardes
“Muchachos, borren todos los titulares que escribieron. Hubo humo blanco”. Eso fue lo que le gritó el entonces ministro de Ganadería José Mujica a los periodistas que, en la tarde del 31 de agosto de 2005, estaban apostados en la residencia de Suárez y Reyes. El flamante gobierno del Frente Amplio acababa de sortear su primera gran crisis política, desatada a partir de diferencias en torno a los dineros destinados a la educación en la primer ley de presupuesto del Frente Amplio, que tuvo al ex ministro de Economía Danilo Astori al borde de pegar un portazo, y dejar el gobierno de Tabaré Vázquez sin el principal garante de estabilidad.
A fines de 2005, el presupuesto de la educación alcanzó el equivalente a 4,5% del PBI, la cifra casi mágica que los gremios de la educación reclamaron históricamente y ese guarismo se mantuvo en los años siguientes.
En 2011 el presupuesto de la Administración Nacional de Educación Pública (Anep) ascendió a US$ 2.160 millones, “una de las asignaciones presupuestales más grandes con la que cuenta un organismo público”, según la rendición de cuentas de ese órgano correspondiente al año 2011 (último dato). Los recursos destinados a Servicios Personales (salarios y aportes previsionales) tienen una incidencia en el presupuesto total del organismo del entorno de un 80%, los gastos corrientes y suministros se ubican en 10% y las inversiones 11%. Quiere decir que 8 de cada 10 pesos que la sociedad uruguaya invierte en educación se destina a pagar sueldos y cargas sociales de maestros y profesores.
En paralelo, en 2009 el oficialismo promovió y aprobó una ley nacional de Educación que nada hizo por mejorar los planes de estudio de niños y adolescentes y tan solo se ciñó a repartir poder entre los gremios de docentes a nivel de los organismos que rigen la enseñanza pública.
La respuesta de maestros y profesores ante tanta condescendencia ha sido –excepto casos puntuales de docentes - seguir exigiendo más y más sin mediar resultados a cambio.
Ante ese estado de situación, los niños y adolescentes uruguayos son los que están perdiendo por goleada.
El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, según sus siglas en inglés), presentó su informe mundial de la prueba de competencias en lengua, ciencia y matemáticas realizada en 2009. Uruguay ocupa junto con los demás países latinoamericanos la lista con los peores resultados.
A su vez, el nivel de repetición de los alumnos de ciclo básico era de 35% en 2009.
El Plan Ceibal –la única y verdadera revolución educativa que se puso en práctica durante el gobierno de Vázquez y que funciona con independencia de la Anep- es de las únicas luces de esperanzas existentes en un panorama educativo bastante oscuro que intentó ser mejorado a través del programa de fortalecimiento de los centros educativos (Promejora) impulsado por el senador Jorge Larrañaga y boicoteado por los gremios ante la pasividad oficial.
El ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, al ser interpelado el miércoles en el Parlamento, defendió los “logros” del gobierno en materia educativa.
En una mezcla de resignación y cobardía para torcer la mano de las corporaciones, el presidente José Mujica reconoció días atrás ante empresarios convocados por el Council of the Americas que es “imposible” hacer cambios en la educación, según publicó el semanario Búsqueda. Es decir que tienen la plata que históricamente reclamaron los gremios docentes, además del poder de incidir en el gobierno de la enseñanza, pero los educandos son y seguirán siendo tan desilustrados como antes.
