El pintor uruguayo Joaquín Torres García residió entre 1891 y 1921 en distintos puntos de Cataluña –de donde provenía su padre– entre ellos las ciudades de
Barcelona y Terrasa. En esta última pintó cuatro frescos decorativos para la casa que había construido, llamada Mon Répos.
Las pinturas están realizadas con óxidos de diferentes colores sobre lechada de cal fresca y están inspiradas en escenas clásicas griegas, una referencia habitual en sus primeras épocas. Estas obras fueron adquiridas en 1993 por la Fundación Antigua Caja de Terrassa, y desde entonces fueron presentadas en distintos museos de la región.
A partir de este mes están en exhibición permanente en el vestíbulo del Centro Cultural de la ciudad, en una disposición similar a la que el autor ideó y tenía en su casa, colgando bajo una claraboya para ser observados desde un piso inferior.
Según el diario español El País, esta disposición es peligrosa para las pinturas, ya que por un lado el exceso de luz que reciben puede ser riesgoso para su conservación, al igual que el calor que reciben tanto por la luz solar directa como por la iluminación eléctrica del lugar. Según el periódico, el Centro ha ordenado un informe para definir si los mantiene en la misma ubicación o los traslada a una locación más segura.