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Toneladas de basura ensucian las laderas del K2, la segunda montaña más alta del mundo

Son los desechos que dejan los alpinistas, sobre todo en el descenso. Uno de ellos formó un equipo para despejar las laderas
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11 de agosto de 2023 a las 05:00

Desde el campo base del K2, Sajid Ali Sadpara contempla la segunda montaña más alta del mundo, donde descansan también los restos de su padre, pero donde además ve una plaga de basura que se propone limpiar.

Con un enterito de plumón cosido con la bandera verde de Pakistán, Sajid escala hacia el pico de 8.611 metros a la vez que va despejando la ruta de tubos de oxígeno gastados, tiendas destartaladas y cuerdas desechadas durante décadas por los alpinistas. En una semana, su equipo de cinco personas recogió hasta 200 kilos de basura.

Para Sajid, es un tributo a su padre, el legendario escalador Ali Sadpara, que murió en una expedición padre-hijo a la “montaña salvaje” en 2021.

“Lo hago desde el corazón”, dijo Sajid a la agencia de noticias AFP en el campo base situado a 5.150 metros de altitud.

El K2 se forjó cuando India chocó con Asia hace 50 millones de años, haciendo emerger la cordillera del Karakórum en el noreste del actual Pakistán.

El nombre, dado por exploradores británicos en 1856, se convirtió en sinónimo de un ascenso salvaje, indomable y técnicamente más exigente que el Everest en Nepal, 238 metros más alto.

El pico, conquistado por primera vez por una expedición italiana en 1954, registra vientos de hasta 200 kilómetros por hora en invierno y temperaturas de -60ºC.

Un héroe nacional

En este majestuoso escenario, Ali Sadpara se erigió en medio de una mayoría de alpinistas blancos y occidentales en un héroe local de orígenes humildes que escaló ocho de los 14 ochomiles del planeta.

“El nombre de Pakistán voló alto gracias a Ali”, dice Abbas Sadpara, un veterano alpinista que no guarda relación de parentesco con él y que condujo al equipo que realizó la crónica al K2.

Hace dos años, Sajid intentaba un peligroso ascenso invernal al K2 con su padre y dos extranjeros. El joven enfermó, pero los otros tres hombres siguieron adelante hasta encontrar la muerte bajo el conocido “Cuello de Botella”, una saliente que parece un maremoto congelado en el tramo final del ascenso.

Sajid recuperó el cuerpo de su padre y lo enterró según el rito islámico en una tumba improvisada cerca del campo 4, la última parada antes del pico.

Hoy sobrelleva esa pérdida con elegancia e intentando transmitir el aprecio por la naturaleza que le legó su padre.

El guía Abbas Sadpara lamenta que “el K2 ya no es tan bonito como lo fue”. “Destruimos su belleza con nuestras propias manos”, dice.

Pero Sajid, que escaló sin ayuda de oxígeno la mitad de los ochomiles, comprende en parte a quienes se deshacen del equipo en las montañas.

“Después de una cumbre, estás completamente agotado”, dice. “Y lo principal es sobrevivir”.

Ecologismo y seguridad

La comercialización del turismo de montaña llevó también pilas de basura a las cotas más altas del planeta, especialmente al Everest.

Con un récord de 150 ascensos en la pasada temporada, el K2 está entrando en la misma dinámica.

“Hay dos montañas donde la basura es un problema y son el K2 y el Everest”, dice la alpinista noruega Kristin Harila, que alcanzó la cumbre de este pico el mes pasado y consiguió un récord de velocidad al completar los 14 ochomiles en tres meses y un día.

“Las compañías comerciales llevan más equipo”, explica el ecologista del parque nacional, Yasir Abbas, que dirigió una campaña para recoger 1.600 kilos de desechos del K2 en 2022. Y afirma: “Lo que sube, debe bajar. La gente que limpia el K2 arriesga su vida por el medioambiente”.

No se trata sólo de limpieza, sino también de compañerismo. Las cuerdas abandonadas pueden confundir a otros equipos y apartarlos de la ruta. Las tiendas abandonadas fuerzan al resto de alpinistas a buscar lugares más expuestos a los elementos. Los tubos abandonados de oxígeno son un peligro añadido a la merced de la gravedad y el viento.

“Aquí, en el K2, si hay un error, caés. Y si caés, es hasta el final”, dice Mingma David Sherpa, un alpinista de 33 años que lideró un equipo nepalí en la limpieza de 200 kilos de residuos del K2 antes de pasar el relevo a Sajid a mediados de julio.

En la víspera de empezar esa tarea, el joven Sadpara fija su mirada en la cumbre todavía lejana. “Desde la distancia, no se puede ver la basura”. Y agrega: “Para mí, el K2 es más que una montaña”.

(Con información de AFP)

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