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Sobrevivió y no es poco

Soportando el ciclo de baja de precios de las materias primas, un dólar en caída y aportando al ajuste fiscal a través de las tarifas, el sector agropecuario uruguayo sigue en movimiento pero no crece
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06 de enero de 2017 a las 05:00
Por Blasina y Asociados, especial para El Observador

Durante buena parte de los años 80 y 90 en la academia se diagnosticaba que el agro se encontraba en una situación de "estancamiento dinámico". Cada año este o aquel rubro crecían, pero como conjunto, el agro uruguayo no progresaba sostenidamente. En una situación similar parece encontrarse en los últimos dos años y seguramente sea la lógica de 2017. Un crecimiento neto prácticamente nulo, con el impulso de los lácteos, las oleaginosas y la cebada, y un estancamiento de la ganadería tanto en vacunos como en ovinos y del trigo y los cereales de verano, que siguen bajo una presión intensa en los mercados internacionales.

En el balance, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) espera un crecimiento cero, que sería mejor que el decrecimiento registrado en 2016 pero que obliga a pensar estrategias para crecer y seguramente a avanzar en la diferenciación de los productos; porque crecer con materias primas no diferenciadas en un país caro al lado de gigantes exportadores de granos y carne como Argentina y Brasil será realmente difícil.

En el arranque del año lo que juega a favor es el clima que ha traído lluvias que permiten sortear satisfactoriamente el mes más caluroso y por lo tanto más riesgoso del año.

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El sector más destacado en la previa del 2017 es sin duda el de los lácteos, que logró sortear un período muy adverso y se apresta a cosechar los frutos de la resistencia y a saldar los pasivos generados durante los últimos dos años. Cuenta con el aliciente de un marco favorable de precios en el exterior que da la casi certeza de que los precios locales al menos no pueden bajar.

Cabe esperar una suba de la remisión de tal vez 5% con el impulso de un buen verano y una relación de precios entre los granos y la leche que impulsará a complementar el forraje con grano a partir del otoño. La recuperación también sucederá porque el 2016 será un año muy malo para el sector lechero, con una contracción de 10% en la producción.

Pero a pesar de todos los pesares, con menor producción y facturación, el sector lechero logró resistir en algunos casos haciendo un mejor uso del forraje, tal vez como una de las fortalezas conquistadas en el año. Y han comenzado emprendimientos nuevos de Claldy en Río Negro y de Estancias del Lago en Durazno.

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Pero la resistencia en 2015 y 2016 no fue sin daños. La cantidad de productores lecheros sigue bajando, muchos abandonaron por no encontrar un recambio generacional y tener que afrontar una situación de costos elevada. De los US$ 800 millones que recibieron los productores por remisión de leche pasaron a US$ 500 millones este año. Una caída muy fuerte pero que en los últimos tres meses tuvo una recuperación.

La baja de precios internacionales afectó también a Oceanía. Nueva Zelanda y Australia tienen los niveles de producción más bajos en varios años y recién puede darse una recuperación parcial en la primavera de 2017.

Oleaginosas mejoraron

Otro factor de sostén en 2017 será la soja, que se encamina a recuperar producción y precio respecto a un mal 2015/16. El año pasado la producción fue arrasada por la sequía de febrero primero y las lluvias que azotaron durante todo abril. Si las condiciones son normales en lo que queda de este año la producción de soja volverá a los 3 millones de toneladas y será un factor principal en el repunte de de las exportaciones que se esperan en este año.

También fue destacado el comportamiento de la colza, que para muchos fue el cultivo con mejor margen de los tres de invierno. Logró sostenerse sin una tutoría tan fuerte desde Alur, como la que traía en el pasado, con unas 26 mil hectáreas sembradas y 41 mil toneladas producidas.

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Cereales de invierno: cuando batir récords de rendimiento no alcanza. Toda la presión de los mercados está puesta en los cereales, que tienen precios internacionales bajos, proporcionales a los enormes reservas que se han acumulado. Uruguay no fue la excepción: rendimientos muy altos y precios muy bajos.

