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Raúl, un uruguayo en medio de la locura siria

Rosende dirige la oficina de la ONU que coordina la ayuda humanitaria en Siria, donde “el nivel de hostilidad y el sufrimiento de la población es muy alto”
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23 de agosto de 2013 a las 21:08

En medio del caos y la violencia que desde hace dos años sacude a Siria, que en las últimas horas ha llamado la atención mundial ante las acusaciones por el uso de armas químicas y el asesinato de niños, el uruguayo Raúl Rosende es el director de la Oficina de la Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). En diálogo con El Observador desde Damasco, a donde llegó el 15 de enero pasado, el funcionario de 51 años que trabaja en misiones de paz desde 1990 y que ha desempeñado funciones en Nicaragua, Colombia y Yemen, relató no haber visto anteriormente un nivel de “hostilidades y sufrimiento” como lo que le toca vivir en Siria.

¿En qué consiste su trabajo?

Soy director de la coordinación humanitaria para la ONU y nuestro trabajo fundamentalmente consiste en tratar de llevar la ayuda y asistencia de ONU y otros organismos internacionales a la población afectada por la crisis y el conflicto. A su vez, negociamos con las autoridades y con grupos opositores el acceso humanitario, o sea, el trabajo en las zonas afectadas por el conflicto.

¿Cómo es su jornada laboral?

Es, fundamentalmente, entrar en contacto o con autoridades de gobierno o con ONGs, también en muy estrecha colaboración con el Creciente Rojo sirio, que es como la Cruz Roja en los países con mayoría musulmana. Todo el trabajo que tiene que ver con planificar la ayuda a la población necesitada y negociar el acceso de la ONU a la zona de conflicto. Obviamente, también estamos en contacto con la oposición, sea por teléfono o por Skype, porque en varias partes del país tienen una influencia importante. Y algunas veces también vamos al terreno, al interior del país. Algunas veces yo mismo tengo que ir a esas zonas.

¿Ha vivido situaciones de riesgo?

Cuando viajamos siempre hay cierto nivel de riesgo. Intentamos hablar con el gobierno, con la oposición, y les anunciamos que vamos para lograr ceses transitorios de hostilidades y del fuego, que nos permitan llegar a esos lugares. En general, eso nos brinda ciertas condiciones de seguridad. El problema que tenemos en Siria es que cada vez más grupos participan del conflicto. Empezó siendo un conflicto entre dos partes y ahora hay una gran cantidad de grupos, eso hace a nuestras negociaciones más difíciles. Ya no son dos, son una gran cantidad de grupos sin comando y control entre ellos. Y el conflicto ya no es solo político, también es un conflicto sectario. Eso hace el conflicto más grave, violento y caótico, y las condiciones de seguridad son más complicadas.

¿Tiene protocolos de seguridad personales?

La ONU recomienda viajar a determinadas horas, en general en Siria nos desplazamos en automóviles blindados. Me pasó en uno de los viajes a Alepo, que es uno de los centros del conflicto, que, al día siguiente de volver en un blindado, encontramos que tenía una bala incrustada. Si no hubiera sido blindado, uno de nosotros hubiera muerto. Pero lo principal para nuestra seguridad es estar en contacto con los grupos

¿Cómo es la situación de ONU y la investigación de las acusaciones de armas químicas?

Hace unos días llegó a Siria un equipo especial de científicos de la ONU para investigar algunas situaciones que se habían dicho de uso de armas químicas en tres lugares en el norte del país. Esa es una misión especial y su arribo implicó negociaciones bastantes intensas previamente. Una vez que la misión estaba aquí, el día 21, se produjeron nuevos incidentes, hubo bombardeos intensos cerca de Damasco y hubo acusaciones de la oposición de que el gobierno había utilizado armas químicas, cosa que el gobierno rechazó. El secretario general de la ONU solicitó al gobierno que este equipo de científicos pudiera investigar las nuevas acusaciones, no solo las tres de antes. Esa fue una solicitud de Ban ki-moon que se hizo entre jueves y viernes y todavía estamos esperando la respuesta del gobierno sirio.

¿Y no se puede investigar sin permiso?

Ese tipo de investigaciones se hacen en acuerdo con el gobierno del país y el que se había iniciado fue para investigar los tres casos anteriores. Son acuerdos específicos y desde la ONU se propone ahora ampliarlo al nuevo caso.

¿En su carrera vio algo similar a la actualidad de Siria?

He estado trabajando en esto durante 23 años y para la ONU 15 años seguidos, siempre en países en conflicto o en posconflicto. Mi anterior misión fue en Yemen y en América Latina he estado en Colombia y en Nicaragua. Situaciones de este tipo he visto bastantes. Sin embargo, el nivel de hostilidades y de confrontación en Siria es realmente muy alto, aún en comparación con otros conflictos. El problema aquí es que la guerra tiene lugar en ciudades, muchas veces las hostilidades son en barrios. El nivel de hostilidad es muy alto en comparación con otros conflictos que me tocó ver. Y también el nivel de sufrimiento de la población. Calculamos 6,8 millones con necesidades, a las que se le debe sumar 100.000 que se calcula que han muerto como consecuencia de la guerra en dos años. En Bosnia ese mismo número de personas murió en cinco años, aquí en dos, en menos de la mitad, tenemos el mismo número. El nivel de destrucción en Siria es realmente muy alarmante. No solamente de vidas humanas y la economía, sino de toda una cultura o su grave afectación.

¿Cómo es su vida en Damasco?

Los funcionarios de ONU vivimos en un hotel en el centro. Los problemas que hubo desde hace varios meses son en la zona rural de la capital, pero adentro de la ciudad la vida sigue normalmente. Es una cosa interesante, que es a veces la paradoja de las guerras. En algunas zonas del país la situación es terrible, pero a veces muy cerca de esas zonas la vida continúa. Desde el quinto piso del hotel veo el tráfico en la noche, bastante normal, con muchos vehículos en la calle. Hay comercios, supermercados donde se encuentra de todo y Damasco es una ciudad espectacular, muy linda, con un centro histórico milenario. Si bien es un trabajo difícil, intenso, tiene sus compensaciones.

¿Su familia vive con usted?

Siria para nosotros, dado el nivel conflictividad, es llamado por la ONU como un lugar de trabajo donde no se puede llevar la familia. Tengo la mía en Dinamarca, mi esposa es de allá. Dada la intensidad del trabajo aquí, tenemos un sistema de licencia bastante generoso y teóricamente podemos salir una semana cada mes y medio. Pero a veces por la cantidad de trabajo, en mi caso particular, estoy bastante más de mes y medio.

¿Cómo le surgió la posibilidad de ir a Siria?

Estaba viviendo en Yemen e inicialmente mi nuevo destino iba a ser Panamá, donde la ONU tiene una oficina regional para toda América Latina. Unas semanas antes de salir me ofrecen la posibilidad de Siria, y realmente no lo dudé ni un instante. Porque Siria es uno de los lugares principales para la ONU en estos momentos y para mí ha sido un privilegio trabajar en este lugar. Un trabajo muy difícil, intenso, pero es una de las zonas donde la ONU puede hacer ciertas diferencias. Así que vamos a estar todavía un tiempo más por aquí.

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