La tarea principal del nuevo gobierno argentino es sacar a flote una economía desquiciada por una década kirchnerista de gestión incompetente, tapujos jurídicos y saqueo de los recursos fiscales. Pero al mismo tiempo se ha embarcado en una bienvenida operación limpieza, para erradicar delitos y otras irregularidades que florecieron al amparo del matrimonio Kirchner y su entorno. Al tope de la lista en este frente de múltiples batallas figura el narcotráfico, que incluso se ha denunciado que involucra a Aníbal Fernández, hasta el mes pasado poderoso jefe de Gabinete de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Pero también incluye, entre otros muchos objetivos, la nunca aclarada muerte del fiscal Alberto Nisman, el organismo oficial de estadísticas (Indec) y la aerolínea Sol.
Esta empresa privada, de propiedad argentino-española, cerró intempestivamente sus operaciones el viernes, dejando anclados a pasajeros en nuestro país y desempleados sin aviso previo a sus 250 funcionarios. La razón del cierre fue que la administración Macri suspendió un subsidio equivalente US$ 80 mil diarios que la privada Sol recibía inexplicablemente de la estatal Aerolíneas Argentinas en forma directa y sin control contable alguno. Los dueños de Sol hasta trataron de sacar del país a dos de sus aviones para evitar que los embarguen, lo cual fue impedido en Rosario por el propio personal de la aerolínea. Este es solo uno de los muchos ejemplos de turbiedad que están saliendo a luz desde que el kirchnerismo perdió el gobierno.
Desde las épocas del funesto exsecretario de Comercio, Guillermo Moreno, el Indec mentía abiertamente sobre inflación, pobreza y otras estadísticas oficiales, que se confeccionaban a dedo para tratar de ocultar el deterioro económico y social. Sus nuevas autoridades anunciaron que encontraron un organismo desmantelado de personal técnico y de procedimientos de trabajo, por lo que necesitarán ocho meses para reconstruirlo y empezar a publicar estadísticas reales. La decisión de reabrir el caso Nisman, que languidecía bajo pasividad judicial, sigue a sólidos indicios de que no fue suicidio sino asesinato. Nisman apareció muerto de un balazo un día antes de su comparecencia en el Parlamento para presentar denuncias documentadas contra la entonces presidenta Fernández de Kirchner por presunta connivencia con Irán, para ocultar la responsabilidad iraní en el terrible atentado terrorista contra la mutualista judía AMIA en Buenos Aires.
Y el combate al narcotráfico despegó con fuerza a raíz de la fuga y recaptura de tres condenados a cadena perpetua por un triple asesinato relacionado con el trasiego clandestino de efedrina, que era enviada a México para producir estupefacientes. Uno de los prófugos, Martín Lanatta, declaró ante la jueza María Servini de Cubría que Aníbal Fernández dirigía esa operación y que en dos oportunidades le llevó a su casa bolsas con más de US$ 5 millones. Igual cargo ha formulado la diputada Elisa Carrió, abanderada de las denuncias de corrupción kirchnerista. La complicidad de jefes de servicios de seguridad y funcionarios civiles en la siniestra trama de ramificaciones delictivas ya ha determinado despidos y acciones judiciales, que presumiblemente incluirán también a Fernández para que responda a las acusaciones. La limpieza recién empieza. Concluirla será una contribución decisiva del nuevo gobierno a recomponer una sociedad herida por el kirchnerismo.
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