José Sasía fue un personaje único en el fútbol uruguayo. Tiene razón José Luis Olascoaga cuando afirma que habiendo escrito tanta historia parece inconcebible que su recuerdo permanezca atado a "la tierrita que una vez le tiró a un arquero".
El libro que escribió el Pepe, así como le canta Pinocho Routin en la canción que le escribió Jaime Roos, Al fondo de la red es prolífico en anécdotas. Tiene arrabal, murga, mostrador y fútbol en estado puro.
Una historia que me arrancó carcajadas se titula Las locuras de Ravel, un jugador de Racing al que dirigió en 1971.
Sasía cuenta que lo llevó a Estudiantes de Mérida, en Venezuela, y que en determinado momento empezó a llegar a los entrenamientos "pálido y ojeroso y no andaba nada".
Otros dos uruguayos del plantel, Pomárico y Peralta, estaban en la misma. El Pepe se decidió a vigilarlos. Justo él, que un día se escapó de la concentración de Boca Juniors para venirse al corso barrial del Aires Puros (¡qué barrio!). Un día encaró a Pomárico: "No queremos decirle nada hasta que lo encontremos", se disculpó el futbolista.
"¿Encontrar a quién?", preguntó el Pepe. "A nadie", le dijo.
Fue entonces cuando el entrenador, devenido en detective por la fuerza de las circunstancias, lo descubrió todo. Ató ese cabo a los picos y a la pala que un día encontró en el cuarto de su hijo: Ravel los había convencido de que en las montañas de Mérida había petróleo y todas las noches salían a cavar. ¡Un fenómeno!
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