Y lo mismo sucede con los demás cereales, maíz, sorgo y arroz arrancan bien en las chacras pero con una presión importante de precios que hace poco probable que los márgenes vayan a ser significativos. Lo más favorable para la mayoría de los cultivos a partir de abril ha venido de la mano del clima: fueron sembrados en fecha, cosechados sin problemas los de invierno y tienen un buen desarrollo los de verano.

Ganadería discordante

Fue un año de crecimiento en la producción de carne de Uruguay. Si se miran las cifras fríamente, el stock de ganado vacuno superó los 12 millones, la faena y la producción de carne subieron. Pero cada vez más la confianza del productor está puesta en exportar en pie a Medio Oriente, un negocio que viene creciendo, paga buenos precios y tiene estabilidad.

De todos modos, esa primarización de la cadena cárnica no deja de ser paradojal. Tenemos el mejor posicionamiento del producto que hayamos logrado pero eso no ha logrado evitar una caída en el precio de exportación de la carne. En parte Turquía es un ejemplo paradigmático: abierta a recibir ganado, pone un inaccesible arancel a la carne. La exportación en pie fue récord e incorporó a las hembras. Todas señales que no apuntan necesariamente al crecimiento.

La composición de la faena no ha cambiado particularmente. Los novillos de más de seis dientes son la categoría que más creció y las vaquillonas, destinadas al cupo 481. Esta cuota también creció, pero en este caso hay dudas respecto a su persistencia en el mediano plazo. Nadie puede asegurar que este cupo estará presente al terminar el año. El productor no recibe señales contundentes ni para invertir ni para aflojar.

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La carne se coloca en China, la Unión Europea, Estados Unidos, Israel y una variedad de otros mercados. Los terneros se van a Medio Oriente (ver páginas 8 y 9). Pero los precios han ajustado a la baja para el ganado gordo terminado a pasto de una manera que supera lo esperado dado el diferencial de mercados y trazabilidad que Uruguay tiene respecto a los países vecinos.

En cierta medida la lógica ganadera está simbolizada en la notable estabilidad de la faena de novillos de Uruguay, que tras cruzar el millón de animales en 2004, ha quedado estática en un rango que no supera los 1,1 millones de cabezas en esa categoría.

El crecimiento de la faena de 2016 estuvo explicado por las vacas, que fueron 59 mil más que el año anterior, mientras la faena de novillos aumentó en 2.500 animales (0,2%). Una señal de que la estabilidad, o tal vez deba decirse el estancamiento, está llamado a persistir. Salvo que una excepcional parición derivada de un verano lluvioso sacuda el equilibrio actual.

En el conjunto, el agro transita un delicado equilibrio. Una sequía externa puede volver a encender el precio de los granos y a toda la agricultura, mientras que una sequía local puede quebrar la resistencia que hasta ahora el agro mantiene.

Caros pero con lluvias a favor

El agro uruguayo ha logrado mantenerse de pie y produciendo, algo que el 20 de abril del año pasado, con 20 días de lluvias a cuestas y 10 días más de lluvias por venir, nadie podía asegurar. Luego vino una fuerte bajada de la temperatura del Océano Pacífico que hizo temer, al promediar el año que a un Niño fuerte podría sobrevenir una Niña fuerte que trajera sequía en el verano. Pero las temperaturas se estabilizaron en el límite entre la zona neutral y la zona Niña, y por ahora no hay señales de sequía, más bien lo contrario. Ese es por ahora el principal motor que tiene el agro uruguayo. Una buena producción de terneros en la próxima primavera es posible; una buena producción de soja, maíz, sorgo y arroz, es por ahora posible; y una recuperación de la producción lechera también. Ya se viene de rendimientos altos en los cultivos de invierno, trigo, cebada y colza.

Son curiosos estos tiempos de cambio climático. Han estado a punto de generar el caos, pero luego han compensado. Con tarifas diferencialmente altas, con un tipo de cambio diferencialmente bajo, el agro uruguayo tiene la mayor dependencia del clima de los últimos años. Así que si está de vacaciones y llueve, no da para quejarse. Por ahora, cada lluvia que llega, mientras no sean como las de abril del año pasado, es una bocanada de oxígeno para un agro casi asfixiado.

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