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Refugiados de Guantánamo tendrán donde construir su mezquita para rezar

Un argentino de religión musulmana les ofreció un terreno; los liberados aún no se recuperan, tienen traumas y desconcentración.
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11 de abril de 2015 a las 14:48

Un argentino de religión musulmana criado en Uruguay ofreció a los liberados de Guantánamo que están como refugiados en el país un terreno de una hectárea de extensión para que se construyan casas para vivir y una mezquita en la que puedan rezar.
Fuentes del PIT-CNT, organización que desde el momento en que llegaron dio apoyo logístico a los expresos de la cárcel de EEUU en Cuba, dijeron a El Observador que el terreno será comprado en Las Piedras, en la zona de Rincón del Colorado, por ese ciudadano musulmán cuyo padre es sirio. En total, el terreno tendrá dos hectáreas y media pero los refugiados podrán utilizar una, según se explicó.

Apenas llegaron a Uruguay, uno de los primeros elementos que recibieron los seis liberados –cuatro sirios, un tunecino y un palestino– fueron alfombras de determinadas medidas en las que se arrodillan para rezar. Su religión es el Islam y meditan, estén donde estén, mirando hacia La Meca. Por eso este nuevo proyecto los tiene “motivados”, comentaron dirigentes del movimiento sindical que están cerca de ellos desde el comienzo.

Los expresos, que están en el país en diciembre, no logran aún superar el impacto de haber estado recluidos en una prisión donde además fueron torturados. Esa situación que vivieron por 12 años sin ser sometidos a juicio –habían sido detenidos como sospechosos de integrar células terroristas– llevó a sus abogados a pensar en entablar juicios contra EEUU. Sin embargo, un decreto de ese país impide que los presos en Guantánamo puedan iniciar acciones judiciales contra EEUU, explicó a El Observador, Michael Moan, uno de sus abogados.

De los seis liberados, cuatro están alojados en una casa del PIT- CNT y los otros dos en un hotel céntrico. Su estado de ánimo no siempre es bueno y también sufren “traumas” y “problemas de concentración” por el aislamiento que vivieron durante tanto tiempo, dijo el viernes a El Observador TV el dirigente sindical Fernando Pereira.
Otras personas cercanas a los liberados comentaron que esa situación los lleva a no estar preparados para trabajar y también han faltado varias veces a las clases de español. No obstante ya saben armar unas cuantas oraciones para hacerse entender, explicaron las fuentes.

Por ahora, todos ellos piensan quedarse en Uruguay aunque uno, el palestino, pidió para vivir con sus padres que son muy mayores y no pueden venir.
Según supo El Observador el gobierno de Mujica hizo gestiones con países limítrofes o cercanos a Palestina para que puedan reasentarlo. Por otro lado, la cancillería terminó los trámites para facilitar la llegada a Uruguay de los familiares de Dhiab Ahmed Mustafa, el que llegó en peores condiciones de salud e incluso bajó del avión que lo trajo de Cuba en silla de ruedas. A Dhiab Ahmed, que culpa a EEUU de todo lo que le pasó, es al que más le cuesta recuperarse y la muerte de uno de sus hijos en Siria le afectó tremendamente, dijeron allegados a este hombre que ahora camina ayudado con bastones. En los últimos días, otro de los detenidos debió ser operado de la vista. La intervención la hicieron médicos cubanos del hospital Saint Bois y recuperó su visión.

En el PIT-CNT se recepcionaron 50 ofertas de empleo para los refugiados. Las propuestas fueron variadas y hubo una por un salario de $35 mil. Pero los sicólogos que los atienden aconsejaron que aún no empiecen a trabajar.
Por ahora, además de donaciones de todo tipo, los seis liberados cuentan con $15 mil por mes que les otorga el Servicio Ecuménico para los Derechos Humanos del Uruguay (Sedhu) que es el nexo en el país con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Uruguay abrió el camino al recibirlos y la central sindical hizo gestiones con sus similares de Argentina, Brasil y Chile, para intentar que esos países también reciban a personas que siguen detenidas en Guantánamo. Los liberados llegaron en diciembre luego de que el entonces presidente José Mujica aceptó el pedido de Barack Obama de recibirlos para facilitar el cierre de Guantánamo, una prisión de máxima seguridad donde luego de los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington, fue utilizada para llevar a sospechosos de terrorismo. Por allí pasaron cientos de personas y aún quedan unas 136. De ellas, no todas tienen autorización para ser realojados en países que los acepten. Sobre otros aún hay sospechas de que son terroristas y por tanto EEUU los califica de peligrosos.

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