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Restos del MH370 significan un avance pero no se sabrá qué pasó
Es casi imposible determinar la zona de impacto debido a los vientos y corrientes marinas
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07 de agosto de 2015 a las 05:00
Las autoridades de Malasia ratificaron que los restos del avión encontrados hace una semana en La Reunión pertenecen al desaparecido vuelo MH370 y señalaron el hallazgo de más restos, alimentando la esperanza de resolver uno de los mayores misterios de la aviación.
Aunque continúa siendo investigado en un laboratorio en Tousouse (Francia), el flaperón que apareció en la costa de la colonia francesa ya revela que pertenecía al vuelo que desapareció el 8 de marzo de 2014 cuando cubría la ruta Kuala Lumpur-Pekín con 239 personas a bordo.
Ayer encontraron también restos de almohadones de asientos y de ventanillas del aparato, que se suman a las botellas con inscripciones en lenguas orientales y a lo que parecían pedazos de equipaje.
La compañía Malaysia Airlines presentó las noticias como un "gran avance" que dijo que podría ayudar a encontrar el avión, que emitió sus últimas señales a unos 7.000 kilómetros de la isla donde ahora aparecen sus vestigios.
"Esto muestra por primera vez que quizás estemos un poco más cerca de resolver este desconcertante misterio", declaró el primer ministro australiano, Tony Abbott.
El flaperón sería útil para obtener cierta información, como por ejemplo las circunstancias del accidente o la zona por donde se desplazó.
De acuerdo con los expertos, la pieza hallada no está muy dañada y su análisis podría revelar por qué se separó del ala, lo que viene a ser lo mismo que saber cómo entró el avión en el océano y la violencia del impacto. Según el australiano Neil Hansford, el relativo buen estado de conservación de la pieza podría indicar que el avión tuvo un "accidente controlado", como en los casos en que el aparato se queda sin gasolina y se ve obligado a aterrizar en el mar.
Los pequeños crustáceos incrustados en el ala también podrían desvelar por qué aguas derivó el fragmento, lo que ayudaría a llegar a la zona por donde ingresó en el mar.
Pero poco más se podrá saber. "Es como si alguien desapareciera en Nueva York y un año más tarde aparece muerto en California. Sin información adicional, no hay manera de saber dónde estuvo en el medio, ni qué camino tomó para llegar hasta ahí. Acá es lo mismo, salvo que en el océano los caminos son infinitos", explicó al New York Times David Mearns, oceanógrafo y director de Blue Water Recoveries, empresa británica de recuperaciones y rescates que participó en la búsqueda del avión de Air France que se hundió en el Atlántico en 2009.
El pedazo de fuselaje no sirve para rastrear el objeto hacia atrás ni calcular su punto de caída de manera efectiva. Las corrientes marítimas y los vientos lo pudieron haber llevado a su destino de una forma no comparable a como habrían trasladado otros restos. "La cosa no funciona como una cinta transportadora -dijo Gallo-. Hay un montón de cosas que considerar, como monzones y tifones. Además, las corrientes no fluyen como los ríos, sino más bien como los torbellinos: el agua se arremolina, a veces lenta, a veces rápida, y a veces incluso la corriente se invierte", explicó al mismo periódico estadounidense David G. Gallo, directivo del Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Massachusetts.
En general, cuando un aeronave se precipita en el mar lo hace a tal velocidad que las partes más livianas y de gran superficie se separan de la gran estructura y flotan hasta la superficie, mientras que el resto se hunde como plomada. Esto permite que esas partes se hallen rápidamente y así se identifique con celeridad un área acotada de impacto, por lo que es más fácil rastrear los cuerpos.
Algo así sucedió con los restos del vuelo Río-París de 2009, cuando en pocas semanas aparecieron unos 600 pedazos y a los pocos días había varios cuerpos en la superficie. Encontrar a todas llevó dos años, pero se logró.
Aunque continúa siendo investigado en un laboratorio en Tousouse (Francia), el flaperón que apareció en la costa de la colonia francesa ya revela que pertenecía al vuelo que desapareció el 8 de marzo de 2014 cuando cubría la ruta Kuala Lumpur-Pekín con 239 personas a bordo.
Ayer encontraron también restos de almohadones de asientos y de ventanillas del aparato, que se suman a las botellas con inscripciones en lenguas orientales y a lo que parecían pedazos de equipaje.
La compañía Malaysia Airlines presentó las noticias como un "gran avance" que dijo que podría ayudar a encontrar el avión, que emitió sus últimas señales a unos 7.000 kilómetros de la isla donde ahora aparecen sus vestigios.
"Esto muestra por primera vez que quizás estemos un poco más cerca de resolver este desconcertante misterio", declaró el primer ministro australiano, Tony Abbott.
El flaperón sería útil para obtener cierta información, como por ejemplo las circunstancias del accidente o la zona por donde se desplazó.
De acuerdo con los expertos, la pieza hallada no está muy dañada y su análisis podría revelar por qué se separó del ala, lo que viene a ser lo mismo que saber cómo entró el avión en el océano y la violencia del impacto. Según el australiano Neil Hansford, el relativo buen estado de conservación de la pieza podría indicar que el avión tuvo un "accidente controlado", como en los casos en que el aparato se queda sin gasolina y se ve obligado a aterrizar en el mar.
Los pequeños crustáceos incrustados en el ala también podrían desvelar por qué aguas derivó el fragmento, lo que ayudaría a llegar a la zona por donde ingresó en el mar.
Pero poco más se podrá saber. "Es como si alguien desapareciera en Nueva York y un año más tarde aparece muerto en California. Sin información adicional, no hay manera de saber dónde estuvo en el medio, ni qué camino tomó para llegar hasta ahí. Acá es lo mismo, salvo que en el océano los caminos son infinitos", explicó al New York Times David Mearns, oceanógrafo y director de Blue Water Recoveries, empresa británica de recuperaciones y rescates que participó en la búsqueda del avión de Air France que se hundió en el Atlántico en 2009.
El pedazo de fuselaje no sirve para rastrear el objeto hacia atrás ni calcular su punto de caída de manera efectiva. Las corrientes marítimas y los vientos lo pudieron haber llevado a su destino de una forma no comparable a como habrían trasladado otros restos. "La cosa no funciona como una cinta transportadora -dijo Gallo-. Hay un montón de cosas que considerar, como monzones y tifones. Además, las corrientes no fluyen como los ríos, sino más bien como los torbellinos: el agua se arremolina, a veces lenta, a veces rápida, y a veces incluso la corriente se invierte", explicó al mismo periódico estadounidense David G. Gallo, directivo del Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Massachusetts.
En general, cuando un aeronave se precipita en el mar lo hace a tal velocidad que las partes más livianas y de gran superficie se separan de la gran estructura y flotan hasta la superficie, mientras que el resto se hunde como plomada. Esto permite que esas partes se hallen rápidamente y así se identifique con celeridad un área acotada de impacto, por lo que es más fácil rastrear los cuerpos.
Algo así sucedió con los restos del vuelo Río-París de 2009, cuando en pocas semanas aparecieron unos 600 pedazos y a los pocos días había varios cuerpos en la superficie. Encontrar a todas llevó dos años, pero se logró.
