Hemos mantenido ya algunas conversaciones. Por mi formación didáctica, he preferido leer siempre los comentarios que, con amabilidad, llegan a EL OBSERVADOR.
Días atrás me emocioné al escuchar un diálogo. Iban, entre otros pasajeros, dos chicas en el ómnibus. Una de ellas explicaba sobre la utilización de los cubiertos en la mesa. “Pueden ser dos por comensal, es decir un tenedor y un cuchillo. También dos tenedores y dos cuchillos. En tiempos fríos se impone la sopa.“ Esta última es tan famosa porque recibió nada menos que el premio “Princesa de Asturias”. La sopa contiene todo lo que Mafalda odiaba y lamentablemente le hizo ganar a una recompensa.
Pero no quiero seguir hablando sobre los cubiertos en la mesa. La persona más sencilla puede dar lecciones. Si vieron por televisión las ultimas reuniones internacionales, se habrán sorprendo como yo. ¿Para qué volver a lo mal hecho? Puesto que la mayoría de los participantes no habían sido nombrados por decretos de “necesidad y urgencia”, tiempo tuvieron para pensar que los verían millones de personas. ¿Estaban muy cansados? Uruguay está exceptuado y no lo digo para quedar bien. Lo que se aprendió en la cuna, dura para siempre…
Sé que soy duro, pero alguien tiene que decir las cosas. Escribí, por ejemplo, al Embajador de los Países Bajos. Advertí que, entre los miembros “acompañantes”, figuraba la Reina Máxima, que no puede ser “acompañante”.
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