La Organización de Estados Americanos (OEA), fiel a su historia de inoperancia, cerró con otro papelón su sesión sobre la crítica situación en Venezuela. El Consejo Permanente se reunió para tratar las propuestas del secretario general, Luis Almagro. El excanciller uruguayo quería inicialmente que se suspendiera al régimen del presidente Nicolás Maduro por violación de la Carta Democrática de la OEA con la abolición de hecho de la división de poderes, sus persecuciones represivas y el arbitrario encarcelamiento y condena de dirigentes opositores. Esta medida se ha tomado una sola vez, cuando la OEA expulsó a la dictadura cubana en 1962, en Punta del Este,
Pero al percibir renuencia de varios de los 34 miembros del organismo, Almagro bajó el tono y pidió la formación de un “grupo de países amigos” para ayudar a Venezuela a superar su debacle institucional y económica. Pero todo quedó en la nada tras cuatro horas de debate, durante el cual la canciller venezolana Delcy Rodríguez rechazó una mediación de la OEA y la denunció como injerencia en los asuntos internos de su país. Reiteró las disparatadas acusaciones de Maduro de que la oposición organiza un golpe de estado con complicidad de Estados Unidos y de sectores de Colombia.
La penosa inacción del organismo, creado en 1948 como sucesor del Congreso de Panamá convocado por Simón Bolívar en 1826 y otros intentos posteriores de integración, no terminó con ignorar la aguada propuesta mediadora de Almagro. Nada decidió sobre el llamado del secretario general a que se libere a los presos políticos y se restituya la división de poderes, eliminada porque Maduro utiliza al servil Tribunal Supremo del Poder Judicial para declarar inconstitucionales todas las leyes que aprueba el Parlamento, controlado por la oposición, y que no le gustan al autócrata caraqueño.
Tampoco tomó acción alguna sobre el referéndum con que la oposición procura revocar el funesto mandato de Maduro. Almagro insistió en que la consulta popular se realice este año y no el próximo, como busca el gobierno. Si un referéndum aprueba la revocatoria antes de fin de año, habrá nuevas elecciones que presumiblemente ganará la oposición debido al abrumador rechazo popular en que ha caído el gobierno. Pero si se hace en 2017, aunque Maduro abandone la presidencia, lo reemplazaría su vicepresidente, asegurando la continuidad del régimen.
La canciller Rodríguez hasta tuvo el descaro de asegurar que en Venezuela “no hay crisis humanitaria”, ignorando las penurias de una población que carece de alimentos y otros bienes básicos como resultado de la inepta gestión del chavismo. Lo peor de la reunión, de todos modos, fue la reiteración de que los intereses de algunos países miembros siguen tomando precedencia sobre las normas que la propia OEA ha instituido para defender, en teoría, el imperio de la democracia en el continente. Era previsible que Bolivia, Nicaragua y Ecuador, los aliados “bolivarianos” del chavismo, lideraran la trabazón. Pero hasta el gobierno argentino del presidente Mauricio Macri prefiere no enojar a Maduro porque necesita todos los votos latinoamericanos para propulsar la candidatura de su canciller, Susana Malcorra, a la Secretaría General de Naciones Unidas. La actitud del Consejo Permanente de cerrar los ojos a la tragedia venezolana ha dejado mal parado a Almagro. Pero la OEA ha quedado aún peor.
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