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Si sos feliz, cantá

La música es el mejor modo de expresarla pero lo difícil es domesticara la felicidad, que es un animal esquivo, chúcaro, impredecible
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31 de julio de 2016 a las 05:00
Palito Ortega identificaba la felicidad con el amor y lo cantaba con todas las letras en esa tonada memorable: "La felicidá, ja, ja, ja, ja/de sentir amó, o, o, o, or/hoy hace cantá, ja, ja, ja, jar/a mi corazó, o, o, o, on".

Parecería que Ortega fuera de la opinión de que la felicidad es momentánea. Queda sobreentendido que cuando ese amor decaiga, también lo hará la felicidad. Fue la canción del verano de 1971.

Tres años antes The Beatles estrenaban Happiness is a warm gun (La felicidad es un arma tibia), en la cual hablaban de la "madre superiora", que es uno de los apodos de la heroína, para que los sacara de la depresión: "I need a fix 'cause I´m going down/Mother superior jump the gun". En opinión de Lenon-McCartney, entonces, la felicidad también es efímera.

De forma curiosa, la explicación más clara, en canción, de ese carácter escurridizo de la felicidad, viene de Brasil. Es una creación de Tom Jobim, de la misma época, titulada, igual que la de Palito Ortega, La felicidad: "A felicidade é como a pluma/Que o vento vai levando pelo ar/Voa tão leve/Mas tem a vida breve/Precisa que haja vento sem parar".

La canción de Jobim se regodea en el espacio que deja la felicidad cuando se va y que es ocupado por la tristeza, y esta "não tem fim".

Bobby McFerrin habla de la felicidad como imperativo, en una canción a capella de 1988 que se parece a la perfección: Don´t worry, be happy. Suceda lo que suceda, no te preocupes. La felicidad es una actitud y quien tenga una actitud distinta está equivocado, debe cambiar.

Pareciera que McFerrin abogara por restarle importancia a los problemas como primera medida para enfrentarlos y ofrece su canción como antídoto contra la desesperación. Es un inicio de solución: no agravar el problema preocupándose.

A juzgar por la propia letra, la forma en que juega la música, solo con su voz, y la estética del video original de la canción, puede parecer que la intención es satírica. Sin embargo en esa sencillez ingenua está sintetizado el sentir moderno: la felicidad es una obligación. Sin necesidades que apremien ni sufrimientos que atormenten.

McFerrin se inspiró en el místico indio Meher Baba (1894-1969), quien acuñó la frase que da título a la canción para que su filosofía fuera fácilmente comprendida por sus seguidores occidentales.
Baba entendía que el universo es imaginación, que Dios es lo único que existe y que cada alma es, en realidad, Dios, pasando por la imaginación, para afirmarse individualmente en su propia divinidad. El único camino es el que conduce a escapar de la rueda de nacimientos y muertes. Y mientras tanto, no te preocupes, sé feliz.

La interpretación más o menos liviana de esa teoría evolutiva sirvió de soporte, en innumerables casos, para edificar una búsqueda de la felicidad en Occidente que se ha hecho culturalmente obligatoria.

El imperativo por excelencia de esta época no es moral sino que va por el camino de la comodidad y el placer, por encima de todo, incluso de la libertad o la justicia. Quien no obtenga la felicidad, y mucho peor aún, quien no la busque con toda su capacidad, es culpable. Está condenado a sentir la vergüenza de no haber logrado ser feliz.

El problema es que, tal como lo intuyeron Palito Ortega, los Beatles y Tom Jobim, la felicidad necesita de la infelicidad para ser apreciada, para que se sepa que está ahí. Por eso, cuanto más felices se supone que somos, más susceptibles y temerosos estaremos de perderla, mirando siempre de reojo a los rincones oscuros de la existencia, tratando de disimular nuestro logro, para que no nos obligue a ser generosos.

Yo creo que es obvio que no hay que tomarse a Boby McFerrin en serio, pero creo que tampoco hay que tomarse la felicidad en serio. La felicidad debería ser, ocasionalmente, una consecuencia, no una búsqueda.

Si tuviera que dar un consejo, en esta época de tanta autoayuda, diría, apropiándome del grito de guerra de un colega, en plena redacción: ¡canten!

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