Uruguay "se fue quedando" en representación política de mujeres y casi la mitad de los uruguayos quiere una ley de paridad

Un estudio que ONU Mujeres le encomendó a la consultora Equipos —y cuyos resultados se dieron a conocer este martes, a tres días del 8M— muestra que casi la mitad (47%) de los encuestados está a favor de “ir hacia una ley de paridad”. Eso representa un crecimiento de la adhesión superior a 10 puntos porcentuales respecto a lo observado previo a la campaña electoral anterior.

Uruguay, que fue el primer país de la región que les dio a las mujeres los mismos derechos políticos que sus pares varones de votar y ser elegidas, “se fue quedando” y distintas voces empiezan a exigir el pie en el acelerador al tratamiento de proyectos de ley que apuntan a la paridad. Textos que, por modificar la normativa electoral, requieren de la aprobación de una mayoría especial (dos tercios de ambas cámaras).

Hasta la Institución Nacional de Derechos Humanos le pidió al Parlamento “dar un amplio y rápido” tratamiento a dos proyectos específicos que descansan en los cajones de las comisiones legislativas. Naciones Unidas elevó distintos informes al respecto, y una investigación de la politóloga Niki Johnson —una de las referentes locales en la materia— dejó en claro que la normativa vigente “dejó de cumplir su objetivo”, que “las bajas tasas de representación política femenina siguen sin considerarse por parte de la mayoría de la dirigencia política masculina un tema de preocupación que afecta la calidad de la democracia uruguaya”, y que Uruguay tiene que transitar un camino hacia la paridad.

Tras la salida de la dictadura, las mujeres ocupaban menos del 5% de las bancas parlamentarias. Desde entonces su participación fue aumentado tan lento que, en la última elección nacional, la cantidad de legisladoras titulares apenas se movió 0,7 puntos porcentuales respecto a 2014 y llegó a 20,9%.

Los datos revelados este martes, a su vez, evidencian que el apoyo a una ley de paridad no es exclusivo de las mujeres. Si bien es mayor la adhesión entre ellas, los varones encuestados por Equipos no son ajenos a la petición.

Cuando México implementó su ley paritaria, Uruguay recién permitía las cuotas “por única vez”. Cuando Ecuador, Bolivia y Costa Rica ya tenían su ley paritaria, Uruguay recién aprobaba su primera ley de cuotas. Cuando Argentina ya tenía una ley paritaria, Uruguay recién modificaba su primera ley de cuotas. Y ahora —16 años después de que la región diera sus primeras señales— Uruguay recién debate la conveniencia de un Parlamento 50:50.

A diferencia de las cuotas, que buscan una discriminación positiva para “mover el avispero”, pero cuyo alcance es limitado y varía según el sistema electoral y la capacidad sancionatoria de cada país, en la democracia paritaria existe una “paridad vertical” (las listas van intercalando un hombre y una mujer) y una “paridad horizontal” (obligan a cada partido político a cumplir globalmente con la paridad de género).

¿En qué se justificaría el cambio? Hubo un tiempo en que se decía que la mujer no ocupaba cargos políticos porque ellas tenían menos estudio y formación. Eso se revirtió, de hecho, superan a seis de cada diez ingresos y egresos universitarios. Luego se dijo que “la gente no vota mujeres”, pero eso tampoco coincidió y hubo legisladoras votadas y que “arrastran votos”. Según Johnson los factores institucionales y políticos son los que están impidiéndole a las mujeres sentirse más representadas: la representación de Diputados por el tamaño poblacional de departamentos, haciendo que ellas tengan más representación en los territorios grandes que en los pequeños. ¿Por qué? Pocos de los puestos de las listas llegan a una banca, y ellas suelen ocupar los lugares más lejanos y no encabezar las listas.

“Persiste una ‘ceguera’ entre los selectores (dirigentes con poder de decisión sobre la definición de candidaturas y la adjudicación de cargos) respecto a la identificación de candidaturas femeninas viables o legitimadas. Aunque públicamente se afirma que la asignación de lugares se hace en función de criterios ‘meritocráticos’, estos no son transparentados, y la evaluación de trayectorias y aportes casi siempre termina privilegiando al aspirante varón, no importa la carrera política que tenga la aspirante mujer”, explica la doctora en Ciencias Política.

#GanaUruguay

En un clima a favor de que se incremente la participación de las mujeres en la política —con dos tercios de los encuestados que consideran que "debería haber más mujeres en la política" y con dos tercios de los también sondeados que admiten que a los hombres les es más fácil acceder a los cargos—, ONU Mujeres inicia una campaña "para visibilizar la necesidad de avanzar hacia una democracia paritaria en Uruguay".

Lo hace a través de mensajes provocativos, en el que compara a Uruguay con otros países que, si fuera un partido de fútbol, le van ganando por goleada a Uruguay. México con más de 50% de mujeres en el Parlamento, Chile con más de 35%, y Costa Rica con más del 47%.

En esa línea provocativa, ONU Mujeres también se está dedicando a contrarrestar algunos dichos como “el acceso a los cargos debe ser por idoneidad, no por género". La oficina especializada de Naciones Unidas responde: “Todos los cargos deberían ser por idoneidad, pero sabemos que no todos los hombres electos son idóneos”.

O bien al dicho “los cambios se van a dar solos, no es necesario tener medidas normativas", responde: “La evidencia demuestra que sin acciones afirmativas como la ley de cuotas o de paridad no hay avance en la representación política. Algunos países de la región las han implementado hace ya casi 30 años. Hoy son varios los que tienen leyes de paridad”.

O ante el argumento de que “las personas deben llegar a los cargos políticos por sus méritos", refuta: “Este argumento sugiere que si hay pocas mujeres en política es porque no tienen el suficiente mérito. Esta afirmación es cuestionable porque los indicadores están a favor de las mujeres: por ejemplo, población con educación terciaria en Uruguay: 23,5% mujeres; 17,3% hombres. Además, supondría que los méritos y virtudes se distribuyen desigualmente entre hombres y mujeres, fenómeno que no es aceptable. No existe evidencia científica que lo respalde”.

Golda Meir, la primer primera ministra israelí, había dicho: “No puedo decir si las mujeres son mejores que los hombres. Pero puedo decir, sin duda, que no son peor”.

Pero, por más dichos y evidencia, en el imaginario de la sociedad uruguaya siguen habiendo un estereotipo sobre las características de liderazgo de las mujeres en comparación a los varones.

Ellas son vistas como más emocionales y comprensivas, menos corruptas, y menos agresivas.

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