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¿Qué pasó, M. Night Shyamalan?

El director de Sexto sentido, quien estrena hoy su nuevo filme, fue considerado el cineasta más creativo de Hollywood antes de pasar al olvido
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26 de noviembre de 2015 a las 05:00
Bruce está muerto. Todos saben eso. En el final de Sexto sentido se revela que el psicólogo interpretado por Willis es uno de los tantos difuntos con los que el personaje de Haley Joel Osment puede interactuar. Es una de las vueltas de tuercas más celebres del cine, a la altura del momento en el que Luke conoce su lazo familiar con Darth Vader. El giro narrativo de Sexto sentido se volvió tan popular que aún hoy, 16 años después de su estreno, es muy difícil encontrar a alguien que no haya visto la película e igual no conozca ese detalle.

Y aunque cueste imaginarlo, existió un momento durante el estreno del filme en 1999 que el público salió de la sala de cine maravillado por la tenebrosa experiencia detrás de la película dirigida por M. Night Shyamalan. No fueron los únicos. La crítica elogió la película del director y hasta lo llegaron a ensalzar como el "heredero de Spielberg". Además, ese año Sexto sentido fue nominada a varios Oscar, incluyendo Mejor película, Mejor director y Mejor guión original. Nada mal para la tercera película de un joven cineasta de 29 años procedente de Pondicherry, India.

La carrera de Shyamalan siguió cosechando aplausos, aunque cada vez con menos efusividad. Sus siguientes películas tenían todo lo que sus súbitos fanáticos esperaban: una atmósfera que no se apoyaba en los sustos fáciles y la esperada vuelta de tuerca que todos trataban de adivinar.

El protegido (2000) reunió nuevamente al director con Willis en una película de superhéroes escondida dentro de un relato de puro suspenso. Señales (2002) tomaba una invasión alienígena para estudiar las relaciones de una familia campestre encabeza por Mel Gibson y Joaquin Phoenix, en lo que fue la última gran película de estudio de Gibson.

Luego llegó La aldea (2004) y Shyamalan empezó a convertirse en lo que (probablemente) ningún artista desea: un chiste de sí mismo. Confiándose de su calidad como narrador (él escribe y dirige sus guiones), la vuelta de tuerca detrás de una sociedad antigua recluida en un bosque al acecho de los monstruos no lograba sostener la película. Pese a tener grandes momentos y actuaciones de parte de Phoenix y el elenco, La aldea comenzó a dividir al público entre los que esperaron que el director volviera a su mejor forma y entre los que decidieron que era mago de un solo truco.

El descenso

En sus siguientes obras como director, Shyamalan prescindió del as bajo la manga, pero eso no fue suficiente para recuperar el brillo.

Con La dama del agua (2006) un extraña película inspirada en un cuento que Shyamalan le leía a sus hijas, los estudios comenzaron a apreciarlo de forma cada vez más escéptica. Se reportó que Disney quiso convencerlo de que no haga la película y que el cineasta siguió adelante. Llegó a incluirse a sí mismo en la película como un escritor capaz de cambiar al mundo mágicamente, una idea que tampoco ayudó a quienes entendían que Shyamalan se había perdido dentro de su propio anhelo de grandeza.

Los productores de Hollywood no fueron los únicos que le dieron la espalda. El fin de los tiempos (2008), con Mark Wahlberg y Zooey Deschanel, fue recibida con risas (y no de las buenas) entre el público. Lo que siguió tampoco ayudó.

Shyamalan se puso al frente de la esperada adaptación al cine de la serie animada de Nickelodeon Avatar: la leyenda de Aang y destruyó el sueño de miles de fanáticos. El último maestro del aire (2010) era el claro mal ejemplo de creación en donde el trabajo en efectos especiales era más relevante que el desarrollo en personajes y en la historia. Una vez más, Shyamalan tenía a la prensa estadounidense preguntándose en qué momento el director había perdido el rumbo e incluso si alguna vez lo había encontrado.

De hecho, el sitio Vulture de la revista New York asegura haber encontrado la respuesta. La publicación realiza una teoría que sitúa el momento exacto en el que Shyamalan pasó de ser nombrado con referencias al cine de Hitchcock a convertirse en un blanco de programas satíricos como South Park o Robot Chicken.

Durante la promoción de La aldea surgió un documental titulado The Buried Secret of M. Night Shyamalan, que buscaba retratar al director como una figura vinculada a lo paranormal. Fanáticos y familiares atestiguaban que desde chico, Manoj Shyamalan (su nombre de nacimiento) era una figura extraña y recluida interesada en lo oculto. El problema es que el documental era falso, un intento del propio director por alterar la percepción de su figura y hacerla más cautivante. Lo peor es que su camino de un niño fanático del cine en Pondicherry a un joven inmigrante viviendo en los suburbios de Filadelfia ya resultaba una historia interesante de por sí. Sus incursiones en la literatura, que incluyeron diarios de rodaje y un libro sobre educación, tampoco ayudaron.

La última película de Shyamalan que se estrenó en Uruguay fue Después de la Tierra (2013) y para esa altura, el nombre del director ya significaba un mal augurio. De hecho, para su promoción los estudios decidieron omitirlo lo más posible en avances y afiches. La película no cambio el statu quo y dos años después, la pregunta sigue en pie.

Hoy se estrena en Uruguay Los huéspedes, una película producida, financiada, dirigida y escrita por el director, quien parece haber tomado un camino independiente que no lo tenga a la merced de la taquilla.
Se trata de un relato de terror doméstico en el que dos niños comienzan a detectar extraños comportamientos en sus abuelos. Bajo el género del metraje encontrado (en el que la película es grabada por sus protagonistas) y con la inclusión de un giro (al parecer, según la crítica, efectivo) algunos críticos ya aventuran que Shyamalan está regresando lentamente a sus orígenes. Ahora le toca a la audiencia decidirlo.

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